La misión

13.

Me daba vueltas la cabeza y el frío que generaba la nieve alrededor nuestra no ayudaba a que pudiera pensar con claridad.

Ahora que sabía la historia detrás del comportamiento de Adrien y de su “inevitable” suicidio, todo tenía sentido.

—No me enfadaré contigo —Dije al cabo de un rato —Sé que tú no has tenido nada que ver en esto.

Asher me miró aliviado.

—Sin embargo, no podemos seguir dejándolo a la intemperie. ¿Lo sabes no? —Añadí con seriedad

—Tiene sentido, al fin y al cabo ya sabemos quién está detrás de este desastre —Señaló a nuestro alrededor Izan

Asher se limitó a asentir.

—¿Dónde está la sede de los sicarios? —Pregunté.

—En Hysteria, al norte.

—Guianos, nos iremos ahí enseguida —Me levanté decidida.

—¿Por qué tan de repente? —Se quejó Katia frotándose los ojos del sueño.

—No, tú te quedarás con Los Tres Dragones. Es muy peligroso que vengas.

La pequeña se me quedó mirando perpleja, como si no le hubiera gustado ni un pelo que le dejase fuera de los planes.

—Si vais a ir andando tardariais semanas. Podría transformarme y así en pocas horas estariais allí —Explicó sin vacilar.

Me sorprendí lo mucho que había madurado desde la primera vez que la vimos. Aunque aún era una niña, su mentalidad era de un adulto debido a la maldición que cargaría a sus espaldas durante toda su vida.

—Siento meter a Katia en el saco, pero tiene razón —Me dijo Izan.

—Está bien —Cedí después de unos segundos de duda.

—Nosotros nos quedaremos por la zona para averiguar más cosas sobre esta situación —Comentó Minna.

Asentí y en un abrir y cerrar de ojos Katia se transformó en Roc, dejándonos subir a su lomo.

—¡Agarraos fuerte! —Advirtió empezando a batir sus alas mientras el suelo se iba alejando.



 

Durante todo el viaje, nadie dijo ni una palabra, solo se oía la brisa acariciando nuestros rostros mientras la luna nos seguía durante todo el viaje.

—Lo siento, chicos —Dijo de repente Asher.

—No tienes nada que lamentar. Al fin y al cabo no sabías nada de esto —Le aseguró Izan poniéndole una mano sobre su hombro.

Al parecer, Asher quería añadir algo más pero se quedó en silencio.

En cuanto a mí, las voces de mis compañeros sonaban lejanas, casi inaudibles. Mi mente estaba hecha un tumulto de emociones y pensamientos de todo tipo. No tenía intención de matar a Elian, pero una parte de mi quería clavarle mi espada hasta que dejase de respirar y de existir en este mundo.

—Amaya —Me sacó de mis oscuras cavilaciones Asher —Te prometo que todo se arreglará.

Asentí, aunque en lo más profundo de mi ser se estaba formando una oscuridad que ni yo misma podría controlar si seguía incrementándose.


 

— — —

 

 

Llegamos al amanecer a Laguna, ciudad en la que Asher había tenido su infancia y donde se había convertido en todo un sicario de primera clase.

—No estoy seguro de que nos dejen pasar a todos —Dudó Asher al llegar a la puerta principal de la sede de sicarios.

Nunca me hubiera imaginado que un gran edificio de cristaleras oscuras podría ser la oficina central de los sicarios. Había gente entrando y saliendo a cada rato. Algunos tenían una apariencia peculiar y otros tan normales que nadie se daría cuenta que es un asesino a sueldo.

—Está bien, pues entra con Amaya. Vosotros dos tenéis muchas más cosas que hacer ahí dentro que nosotros —Intercaló miradas con Katia y luego a nosotros unas cuantas veces.

—Está bien —Dijo de un suspiro.

Al entrar por las grandes puertas de madera, pude ver a mucha más gente en movimiento de lo que ya había visto afuera. El suelo estaba hecho de un brillante mármol marrón y blanco que reflejaba las lámparas de cristal que colgaban en el techo.

De reojo pude ver a Asher más callado de lo normal. Su mirada estaba fija hacia el camino que nos estaba llevando hacia las oficinas de su jefe. No sabía si su expresión era de enfado o asustado, pero diría que querría estar en cualquier parte menos aquí en estos momentos.

—Hemos llegado —Se paró en seco en una puerta del último piso.

Pude ver como tragaba saliva debido a su visible subida y bajada de la nuez. Tuve que hacer un esfuerzo increíble para contener mis impulsos al tiempo que abrió la puerta y… no había nadie. Mi compañero estaba tan confuso como yo en esos momentos.

—Dónde se habrá metido ese canalla… —Golpeó la mesa de su jefe con el puño.

Olia a encerrado por la falta de aire así que supuse que debió de estar inhabitada durante mucho tiempo. No pude evitar mirar alrededor del estudio. Su escritorio estaba más vacío que lo usual para un jefe y en un extremo de esta, un cuenco con unas pocas cenizas de tabaco y una pequeña colilla arrugada y desgastada en esta. En la pared había unos cuantos cuadros de paisajes algo tétricos y una larga cómoda con pequeños cajones numerados del 1 al 50.



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En el texto hay: aventura, magia, espada

Editado: 17.05.2021

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