La migrante

EL INICIO DEL FIN

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Hoy es un día pésimo, es el primer día de mi menstruación, me siento atolondrada y adolorida.

Son las siete de la mañana y mi cuerpo me pide a gritos que regrese corriendo a mi cama.

En clase, la profesora preguntó cuáles son los valores de Terrazola y, como de costumbre, Coromoto, la sabelotodo, respondió en mi lugar:

—Agradecimiento, responsabilidad y sacrificio, profesora.

—¿Cuán estúpida puede ser una persona? ¿Qué no te das cuenta que le llaman sacrificio a venderte por partes? —¡Ups! He pensado en voz alta.

Me volteé para ver las caras de mis compañeros y de la profesora. Todos se quedaron mirándome en completo silencio, anonadados, consternados. Creo que nunca había hablado de mi repudio hacia la cosecha fuera de mi casa.

—Me disculpo compañera Coromoto, gracias por tu valioso aporte —me corregí de inmediato.

Tomé mi bolsa y salí rápido del aula para dirigirme al baño. Desde que nos quitaron el acceso a las pastillas para el dolor durante la menstruación descubrí que los cólicos son insoportables. El IBP determinó que las pastillas podrían ocasionar cáncer e infertilidad y, como siempre, decidieron quitarnos el único alivio que teníamos, porque solo les importa producir y nada más.

El baño es una alargada habitación blanca con fuertes luces en el techo. Tiene cinco cubículos de acrílico blanco, y frente a ellos, un largo espejo que cubre toda la pared con cinco lavamanos de cristal transparente.

Saliendo de mi cubículo me lavé las manos y levanté la mirada para encontrarme conmigo misma en el espejo. Mi piel pálida y mi cabello lila cortado a la altura de las orejas, me hacen ver enferma. Siendo tan alta y teniendo una musculatura tan abultada, parezco un hombre.

A veces quisiera ser de las chicas presumidas de la facción C. Quisiera tener el cabello largo hasta las caderas, y que, en lugar de vivir en la zona de actividades físicas, pudiera estar en la sección estética poniéndome cremas todo el día para mantener mi piel y cabello sedosos e hidratados. Además, estoy segura de que el azul marino de sus uniformes resaltaría mis ojos.

La idea de vivir una vida diferente me alegró un poco. Sonreí y me guiñé el ojo en el espejo mientras fingía peinar mi largo cabello imaginario.

—¡LILAC! —El sonido de mi nombre me regresó a la realidad. Volteé para darme cuenta de que Danny De Luz estaba asomado en la puerta del baño de chicas, mirándome.

—¿Cuánto tiempo llevas parado ahí? —indagué molesta. No entiendo cómo no pude ver su uniforme rojo a través del espejo. Acabo de hacer el ridículo.

—Quiero hablarte. Ven conmigo por favor, es urgente —me dijo Danny, entrando al baño y mirando debajo de los cubículos, para asegurarse de que estábamos solos.

Me encogí de hombros, tomé mis cosas y lo seguí. Salimos muy deprisa del edificio sin encontrarnos con nadie. «Es una suerte que el baño está en la primera planta», pensé para mí.

Llegamos a la calle donde creía que se detendría, sin embargo, tomó mi mano y siguió caminando cada vez más rápido. Luego de unas cuadras, me percaté de que nos dirigimos al IBP porque pude ver el imponente edificio detrás de las unidades residenciales, que parecen diminutas en comparación.

«Si quiere hablar conmigo podemos hacerlo en cualquier lugar. Me niego a entrar a ese repugnante banco de órganos, al fin y al cabo, son ellos los que orquestan toda esta matanza», me dije.

—¡Hey! no voy a entrar ahí. —Solté su mano y me detuve en seco.

—Escuché lo que dijiste en clase Lilac, todos lo oímos, podrías estar en peligro. Necesito que vengas conmigo, pero no puedo explicártelo aquí, por favor te pido que confíes en mí. Cuando entremos al IBP diré que vas a tu revisión semanal, no hables por favor, ¿sí? —me respondió Danny, dándose la vuelta y caminando a paso acelerado.

Danny y yo nunca habíamos cruzado ni una sola palabra. En el colegio cada uno prefiere relacionarse con los miembros de su propia facción, por lo que no tenemos mucho en común con la gente de otras facciones. Decidí callarme y seguirlo.

Así que aquí voy, siguiendo a un extraño en dirección al IBP, después de repudiar de forma pública la cosecha. «Sigue caminando Lilac, vas como oveja hacia el matadero».

No obstante, había algo en él que me daba seguridad. Pudo ser su hermoso cabello negro, sus ojos alargados, su pequeña naricita, su sonrisa perfecta, o el hecho de que era el único chico fuera de mi facción que era más alto que yo. Este chico era el más guapo de la clase, eso no lo podía negar.

—BIENVENIDO AL IBP, TARJETA POR FAVOR. — Una voz robótica me trajo de regreso a la Tierra.

A la entrada del IBP hay dos pequeños policías robot que identifican a las personas que entran y salen del complejo. Que no te engañen con su pequeño tamaño y voz amable, son despiadados y están armados. Si no pregúntale a todos los terrecos que han intentado escapar de su cosecha.

Pasé por el escáner el brazalete en mi muñeca que contiene mi tarjeta de identificación.

—¿Trámite? —preguntó el robot. Volteé a ver a Danny confundida.

—Revisión semanal, código 933199 —respondió con calma.

Se abrió la puerta frente a nosotros. El olor a vainilla en ese edificio me daba náuseas.

—¿Código 933199? ¿Qué significa eso? —demandé.

—Te prometo que te lo explicaré todo en un minuto —replicó Danny, sujetando mi mano fuerte y acelerando el paso.



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En el texto hay: suspenso, futurista, acción

Editado: 19.10.2022

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