La Misión del Ángel

Capítulo 2: Un corazón herido ama diferente

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Un corazón herido ama diferente

 

“El amor es paciente, es bondadoso, no es envidioso ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”.

Corintios 13:4-5

 

“Los ángeles no pueden amar”, eso era lo que le decían a todos los guardianes desde que arribaban al Aura, ellos estaban destinados a proteger el portal, a cuidar que ningún espíritu oscuro pudiera cruzar hasta allí, esa era su principal labor, y si no cumplían con ella, se les quitaba gran parte de su energía astral, descendiéndolos hacia los Abismos del Umbra, donde el arcángel Aegeón era quien comandaba dicho dominio. Ése era el sitio donde residían los seres que faltaban a normas semejantes.

Aún así, Aelón venía luchando contra sus sentimientos desde hacía un largo tiempo, porque él sentía que amaba a Iris, pero sabía que ella jamás debía saberlo, o la pondría en riesgo. La había conocido cuando luego de una larga batalla para liberar almas cautivas por un antiguo demonio de los infiernos de hielo, Ulkram, la había hallado, junto a otros ángeles de luz tan puros y nobles, que nunca habían sido tocados por la oscuridad, entre ellos, aquellos ojos pardos llenos de melancolía lo hechizaron casi de inmediato.

Ulkram era  abominable, insaciable y atroz en sus deseos más profundos, su deleite consistía en capturar en sus cavernas a los ángeles de luz cuya única tarea era recoger a las almas para guiarlas hacia el Aura, él adoraba apresar a estos guías, como lo era Iris, en su mansión de cristales de hielo, para torturarlos y así despojarlos de toda su energía astral, y para ello se tomaba todo el tiempo que quisiera. Podía tardar una eternidad en un solo ángel, aún más si fuera como Iris, incluso él sintió cuando la vio, que ella era diferente, ella poseía una fuerza dormida que el resto de los ángeles desconocía, y Ulkram iba a descubrirla, pero sus planes fueron truncados por Aelón, a quien detestaba y a quien prometió que arrojaría a la oscuridad infinita de su morada en cuanto pudiera hacerlo.

Iris no poseía memoria de aquel momento, pues al ser devuelta al Aura, Elkian, arcángel que comandaba la guardia del portal, le había quitado dichos recuerdos, pues ella y los demás debían seguir siendo puros en su luz, ningún sentimiento de temor o de sufrimiento debía tocarlos. Lo que Elkian no sabía era que Iris hacia tiempo había estado sintiendo una angustia inmensa, una sensación de melancolía que la había envuelto en incontables lágrimas de dolor y desazón. Ella sufría, de hecho, por amor, a la Tierra y a sus seres, a quienes veía siendo castigados con gran injusticia y toda falta de piedad, ella rezaba por ellos y los bendecía, con la esperanza de poder salvarlos.

 




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