No me podía creer que hubiéramos sido salvados por Los Tres Dragones. Por una parte estaba frustrada por haber siquiera pensado en rendirme, y por otra, mi cara expresaba la admiración de los tres grandes de Dracon. Era simplemente maravilloso como se movían sin ver un mínimo esfuerzo en sus rostros.
En un abrir y cerrar de ojos, Emil había derrumbado a uno de los dos cazadores, o lo que quedaban de ellos, con unos pocos movimientos de sus nunchakus para aturdirle, después, fue rematado con un rápido movimiento de Ancel, haciéndonos dudar si había sacado siquiera si espada de lo veloz que había ejecutado el ataque.
El segundo cazador se estaba llevando una paliza por parte de Minna gracias a su perfecta puntería de arco. Nadie sabe de qué material están hechas sus flechas o siquiera si tienen alguna sustancia mortal, pero de unos cuantos flechazos derrumbó al segundo cazador, matándolo con un navajazo en el pecho.
—Nos habéis salvado el trasero, Dragones, os debemos una —Sonrió débilmente Asher, recuperado de la crisis que había tenido hace unos momentos.
—¡Son increíbles! —Exclamó Katia, con claros rasgos de agotamiento y ya en su forma humana debido al gran esfuerzo que hizo.
De repente, unos sonidos de aplausos sonaron de detrás nuestra. Al girarme, no pude contener una sonrisa de sorpresa.
—¡Adrien! ¿Qué haces aquí? —Dije al instante.
—Nosotros no le dijimos nada de que estabais aquí, te lo juro —Minna se defendió alzando los hombros.
—Es verdad, fui yo el que lo averigüé por mi cuenta—Admitió mi jefe.
—Eres todo un stalker —Se rió Asher.
—Solo quería ver como iba la misión, y veo que va peor de lo que esperaba —Se puso serio de pronto —Debo confesaros algo, pero aquí no es seguro. Vamos a un sitio más resguardado.
Los Tres Dragones también nos acompañaron para escuchar la importante noticia que nos tenía que decir Adrien.
Nos instalamos en una biblioteca, en un pueblo cercano de donde estábamos. Desde que apareció mi jefe, había detectado algo extraño en su comportamiento, como si estuviera ansioso por algo.
—Bien —Comenzó a decir cuando todos estuvimos sentados —Esto es serio, muy serio —Se llevó las manos a la cara, frotándosela.
Todos nos miramos entre sí, confusos al inusual comportamiento de Adrien.
—Se con certeza que esos tipos que os atacaron se tomaron una píldora de una caja como esta —Sacó una caja idéntica a la que tenía, y a la de los cazadores.
—¿Cómo tienes tu eso? —Preguntó Ancel, cruzándose de brazos.
—Es una larga historia, pero dentro de poco no será tan raro ver una de estas cosas por la calle.
—Explicate —Frunció el ceño Minna.
—Alguien o algo está repartiendo estas cajas, haciendo publicidad falsa de que te curaran de toda enfermedad y serás una persona invencible. Lo que no sabe la gente es que no es una simple píldora —Hizo una larga pausa —Contienen magia negra —Dijo finalmente, casi susurrando.
Todos nuestros rostros se congelaron. Ya habíamos visto que se trataba de magia negra, pero nunca hubiéramos imaginado que lo estaban repartiendo como si de pan se tratase.
—¿Quién haría algo así? —Reflexionó Izan.
Por el rabillo del ojo, vi a Asher increíblemente inquieto, como si quisiese escabullirse de esta situación. ¿Sería por la presencia de Adrien, o había algo más?.
—No lo sé… —Admitió mi jefe —Pero esa magia negra no es la misma de la de hace miles de años. Es más peligrosa. Ya habéis visto lo que les hizo a los cuerpos de esos tipos.
—Perdieron el control, convirtiéndolos en monstruos —Dijo Minna.
Asher se levantó de golpe, haciendo que la silla se cayese al suelo. Sabía lo que le pasaba; estaba recordando cuando él perdió el control hace 3 años.
—¡Asher! —Dije casi gritando, dándome cuenta de lo que estaba ocurriendo —Creo que es lo mismo…
Me miró serio, como si me advirtiera con su mirada que no revelara lo sucedido. Simplemente asintió y se marchó fuera de la sala.
—¿Y a ese que le pasa? —Se quejó Ancel.
—Secretos ocultos —Comentó Emil por primera vez.
—Chicos, no entiendo lo que acaba de suceder pero debemos encontrar una manera de parar esto.
El caso de los cazadores fue el mismo que el de Asher, sin embargo, este no se convirtió en un monstruo. Aparte, el que le hizo eso fue… ¡su jefe!. Casi lo digo en voz alta, pero me obligo a quedarme callada. No es que esté totalmente segura de ello, pero son demasiadas coincidencias.
De pronto, Adrien estaba siendo llamado por el pinganillo por lo que se disculpó un segundo para poder hablar. Cuando volvió, parecía como si hubiera envejecido veinte años; totalmente pálido, sus arrugas faciales eran más intensas que nunca y le temblaba todo el cuerpo.
—Disculpadme, me ha surgido algo urgente —Salió en un abrir y cerrar de ojos por la puerta.
—¡Espera! —Corrí detrás de él, cruzandome con Asher fuera de la habitación, confuso por ver a Adrien salir corriendo —¿Qué te pasa?.