La Misión del Ángel

Capítulo 3: Nuestras elecciones nos marcan

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Nuestras elecciones nos marcan

 

“Apártate del mal, y haz el bien,

y vivirás para siempre”.

Salmos 37:27

 

Iris, desobedeciendo una vez más, descendió para despedirse de la joven que había hallado en el bosque, sabiendo que su alma probablemente estaría por ascender con la ayuda de su guía, sin embargo, ya en el lugar, notó algo que la dejó impactada: la joven aún respiraba, su corazón latía muy lento, haciendo que sus latidos fueran casi imperceptibles, pero allí estaban, Iris pudo oírlos, y entonces quiso intentar ayudarla, “¡¿pero cómo hacerlo!?” pensó, no había forma, pues ella no tenía un cuerpo y no podía buscar a otros humanos para que la socorrieran, todo pensamiento sería en vano, pues Iris no pertenecía al plano terrenal, y nada podría hacer, concluyó con una inmensa angustia en su corazón, “salvo que...”, se repitió por unos instantes, “haga algo que nunca he hecho antes…puedo habitar su cuerpo, su forma humana, que no ha sufrido daño alguno, simplemente han tenido que recoger al alma que lo habitaba, fue una muerte inesperada, y así podré ver todas las cosas que he estado observando de tan lejos, sentirlas en mi propia piel, vivirlas…¡podría hacerlo, podría hacerlo!” dijo tres veces seguidas con gran entusiasmo, hasta que escuchó la voz grave y serena de Aelón. El estaba a su lado, mirándola, furioso, atormentado con la idea de que Iris pudiera hacer tal idiotez, ¡sería una absoluta incoherencia!

—¡Iris!...¿qué estás pensando? —dijo Aelón frustrado— ¿Acaso te das cuenta de la gravedad de esta decisión que estás por cometer?, ¿acaso sabes lo que te espera en el mundo de los hombres? —le advirtió apesadumbrado— Lo que has visto ha sido sólo una pequeña parte, no conoces de los tormentos, de las penas, del delirio de la mente humana y no tienes idea siquiera sobre sus demonios.

—Iré por un breve tiempo Aelón, necesito ver cómo es la vida, saber cómo se siente la vida…—Entonces el ángel la interrumpió.

—Eres eterna, no necesitas saber sobre el mundo, se te ha permitido demasiado Iris, esto es un terrible desacato a las leyes de nuestra divinidad, lo único que sentirás allí es dolor, físico y mortal…aún si te dejara ir, tendrías que morir en ese cuerpo, “la muerte” como ellos lo llaman, no es más que un pasaje, pero pocos lo comprenden en todo su significado, no necesitas pasar por ninguna de esas etapas, ése no es tu destino, ¡Iris renuncia ahora a esta absurda idea! –Le instó con severidad, pero ella no parecía aturdida ni atemorizada, sino entusiasta y decidida.

—Aelón, ¿cómo sabes que ya no siento dolor?, ¿cómo pretendes saber lo que debo hacer o lo que debe ser mi destino?, los he visto, y te lo he contado, hay dicha y mucha felicidad, hay tanta belleza en su mundo, no existen sólo las tristezas Aelón, y yo quiero sentirlo todo, quiero vivirlo, pero regresaré, seré cuidadosa, no me haré notar…te pido tres días Aelón, sólo ese tiempo de tu silencio, no lo cuentes a Elkian, por favor, sólo no se lo digas hasta que vuelva al Aura, él confía en ti, no me buscará si callas. —El guardián se puso aún más furioso.

—¿Esperas entonces que traicione la confianza que Elkian tiene en mí? ¿Cómo puedes pedírmelo Iris?, ¡te prohíbo que hagas esto!, te encontrarán y tu castigo será una eternidad en el Umbra, lo sabes, o puede ser todavía peor si te percibe Aegeón, y si aquél logra capturarte, pues no podré ir por ti a los abismos, nada te salvaría de ellos.

—Hablas siempre del coraje de los guardianes, de la valentía de los arcángeles, de las grandes batallas que han librado en los abismos, admiras tanto a Elkian, y me dices que debo temer, ¡no lo haré Aelón!, mi decisión ha sido tomada, el cuerpo de esta jovencita aún está tibio, su alma ha partido, puedo sentirlo, y en su honor, haré esto, sé que puedo lograrlo, yo tomaré su forma, ¡lo haré! La valentía también reside en asumir un sueño, en comprometerse, en hacerlo realidad, en ser quien uno es, en aceptar lo que se ama. Siempre he sido luz, y aún así siempre he sentido esta melancolía, necesito saber por qué, ¿y es que acaso podríamos habitar en la luz sin la oscuridad?, ¿sin conocerla?, yo quiero esto…entiéndelo. —Respondió determinada.

—Muy bien, te daré un día, sólo un día mi bella y dulce Iris, porque más tiempo sería condenarte a ti misma. —Contestó resignado aquél, pues recuerden, que él la amaba, si ella hubiera estado frente a Elkian, ya hubiera sido castigada con su inflexible rigor.

—Conozco tu corazón amigo mío, lo has entendido, mi sentir, y por ello la gloria siempre será tuya, pasará en un instante, y estaré de vuelta en el Aura, te lo prometo. —Sostuvo ella con una sonrisa en su precioso rostro, mientras sus ojos  miraban a Aelón con dulzura e intensidad.

—Nunca prometas lo que no puedes cumplir. —Apuntó él, y esas fueron sus últimas palabras, luego se desvaneció en el viento, y ella ya no pudo verlo.

Iris se acercó al cuerpo de la joven que yacía tendido

inmóvil en medio de aquel bosque gris, y pudo notar cómo su energía ocupaba su piel, sintiendo así primero sus pies, luego sus manos, sus piernas, sus brazos, y pudo abrir los ojos.

Vislumbró la luna en lo alto, un cielo cubierto de estrellas titilando luminosas, oyó los sonidos del bosque, escuchó por primera vez el aullido de los




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