La Mentira [saga Contratos del Corazón #1]

Capítulo 38: La Sala de Guerra

=Penthouse Volkov, Lauría - Noche=

El penthouse de Dimitri Volkov, normalmente un mausoleo de lujo silencioso, se había transformado en el nexo de dos mundos en colisión. Por un lado, estaban los hombres de Dimitri: tipos duros con cicatrices, vestidos con ropa oscura y funcional, que se movían con la economía de movimientos de los lobos y hablaban en ruso en susurros guturales.

Olían a pólvora y a lealtad forjada en sangre. Por el otro, estaba el equipo de Nicolás, que había llegado en un jet privado hacía menos de una hora: un grupo de jóvenes genios de la tecnología, vestidos con trajes a medida, que desplegaban laptops, tabletas y dispositivos de rastreo sobre las mesas de caoba con una eficiencia silenciosa. Olían a café caro y a la arrogancia de quienes pueden doblegar al mundo digital.

En el centro de todo, como dos polos opuestos de un mismo imán de poder, estaban Nicolás y Dimitri.

—Mi gente puede peinar cada almacén del sector portuario antes del amanecer —dijo Dimitri, su voz era un retumbar contenido. Estaba de pie frente a un ventanal, observando la ciudad como si pudiera encontrar a su esposa solo con la fuerza de su voluntad—. Encontraremos a esos bastardos y los haremos hablar.

—Y los asustarán —replicó Nicolás sin levantar la vista de una pantalla que mostraba un mapa satelital de la zona—. Se moverán. O peor, entrarán en pánico y matarán a los rehenes para eliminar pruebas. No. —Levantó la vista, sus ojos grises encontrándose con los de Dimitri—. La fuerza bruta es el último recurso, no el primero. Primero, encontramos su ubicación exacta sin que ellos sepan que los hemos encontrado. Luego, tus hombres pueden hacer su trabajo.

Dimitri lo miró, una vena latiendo en su sien. Odiaba que Barreiros tuviera razón.

—¿Y cómo piensas hacer eso, genio de la tecnología? —gruñó.

—La llamada que recibí. Duró treinta y siete segundos. Mi equipo está triangulando la señal. Es un teléfono desechable, por supuesto, pero incluso ellos cometen errores. Dejan un eco digital. Un fantasma en la máquina. Y nosotros somos muy buenos cazando fantasmas.

Mientras hablaban, uno de los jóvenes de Nicolás se acercó.

—Señor Barreiros. Tenemos algo. Una triangulación débil. El eco rebotó en tres torres de telefonía. Nos da un perímetro de búsqueda de diez kilómetros cuadrados en el distrito industrial oeste. Demasiado grande. Pero… durante la llamada, hemos detectado una micro-fluctuación de energía en la red eléctrica de la zona. Alguien encendió un generador de alta potencia justo antes de llamar. Probablemente para alimentar sus equipos y enmascarar su ubicación.

Nicolás asintió, su mente trabajando a toda velocidad.

—Cruza los datos. Búscame todas las propiedades dentro de ese perímetro que no tengan un contrato eléctrico activo, pero que hayan registrado un pico de consumo fantasma en las últimas seis horas. Filtra por almacenes, fábricas abandonadas, cualquier cosa lo suficientemente grande como para ocultar a un grupo de hombres y dos prisioneras.

El joven asintió y volvió a su trabajo. Dimitri observaba, una nueva luz de respeto a regañadientes en su mirada. La guerra había cambiado.

=Un almacén oscuro, Lauría=

El tiempo en la oscuridad no se medía en horas, sino en latidos del corazón. Andrea y Seraphina estaban sentadas espalda con espalda, para darse calor y apoyo moral. El suelo estaba frío y húmedo.

—Lo siento, Andrea —susurró Seraphina después de un largo silencio—. Te arrastré a mi mundo. Este es el precio que se paga por estar casada con un hombre como Dimitri.

—No —respondió Andrea, su voz sorprendentemente firme—. Yo elegí salir. Elegí tomar ese café contigo. Estamos juntas en esto.

Seraphina sonrió en la oscuridad.

—Tienes agallas, escritora.

—Tengo miedo —admitió Andrea—. Pero el miedo no me va a salvar. —Se movió ligeramente, intentando encontrar una posición más cómoda a pesar de las ataduras—. ¿Quiénes son? ¿Por qué te quieren a ti?

—Mi marido ha dejado un rastro de enemigos desde aquí hasta el Mar Negro —explicó Seraphina con un cansancio infinito—. Socios traicionados, rivales aplastados… cualquiera de ellos podría ser. Quieren dinero, poder, o simplemente venganza. Pero conozco a Dimitri. Él no negocia con terroristas. Él los aniquila.

—¿Y nosotras mientras tanto? —preguntó Andrea.

—Nosotras nos mantenemos vivas —dijo Seraphina, su voz ahora con un filo de acero—. Observamos. Escuchamos. Esperamos nuestra oportunidad. Y si no llega, la creamos.

En ese momento, Andrea entendió por qué Nicolás y Dimitri se habían reconocido en el ascensor. Eran reyes de mundos distintos, pero sus reinas estaban hechas del mismo material indomable.

=Penthouse Volkov, Lauría - Medianoche=

—¡Lo tengo!

El grito del analista jefe de Nicolás rompió la tensión en la sala. Todas las cabezas se giraron hacia él.

—¡Un solo resultado! —dijo, tecleando furiosamente—. Un complejo de almacenes abandonado en el muelle 7. Perteneció a una empresa de importación que quebró hace cinco años. No tiene electricidad. Pero el pico de consumo coincide. Y lo más importante…—Amplió una imagen de satélite térmica en la pantalla principal—. Miren esto.




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