Abrí poco a poco los ojos hasta que se acostumbraron a su totalidad a la claridad del mediodía. Mi cuerpo se sentía entumecido y tenía un leve dolor de cabeza. De pronto, todas las imágenes de lo que había ocurrido se me vinieron a la mente: la repentina aparición de un sinfín de monstruos, el descontrol de Katia y Elian arrastrándome a ese extraño portal. Me levanté de golpe, reacción que hizo que viera en mi visión pequeños puntos negros. El paisaje que estaba viendo en ese instante hizo que me estremeciera. Altos rascacielos de oscuros cristales con carreteras larguísimas y que se entrecruzan con otras en el que unos vehículos que no había visto en mi vida se desplazaban a toda velocidad. Todo esto se le sumaba también al bullicio que se oía desde el tejado de unos de los voluminosos edificios en el que me encontraba.
—¡Asher, despierta!— Agité con más fuerza de lo que me hubiera gustado a mi compañero.
Este se quejó de la repentina agitación pero al ver donde nos encontrábamos se quedó igual de embobado que yo hacía unos segundos.
—Esto no es Hysteria —Dijo después de analizar varias veces aquella ciudad.
—Lo sé.
—Ese cabrón… ¿A dónde nos ha llevado? —Alzó la voz mientras se incorporaba.
—Espero que por lo menos Izan y Katia estén bien —Recordé cuando el elfo mantuvo unos segundos más el portal abierto para que Asher pudiera pasar.
Después de la pérdida de control que tuvo Katia, rezaba por que estuviera bien, aunque sabía que Izan cuidaría de ella, me sentía mal por no estar junto a ella cuando más lo necesitaba
Bajamos por unas largas escaleras interiores de la azotea y salimos del edificio. Ahora que veíamos de primera mano todo aquello, me sentía aún más confusa. Las personas lucían prendas coloridas y voluminosas. Tecleaban pantallas flotantes mientras que otros montaban en sus automóviles que levitaban a unos centímetros del suelo.
—Creo que tendremos que cambiarnos de ropa, nos están mirando raro —Susurró Asher.
Dicho esto, nos dirigimos a la primera tienda de ropa que nos encontramos. Tanto la dependienta como los clientes se nos quedaron mirando con una cara que no pude descifrar.
Era imposible no fijarse en la tienda que reflejaba en su mármol oscuro las luces led del techo. Todo estaba ordenado al milímetro y miles de pantallas reflejaban imágenes que cambiaban cada pocos segundos.
—Esto… nos gustaría comprarnos ropa nueva. ¿Qué nos recomiendas? —Le dije a la dependienta.
Esta llevaba un vestido negro que se le ajustaba a su cuerpo. Sus grandes pendientes color oro hacían juego con un colgante y pulsera del mismo tono. Su pelo rubio estaba recogido con un moño alto y me pregunté cómo es que ni un pelo se le escapaba de ahí.
La chica nos sonrió después de unos segundos de analizarnos de pies a cabeza varias veces.
—Acompañadme por favor…
La seguimos hasta una pantalla de cuerpo completo que se encendió nada más acercarnos, mostrando un espejo con nuestras siluetas.
—Bien, supongo que queréis un atuendo juvenil —Tecleó unas cuantas cosas en la pantalla y aparecieron varios conjuntos —Según tu forma del cuerpo te recomendaría este —Le dió a la cuarta prenda que consistía en unos leggins negros de cuero y una camiseta gris claro con una chaqueta que me quedaba al descubierto la parte superior del pecho mientras que la espalda estaba descubierta y solo consistia en unos cuantos hilos que unian la tela de lado a lado. El calzado eran unas botas con múltiples hebillas y unos centímetros de tacón.
De pronto, mi antigua ropa se sustituyó por una virtual. Intenté que aquello no me sobresaltara para no llamar más la atención.
—Te queda bien —Se cruzó de brazos Asher mientras me sonreía de lado.
Ignoré que sus ojos pasaran por mi cuerpo varias veces. He de admitir que me quedaba genial aquella ropa tan extraña.
—Me lo llevo —Dije al cabo de unos segundos mirándome.
—¡Genial! Ahora es turno de tu novio —Señaló a Asher.
Me limité a dejarle el sitio aunque me hubiera gustado decirle a la señorita que no era mi novio.
Después de unos segundos probándose ropa virtualmente, Asher se decantó por unos vaqueros rojos con múltiples roturas que se le veían la piel y una chaqueta de cuero negra. Sus botas eran parecidas a las mías pero ahora las hebillas ocultaban unos cordones. Tuve que alejar la vista de él en cuanto nos dijo la dependienta cuánto costaba.
—Mil doscientos platines.
Asher y yo intercambiamos miradas. Nunca habíamos oído hablar de aquella moneda pero aún así le dimos unas cuantas monedas con la esperanza de que fuera suficiente.
La chica abrió los ojos como platos.
—Hace siglos que no veía estas monedas. Es extraño que dos jóvenes como vosotros las sigáis teniendo —Cogió las monedas y las metió en un aparato. Al sacarlas, tenían un diseño diferente —Ya está, muchas gracias. Aquí tenéis vuestra ropa —Nos tendió una especie de objeto circular.
Sin querer, lo apreté y la ropa que me había probado hace unos minutos se adhirió a mi cuerpo. Me sobresalté tanto que el aparato se cayó al suelo. Asher hizo lo mismo que yo y ahora lucía aquella vestimenta que no podía apartar la vista.