Estábamos en campo abierto con los chicos, habían mas o menos unos 15, y puedes decir, no son muchos, pero si son difíciles de tratar.
-Bien, chicos vamos a presentarnos- dijo Gabriela, pero nadie le hizo caso, todos estaban con esas cajitas luminosas, así que decidí hacer algo.
Fui quitando le a cada uno esas cajitas, y las puse en una cesta, y las dejé a un lado, todos me miraron como si hubiera cometido un crimen, pero Gabriela me miró y sonrió, y asintió para que yo siguiera, pero yo no quería tratar con adolescentes, así que dije lo siguiente:
-De ahora en adelante, mientras estén en este campamento, no van a tener esas cajitas, así que ahora atiendan a Gabriela-dije, esperando ya no tener que hablar, pero una chica levantó la mano.
-¿Por qué le llama cajitas a los celulares?- preguntó con una voz aniñada
-Así que se llamaban celulares- pensé
-¿Cajitas?, ¿quien dijo cajitas?- dije fingiendo que no había cometido ningún error.
-Usted-
-Te lo habrás imaginado- dije calmada mente, pero ella subió el tono de voz, y habló como lo harían los niños ricos.
-Claro, que no, no me llame mentirosa, o hablaré con el director de este campamento, y le diré que te despida, y que no te paguen- dijo eso y me torció los ojos.
-Cálmate, inhala, exhala y cuenta hasta diez- pensé para mis adentros.
-Primero que nada, tu me respetas, segundo, no me hables con ese tono que me da asco, y tercero estoy de voluntaria, así que no me pagan- dije sonriendo, y acercándome a la chica, con lo que ella se asustó, iba a seguir diciéndole lo que pensaba, pero Gabriela interrumpió.
-Bueno, ahora su presentación-
***
Estábamos todos los que cuidaban a los niños sentados al rededor de una hoguera.
-¿Qué tal les fue, con los adolescentes?- preguntó Miguel
Yo me encogí de hombros.
-¿Tan mal?-
-A nosotros nos fue bastante bien- dijo Emilia, y le dio un beso en la boca a Sergio.
Yo miré a Gabriela, y fingí que vomitaba, a lo que ella sonrió.
-Todos los que estamos aquí ya nos conocíamos antes, pero a ti no Elena ¿de donde vienes?- dijo Luisa.
Yo había nací en en Roma, Italia, ya que ahí se encontraban las catacumbas más antiguas, las Catacumbas de Priscila.
-De roma-
-¿Cuántos años tienes?- volvió a preguntar, esto se iba pareciendo a un interrogatorio, pero no dije nada.
-810 años- dije sin darme cuenta, ya que esa era mi edad real, pero por fuera lucía de 27 años, y una de las reglas es que los humanos no tienen que saber tu edad real, ya que no te creerían.
-¿810?- preguntó Luisa extrañada, y me di cuenta de mi error.
-Digo 27 años- dije sonriendo, y me di cuenta de que Omur (Sergio) me miraba, con interés.
-Por cierto, ¿que es esa cosa que tienes en tu mano?-
En la mano tenía mi guadaña retraída, ya que había estado jugando con ella para entretenerme.
-Esto, es un simple palo- dije sin convicción, dije eso y me lo quitó de las manos.
-¡Que grosera!- pensé, pero no podía lastimarse, ya que solo la muerte ( o sea yo), podía abrirla, pero ella empezó a jugar con la guadaña, y eso no me agradaba, porque esa era mi arma, mía no de ella.
-Oye, creo que es mejor que me la devuelvas- dije preocupada
-¿La?, así que no es un simple palo- dijo sonriendo.
-¿Qué es?-
-Nada solo devuélvemela- dije extendiendo la mano, pero ella la aparto, así que me levanté, y la cogí, a lo que ella la cogió con más fuerza, se la quité haciendo el movimiento equivocado, y se abrió ( ya que se abría cuando yo la tenía en mi mano, y hacía un movimiento en específico, y ya que estaba acostumbrada a hacer ese movimiento, me salió sin pensar), con la mala suerte de que el filo de la guadaña rozó la mejilla de Luisa, y le hizo un corte bastante largo.
Yo me quedé ahí paralizada, e inmediatamente miré a Olum (Sergio), que me miraba con una mezcla de confusión y frialdad, debía de estar imaginando que era yo, y los demás me miraban estupefactos...