La misión

17.

Los latidos de mi corazón golpeaban con fuerza mi pecho mientras mis ojos se encontraban con los de Elian, impasible como siempre, envuelvo en la densa niebla. Parecía que se divertía con nuestras expresiones de estupefacción al oír su voz de nuevo.

—Devuelvenos a Hysteria —gruñó Asher.

Su jefe se limitó a sonreír. Segundos después, con un movimiento de su mano, nos teletransportó a la cima de un rascacielos, visualizando el mismo paisaje que nos habíamos encontrado al despertarnos ayer, aunque la niebla ahora estaba esparcida por toda la oscura ciudad.

Asher, estaba tenso a mi lado, como si fuera a atacar a su jefe en cualquier momento, pero sabía que tendría desventaja si lo hiciera.

—Os enseñaré el verdadero aspecto de este lugar—chasqueó los dedos y se hizo de día.

El sol brillaba en lo alto y tuve que esperar unos segundos hasta que mis ojos se acostumbraron a la repentina claridad. Después, Elian alzó un brazo y empezamos a observar como la ciudad se degeneraba de la nada cuando una fina línea barría cada milímetro del lugar. Ya no era la futurista ciudad llena de vida, sino los restos de una civilización moderna. Los edificios medio derrumbados y sin color, automóviles escondidos bajo un manto de musgo y plantas varias, calles con profundas grietas y grandes pedazos de los edificios que quedaban. No había vida. No había nada.

Asher y yo nos quedamos boquiabiertos ante tal paisaje desolador. ¿Qué había sucedido con las personas?. ¿Habían desaparecido para siempre Raz, Katia y aquellos ancianos enamorados?.

—Tsk —chasqueó la lengua Asher —¿Está es otra de las ciudades que has arrasado?

Como veía que no le iba a contestar, alzó la voz.

—Lo vuelvo a repetir, ¡devuelvenos a Hysteria! —la vena de su cuello se hinchó.

—¿Aún no os habéis dado cuenta? Esto es Hysteria. Pero 100 años en el futuro.

El corazón nos dió un vuelco. Ahora todas las piezas encajaban: lo que pasó en la sede de sicarios, el hijo de Izan…

—¿C-como? —dije casi sin voz.

Elian se paseó de un lado a otro del limitado tejado en el que nos encontrábamos, ahora con un claro desgaste y grietas.

—Bueno, —comenzó a explicar —digamos que desde hace tiempo he estado viajando en el tiempo. El aspecto que habéis visto antes de Hysteria hubiera sido el real de no ser por haber cambiado la línea temporal, —se rió secamente— lo recreé con pelos y señales, aunque había algunos fallos que seguro habéis notado.

Se me vinieron los recuerdos de cuando aquellas personas se volvían transparentes por segundos o cuando un monstruo le hirió a Asher en la espalda.

—La Hysteria que conocéis solo acaba de comenzar a desmoronarse gracias a mis fieles Tengu.

¿Tengu? ¿Dónde había escuchado ese nombre antes? Pensé, intentando recordarlo.

—Los demonios de la Tierra de Isten… —dijo Asher, arrugando la frente.

Ahora me acordaba. La Tierra de Isten era el mundo antes de que convivieran los humanos. Un lugar donde los dioses y diosas gobernaban pacíficamente, sin embargo, como todo, había un lugar infernal en el que los llamados Tengu, seres compuestos por magia negra, y por consiguiente, los monstruos que nos habíamos encontrado en Antigua e Hysteria, estaban sellados para que no hicieran ningún mal.

—¿Lo tenías todo muy bien guardado, no? —la mirada de decepción de Asher no tenía explicación —Pero, ¿con qué objetivo harías todo esto?

Elian se detuvo de golpe, mirando el horizonte como si no existieramos.

—¿No es obvio? Porque quiero la Gema del Infinito.

Al escuchar esas palabras mi pecho se contrajo, impidiéndome respirar. No se cuanto tiempo me quedé ahí, de rodillas mientras me apretaba el pecho con fuerza, esperando que aquella sensación tan molesta desapareciera. Solo los gritos de Asher llamándome por mi nombre me mantenían aún consciente.

Según las leyendas, en la Tierra de Isten, Sith, el dios del conocimiento, que quería saberlo todo sobre el universo, intentó varias veces colarse en el infierno. En una de estas, consiguió entrar y al averiguar la cantidad de cosas que no sabía, se puso a investigar. Cada día quería saber más y más sobre aquel mundo subterráneo desconocido, hasta que de tanto exponerse a la magia negra, se corrompió, haciendo que la barrera entre la Tierra de Isten y el infierno se desmoronara. Los demás dioses pudieron encerrar de nuevo los Tengu, pero Sith ya era lo suficientemente fuerte para que nadie pudiera con él. Las diosas Aneu, Yelina y Zenda, las más sabias, sabían que era imposible acabar con Sith sin destruir el mundo en el acto, por lo que decidieron sellar en la llamada Gema del Infinito con la condición de que ésta naciera dentro de un niño o niña cada generación debido a que por su gran corrupción, no podía estar en un lugar fijo.

Elian me miró sin moverse del sitio, asombrado por mi reacción ante aquellas palabras.

—¿Qué le has hecho? —la voz de Asher se oía más clara.

—¿Por qué me haces quedar como si yo fuera el único culpable? ¿Acaso no recuerdas tu misión principal? —le miró con superioridad mientras su voz era irónica.



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En el texto hay: aventura, magia, espada

Editado: 17.05.2021

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