La misión

19.

Asher:

 

Amaya había huido, aterrorizada por las constantes voces del Dios Sith que reside en su interior, sellado por la Gema del Infinito y el cual despertará inminentemente de un momento a otro. Mi exjefe (y también ex jefe de Amaya, aunque costara creerlo) ni se inmutó ante la escapada de Amaya, más bien disfrutaba viéndola sufrir, desesperada. Eso me enfureció aún más.

—¡Tiene que haber una forma de salvarla! No puede morir sin más. Eso no era lo que me dijiste desde un principio —le agarré con fuerza el dobladillo de la túnica que llevaba hasta que mis nudillos se pusieron blancos.

—Es culpa tuya por creerte todo lo que te decía.

Abrí los ojos como platos, hinchándose la vena de mi cuello.

—¡Porque eras como mi padre, maldición! —grité tan fuerte que me retumbaban los oídos.

—También lo era para Amaya. Una pena —dijo indiferente, escabulléndose de mi agarre.

—No tiene sentido luchar, Asher. Sus planes han ido como ha querido desde el principio —me colocó una mano en el hombro mi mejor amigo.

—Deberíamos ir tras Amaya, no me gusta que esté sola en ese estado —Katia se acercó con su grande cuerpo de roc.

—Oh, claro que iréis para acabar con su sufrimiento. Pero a mi manera —interrumpió Elian, mirándonos como si fuésemos sus marionetas, cosa que era cierta.

En un instante, encerró a Izan y Katia en un cubo eléctrico. Izan intentó hacer un hechizo para salir de ahí, sin éxito. Al parecer esa barrera impedía el uso de la magia. Katia se convirtió en humana segundos después, aturdida por estar tanto tiempo transformada en roc. Elian me miró y me puse en guardia, esperando cualquier movimiento suyo.

—Te encargarás tú de empezar con la nueva era, Asher.

Me estremecí. ¿A qué se refería?

Elevó un brazo y chasqueó los dedos. El sonido retumbó en mis tímpanos, haciendo que un leve pitido persistiera por varios segundos. Todo se desenfocaba a mi alrededor y sentía como perdía el control de las extremidades. Elian se acercó y me colocó una mano en el hombro.

—Ya sabes lo que hacer.

Una palpitación congeló mi cuerpo, como si hubiera despertado algo oculto en mi interior. Mis manos se movieron solas, mirándolas como si fuese la primera vez.

No puedo controlar mi cuerpo. Pensé alterado.

Mis piernas se movieron por sí solas, sin poder controlarlas a voluntad.

No. No puede ser. Me está sucediendo como aquella vez. Me desesperé, pensando en lo que podría hacer en aquel estado.

La voz de Izan sonaba distante y distorsionada, pero sabía que me estaba preguntando qué me pasaba. No podía hablar, solo ver a mi cuerpo ir solo hacía vete a saber dónde. Tuve un mal presentimiento de todo esto, pero me frustraba aún más no poder hacer nada. Pude ver, como si se tratara de una película, como mi cuerpo iba andando por las calles de la derruida ciudad hasta salir de esta. Andaba con ligereza. Sin pausa. Una carretera infinita y en mal estado se perdía en el infinito, oscura por las enormes nubes que se habían alzado de la nada.

No se cuánto tiempo estuve andando, pero no sentía ni una pizca de cansancio. Llegué a una montaña nevada y empecé a escalarla, sin poder evitarlo.

¿Qué mierda me está pasando? ¿Por qué estoy escalando esta montaña?. Me pregunté, desesperado por la situación.

El viento se iba volviendo más violenta a medida que avanzaba, viendo mis manos rojas por el frío, sin embargo, no notaba en sí el dolor de las bajas temperaturas. No sentía nada. Aquello me irritó.

Alcancé la cumbre de la montaña, ahora iluminada por feroces rayos atravesando el cielo y truenos rugiendo en todas direcciones. Caminé notando como los copos de nieve caían en mi pelo y ropa, pero sin sentir su cálido frío empapándome poco a poco. Visualicé en un momento dado, una figura en la lejanía. Mi corazón se aceleró.

Para. Me ordené. ¡Por favor, para!

Mis piernas seguían moviéndose, sin hacerme caso.

¿Qué me ha hecho Elian? ¿Por qué es como aquella vez? Los sucesos de hace 3 años me vinieron a la mente mientras la figura arrodillada se hacía cada vez más grande a cada paso que daba.

Va a volver a suceder. Me dije para mis adentros.

La silueta era de Amaya, con una mano en su pecho y la cabeza gacha. Quería decirle que qué le pasaba, si estaba bien, si necesitaba mi ayuda, pero no podía decir nada. Mi cuerpo se detuvo enfrente de ella. Aunque no se viera por fuera, la verdad es que estaba llorando por dentro, por cómo acabaría aquello.

—Asher… —levantó la cabeza, sorprendida de que estuviera ahí— lo siento por haberme ido así. No estaba pensando con claridad.

Lo sé. Pensé con un sollozo interno.

—Deberías irte, no quiero que me veas morir cuando el sello se rompa —miró al suelo, con un leve rubor que dudaba que fuera por el gélido ambiente— antes de que desaparezca, tengo que decirte una cosa.

No se va a morir. Todo va a salir bien. Intenté convencerme sin éxito.



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En el texto hay: aventura, magia, espada

Editado: 17.05.2021

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