La Mentira [saga Contratos del Corazón #1]

Capítulo 26: Planes Trazados en la Oscuridad

=Estudio de Nicolás, El Loft - Noche=

Nicolás no sentía remordimiento. Sentía una claridad fría y afilada. La rabia se había enfriado hasta convertirse en un bloque de hielo en su pecho, un motor de pura determinación. Sobre su pantalla, analizó la estructura de la oferta de Ferrer por Aeroespacial Kaelus. Era audaz, precisa y estaba perfectamente informada. Luciano lo había subestimado. Había estado tan absorto en la microgestión de su obsesión por Andrea, que había permitido que su enemigo le asestara un golpe limpio.

No volvería a ocurrir. La guerra contra Ferrer ya no sería un juego de ajedrez corporativo. Sería una aniquilación.

Sus ojos se desviaron hacia el monitor de las cámaras de seguridad. Vio a Andrea, hecha un ovillo en el sofá del salón, una figura frágil en la inmensidad del diseño minimalista. La imagen le provocó una punzada de algo oscuro y ferozmente posesivo. El miedo que le había provocado, la violencia de su arrebato al destruir el teléfono... eran herramientas necesarias. El miedo era un muro más alto que cualquiera que el dinero pudiera construir.

Se dio cuenta de que su estrategia había sido incompleta. No bastaba con encerrarla. Aislarla no era suficiente. Tenía que absorberla. Reconstruir su mundo desde los cimientos hasta que la única arquitectura que conociera fuera la de él. Se levantó, su nuevo plan ya trazado en la oscuridad de su mente.

=Salón del Loft - Minutos después=

Andrea no levantó la vista cuando él salió del estudio. Siguió mirando un punto fijo en la pared, sintiendo el vacío donde antes estaba su teléfono, su conexión. Era como si le hubieran amputado un miembro fantasma.

Él se detuvo frente a ella. Esperó a que lo mirara. Cuando ella finalmente lo hizo, sus ojos estaban vacíos de lágrimas, llenos de una silenciosa y gélida aversión.

—Mañana por la mañana vendrá una estilista y asesora de compras —anunció Nicolás, su tono era neutro, como si estuviera dictando la agenda del día—. Necesitas un vestuario nuevo. Ropa adecuada para la mujer que vive conmigo y para las ocasiones en las que pueda requerir tu presencia.

Andrea lo miró fijamente.

—¿Ocasiones? Creía que mi única ocupación era estar encerrada aquí.

—Estarás a mi lado cuando yo lo decida —replicó él, ignorando su sarcasmo—. Y vestirás como tal. También he contratado a un chef privado. Preparará todas tus comidas a partir de mañana. Solo tienes que darle tus preferencias.

Era una nueva forma de asalto. Más sutil, más insidiosa. No solo controlaba sus movimientos, ahora quería controlar su aspecto, su comida, la misma tela que rozaba su piel. Estaba borrando a la Andrea que era y diseñando una nueva a su gusto.

—No necesito nada de eso. No quiero nada de ti.

—No es una oferta, Andrea —dijo él con una suavidad que le heló la sangre—. Es una cortesía informarte de los arreglos que he hecho para tu comodidad. Aprende a aceptarlos.

Se dio la vuelta, pero se detuvo.

—Ah, y sobre el desastre del suelo... —dijo, refiriéndose a los restos del teléfono—. El servicio de limpieza se encargará de ello. No tienes que preocuparte por nada.

Y con eso, se retiró, dejándola con la certeza de que su encarcelamiento acababa de entrar en una nueva fase, una en la que no solo le quitaban la libertad, sino también la identidad.

=Oficinas de Ferrer Corp., Cauria - Noche=

—¡No podemos asaltar el edificio, Luciano! ¡Es una fortaleza! ¡Pertenece a Dimitri Volkov, un mafioso ruso! ¡Sería un suicidio!

El jefe de seguridad de Luciano casi gritaba, su rostro pálido bajo la luz fluorescente de la sala de guerra.

Luciano, sin embargo, estaba extrañamente tranquilo. El shock inicial se había transformado en una resolución gélida.

—Lo sé. Un ataque frontal es estúpido —dijo, mirando un mapa de la red de empresas de Barreiros—. No vamos a intentar derribar la puerta de su jaula. Vamos a hacer que él mismo la abra.

Su padre lo miró.

—¿De qué hablas?

—Barreiros está en Lauría por ella. Pero su imperio está aquí. Su poder, sus negocios, su reputación. Lo atacaremos aquí, con tanta fuerza y de forma tan pública que se verá obligado a volver. Crearemos un incendio tan grande en su casa matriz que no tendrá más remedio que dejar su juguete nuevo para venir a apagarlo.

Su jefe de seguridad seguía pareciendo escéptico.

—¿Y cómo hacemos eso?

—Encontraremos una debilidad en su círculo íntimo —explicó Luciano—. Un director descontento, un ejecutivo con deudas, alguien que le tema o lo odie más de lo que le es leal. Todo imperio tiene traidores en potencia. Encontraremos uno. Y lo usaremos para hacerle un daño irreparable.

=Oficina de Stella Valenti, Lauría - Noche=

Stella observaba la ciudad desde su oficina en el piso 40. El informe sobre Andrea Paz estaba memorizado. La chica no era una adversaria; era el contexto. El campo de batalla.

Comprendió que no podía competir con la historia. No podía luchar contra los recuerdos de una infancia compartida. Por lo tanto, tenía que hacer que la historia fuera irrelevante. Tenía que demostrarle a Nicolás que, aunque Andrea fuera su pasado, ella, Stella, era su futuro. La reina que necesitaba para gobernar.
Cogió su teléfono. Marcó el número personal de Nicolás.




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