Ahora que el CEO no me iba a mandar ninguna otra misión durante un tiempo, podría dedicarme plenamente a investigar sobre la caja misteriosa. No tenía pensado hacerlo en Epheria, ya que visto cómo reaccionaron los habitantes cuando se lo enseñé, algo me decía que toda la capital sería igual. Seguiría de nuevo el norte, sin un rumbo fijo.
El relinchar de un caballo hizo que me detuviera nada más llegar a la salida de la ciudad. Habían cuatro de ellos atados a una valla y un señor le estaba dando un quinto a un hombre con una llamativa armadura. ¿Alquiler de caballos?. Nunca había visto algo como aquello. La curiosidad me ganó por lo que me acerqué para preguntar.
—Perdone, ¿Se alquilan o se venden? —Pregunté cuando acabó de hablar con el caballero de la armadura.
—Ambas cosas, madame —Contestó metiendo unas cuantas monedas que le habían pagado en una pequeña bolsa de tela que llevaba colgando de un lado del pantalón—. Si estás pensando ir al norte, más te vale hacerlo con uno de estos nobles corceles—Dio unos pequeños golpes de afecto en el gran cuerpo del animal—. Creeme, es un camino muy tedioso y largo.
Mi mirada vagó por el largo camino que me esperaba nada más dejar Epheria, como si esperara que disminuyera su longitud.
—Está bien —Accedí—, ¿Cuanto cuesta alquilar uno?
—Mil solaris. Y si eres miembro de alguna organización se quedaría en ochocientos.
Si era tan caro solo alquilarlo, no me imaginaba comprar uno. Aun así, prefería ir a caballo antes de estar todo el día caminando, a parte de que aquel descuento hizo que aceptara casi de inmediato. Después de enseñarle mi identificación de Dracon y pagarle, tuve que elegir qué caballo quería. Había uno negro como la noche, dos con manchas marrones por todo su cuerpo albino y por último uno color café. Me decidí por este último.
—Te enseño lo básico, ¿o sabes montar? —Se ofreció dudando de mi conocimiento sobre equitación.
—No hace falta, gracias.
En alguna que otra misión había tenido que ir en caballo por lo que sabía lo esencial, por lo menos para no caerme de él. Me subí de un salto con ayuda del estribo de la montura y me dejé caer suavemente sobre mi nuevo compañero de viaje.
—En una de las siguientes poblaciones podrás encontrarte con Rick, un amigo que también trabaja de esto. Si no necesitas más el caballo se lo puedes dar a él.
Asentí mientras acariciaba el suave pelaje que le relucía ante el sol.
—Cuida bien de Orion.
—Lo haré —Sonreí mientras le daba un pequeño golpe en los costados para que empezara a caminar.
Se notaba el amor y el cariño que le tenía aquel señor hacia los caballos. De verdad deben ser su mayor pasión.
Tres horas transcurrieron desde que salí de Epheria pero en mi opinión, parecían una eternidad. El sol abrasador del mediodía golpeaba mi piel, provocando que me empezara a escocer. El agua empezaba a escasear y no tenía ni idea si habría algún pueblo cerca. A lo lejos puede ver a un señor de tercera edad hablando con un joven. Este se había descabalgado de su caballo para hablar mejor con el anciano. Pensé en preguntarles si eran de la zona y si faltaba mucho para encontrar una civilización, sin embargo, descarté ese pensamiento cuando me dí cuenta de que aquel joven era Asher. Pasé de largo rezando por que no se diera cuenta de mi presencia.
—¿Amaya? —Escuché su inconfundible voz desde mis espaldas— ¡Amaya, amiga! —En ese momento quería pedirle a Orion que galopase lo más rápido que pudiera pero me limité a poner los ojos en blanco y seguir como si no le hubiera oído.
Unos cascos de caballo se acercaban fugazmente y en cuestión de segundos, Asher se encontraba a mi lado.
—¡Cuánto tiempo Amaya! Aunque no lo suficiente para que dejaras ese ceño fruncido en el olvido —Bromeó mientras señalaba con el dedo índice entre sus cejas.
—Piérdete, ¿quieres?
—¡Pero bueno! ¿Y ese humor de perros? —Unas carcajadas llenaron el ambiente durante varios segundos —¿Qué te cuentas? ¿Te ha pasado algo interesante estos días? —Ignoró mi comentario.
Inmediatamente recordé aquella explosión y cómo me había afectado a tal punto de ver la nítida figura de Asher preguntándome si estaba bien. Aparté esos pensamientos sacudiendo la cabeza.
—¿Qué pasa? —Se percató de mis acciones.
—Nada —Me limité a decir algo avergonzada.
Estuvimos varios minutos en silencio, cosa que me sorprendió ya que desde que le había conocido en el castillo, no se había callado ni un segundo. Por mi parte, no iba a decir ni una palabra, pero sabía que Asher empezaría a hablar tarde o temprano sobre cualquier cosa, no obstante, ese era el menor de mis problemas. ¿Porque me estaba acompañando? Ni se ha molestado en preguntarme si podía hacerme compañía o no.
—Parece que vas al norte, ¿no? —Rompió el silencio.
—Es el único camino que va hacía allí, así que, sí —Dije con indiferencia.
—En realidad, hay varios caminos más a unos cuantos kilómetros de este —Explicó—. Todos llevan a distintas partes del norte.
—Parece que lo conoces bien, ¿eres norteño?.