La misión

11.

Mi vida cada vez estaba siendo más complicada a cada paso que dábamos. Todo empezaba a retorcerse cuando Adrien me contó sobre mi pasado. Después, el descubrimiento de la magia negra y otras criaturas mágicas que parecen sacadas de un cuento o de una potente droga. Todo esto concluye con la extraña personalidad de mi jefe con sus delirios sobre la magia negra y el problema de una pequeña niña con su maldición.

La verdad es que mi vida había dado un giro de 360 grados, pero no era nada comparable con lo que tenía que lidiar Katia cada anochecer.

Todos presenciamos cómo la pequeña niña salía corriendo entre sollozos, incapaces de saber qué hacer.

—¿A qué te refieres con que no se puede invertir la maldición? —Se quejó Izan apuntando con el dedo a la joven bruja.

Esta negó con la cabeza.

—Es exactamente lo que he dicho. Es imposible de deshacer. Es permanente.

Izan respiraba con fuerza, como si en cualquier momento conjurara un potente hechizo que nos haría cenizas a todos en un segundo.

—Nunca le he visto así de cabreado —Susurró Asher, acercándose a mí —Detenle si la situación lo requiere —Advierte.

Asentí.

—Jadis, ¿Nos podrías explicar con más detalle porqué no se puede deshacer? —Quise relajar la tensión en el aire.

—Digamos que es una magia de nivel 4. Entre las brujas, es la más poderosa y complicada de conseguir. Se dice que hace miles de años la primera en conseguir este nivel fue nuestra antecesora Diana. Desde entonces seguimos sus pasos y la adoramos como si fuese un Dios. Sin embargo, ninguna otra bruja ha conseguido de nuevo llegar a ese nivel, hasta ahora.

—¿Tu hermana será ahora la nueva diosa? —Hizo una mueca Asher.

Le pegué un codazo para que se comportara.

—Si se enteran las demás brujas, puede que sí —Admite mientras suspira con pesar —No sé cómo lo ha conseguido y cuando, pero se dice que si se lanza una maldición de tal nivel, es imposible de deshacer.

—Pobre Katia… —Dije mientras miraba hacía la puerta vacía.

—¿Ni siquiera tu hermana lo puede invertir? —Preguntó Izan, esperanzado.

Jadis negó con la cabeza.

—Lo siento mucho. De veras —Se disculpó agachando con vergüenza la cabeza.

Nos quedamos en silencio durante lo que parecía una eternidad, pensando en cómo podíamos ayudar a Katia, aunque sabíamos que era imposible.

—Voy a buscarla —Dije después del incómodo silencio.

—Te acompaño —Dijeron Asher e Izan al unísono.

—No, seguramente querrá estar sola, mejor que solo vaya una persona.

Los chicos no dijeron una palabra más, entendiendo la situación.

Salí de la sala, caminando por los pasillos de la cueva sin saber muy bien a dónde me dirigía y dónde estaría Katia. No tardé en encontrar un gran cuerpo con plumas entre la oscuridad. Se escuchaba sus sollozos acompañados de un molesto eco.

—Oye… 

—¡Déjame en paz! ¿No ves que soy un monstruo? —Gritó desesperada, juntándose más a la pared.

Me daba la espalda, por lo que lo único que veía a duras penas eran plumas doradas de gran tamaño. Al parecer, se había pasado el efecto de la poción de Jadis, o también podría haberse acabado con antelación debido al desequilibrio mental de Katia.

—No eres ningún monstruo —Dije con cautela.

—No mientas para hacerme sentir mejor. Me quedaré aquí de por vida y nada ni nadie me moverá.

Negué con la cabeza, aunque sabía que no me estaba mirando.

—¿Qué pasa si alguien me ve en este estado? ¿Me querrán matar como esos cazadores? Además ya ni me consuela buscar a mis padres… total, no se puede revertir la maldición.

A pesar de estar destrozada, sus palabras parecían salir de la boca de una adolescente hecha y derecha. No me cabe duda que este golpe hizo que madurara más de lo debido a pesar de su edad.

—Cariño, sé que es difícil de asimilar, pero mira el lado positivo de la situación; puedes ayudarnos como la última vez a escapar de una situación en apuros.

—¿Y qué? —Su voz ahora tenía un toque furioso.

Creía que con esas palabras de consuelo lograría animarla un poco, sin embargo, ya no tenía más cartas debajo de la manga. Mientras pensaba en un plan B, noté como la temperatura de la cueva estaba subiendo. No sabía que lo provocaba pero me costaba respirar.

—Katia… —Intenté hablar a duras penas.

Ahora la veía con más claridad, y no era porque mi vista se había acostumbrado a la oscuridad, sino porque su cuerpo estaba emanando un aura anaranjada. Me asusté por un momento, pensando que le estaba sucediendo algo, pero al momento comprendí. Alargué la mano hacía su plumaje y efectivamente, ella era la que estaba emanando ese calor.

—¿Qué te pasa? —Pregunté sin obtener respuesta.

Su cuerpo empezó a temblar débilmente. Acto seguido, se giró lentamente. Sus ojos eran de un amarillo intenso, dando a entender que le estaba sucediendo algo. Su respiración era fuerte, como si acabara de correr durante horas. Entonces, abrió su gran pico acompañado de un gruñido, y en su interior se veía que estaba emergiendo una bola de fuego.



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En el texto hay: aventura, magia, espada

Editado: 17.05.2021

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