La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 2

 

Carol

28 de noviembre de 2018

Mañana
 

No puede existir un dolor peor que este, de eso estoy segura.

Tampoco hay forma de quitar el dolor tan arraigado en mi alma. ¿Alguna vez en mi vida sentí tanta agonía? En definitiva, no. Nada se compara, nada lo refleja, y nada consuela mi tortura. Los recuerdos de mi bebé en mis brazos me arden en todas mis venas. De sus primeros pasos, su primera palabra, su sonrisa, el sonido de su risa y la forma en que, con su serenidad, me pedía que me tranquilizara cuando discutía con Adam.

Miro su fotografía y todo me parece irreal.

Mi bebé murió.

Ya no lo veré nunca más.

Las lágrimas corren por mis mejillas. Eddy era mi tesoro, mi esperanza, mi bello regalo y mi único error. Aún pensamientos sobre aquello me atormentan, pero sé que ya nada de eso importa ahora, solo que él se ha ido.

Solo el hecho de su muerte.

Esa maldita agua se lo llevó.

Sé que a mi bebé le gustaban los retos y solo por ese hecho no le he hecho caso a Lena sobre sus sospechas hirientes. Todo pasó muy rápido y en realidad solo Libby estaba ahí cuando lo encontramos. Flotaba en el agua como si solo descansara. ¿Cómo podría pensar en culpar a mi hija? Fue un accidente, aunque no tengo idea de cómo se produjo. Tuvo que ser un accidente, porque Libby no podría haberle hecho nada. Ella me lo dijo.

«Mami, Eddy se metió solo».

Los recuerdos vuelven.

La imagen me atormentará por el resto de mi vida.

La de mi hijo inerte en el agua.

Mi hijo, mi pequeño Eddy, está muerto. Así, a secas, sin segundas oportunidades, sin poder cerrar los ojos para descubrir que solo se trata de una pesadilla. Los siento como dos grandes pozos de barro, pesándome hasta los hombros y el alma. Estoy tan sometida en mi dolor que no pienso en nadie más, ni siquiera en mí misma.

¿Dónde estará Libby?

¿Y Lena?

Escucho unos gritos que perturban el silencio de la casa y me incorporo en la cama. ¿Quién es?, ¿por qué no se callan?, ¿por qué irritan mi pena de esta forma? Es muy seguro que sean Doris y Dean. No tengo problema en que mi hermana se quede en mi hogar junto con sus dos hijos, pero lo voy a considerar. No quiero niños, no quiero verlos. No quiero que ellos sigan siendo tan felices entre juego como lo hacía Eddy.

«Ojalá uno de ellos se hubiera muerto».

Suelto un jadeo, asustada de mis propios pensamientos. ¿Qué sucede conmigo? Me llevo una mano a la boca y empiezo a temblar.

Con pesadumbre, logro levantarme de la cama y, al encender el interruptor que está detrás de la lámpara del buró, descubro una bandeja llena de comida sobre la superficie de este. Pienso en mi esposo, él la ha dejado allí antes de irse a trabajar como todas las mañanas. Con violencia la jalo y dejo que todo acabe en el tapete del piso. Poco me importa.

Los gritos resuenan en la casa y yo titubeo mientras camino por los pasillos hasta llegar a las escaleras. Puedo identificar que los sonidos provienen de la cocina y con las fuerzas que logro reunir, llego hasta donde se vive el alboroto. Lo primero que veo hace que me lance contra mi hija mayor, que parece estar desquiciada.

¡¿Qué le sucede a esta niña?!

Lena sujeta a Libby de los brazos con manos de hierro mientras le grita con desquicio en la cara y la sacude ante su silencio. Con esfuerzo y gritos, logro apartarla de Libby. Protejo a mi niña detrás de mi cuerpo.

—¡Lena!, ¿qué haces? —chillo sin comprender.

Todas mis emociones están a flor de piel y exploto con facilidad. Ya tengo el dolor de la muerte de mi hijo, no quiero ahora tener que vigilar las estupideces de Lena. Sé que no solo a mí me mata por dentro, sé que mi hija está deshecha. Sin embargo, no puede ponerse en contra de su propia hermana.

Ella se lleva las manos a las mejillas para quitar las lágrimas que bañan sus facciones.

—¡Ella lo sabe, mamá! ¡Sabe lo que pasó con Eddy! —grita Lena fuera de sí—. ¡Ella sabe quién lo mató! Y tal vez ella...

Basta. Basta.

No quiero oírlo.

En un acto de puro instinto, alzo la mano y golpeo su mejilla, esto provoca un ruido sordo y doloroso. Mi mano tiembla, la palma arde. Y, de nuevo, lloro.

Lena levanta la mirada y clava sus ojos azules en mí, me ve de la misma forma en que una víctima miraría a su opresor. Y las ganas de suplicarle perdón llegan, pero es más fuerte mi furia contra ella porque ha pretendido culpabilizar a Libby, una inocente niña.

—¿Cómo puedes decir esa idiotez?, ¡tu hermana no mató a Eddy!, ¿cómo te atreves a culpar así a tu hermanita?

Ella niega y da un paso atrás.

—Libby ya no habla, mamá. Ella esconde algo —susurra con un lloriqueo—. Y Eddy le tenía un maldito terror al agua.

Suelta con un sollozo antes correr por las escaleras.

Libby tiembla en un rincón de la cocina. Avanzo hacia ella con pasos cortos y le aparto el cabello de la cara, lo paso por detrás de sus orejas. Su cuerpo se sacude y su respiración es entrecortada. Se me estruja el corazón de verla así.

—Mami...

Libby desde siempre ha tenido problemas de lenguaje y solo cuando está calmada puede hablar apenas con claridad. Adam y yo la hemos llevado a terapias, pero su avance está siendo demasiado lento. Doblo las rodillas, la abrazo con fuerza. Ella y Lena son lo único que me queda.

Ellas son mi vida.

Libby me abraza con sus pequeños brazos y comienza a llorar en silencio. Yo acompaño sus lágrimas mientras la daga invisible que atraviesa mi corazón se clava aún más. Ojalá hubiera abrazado más fuerte a mi hijo aquella última vez. Una parte de mí ha muerto para siempre junto con Eddy, mas lo que me queda es suficiente para proteger a mis hijas. Y lo primero que tengo que hacer es que Lena esté tranquila y deje de ver un asesinato donde no lo hay. Dejo de abrazarla y acuno su carita en mis manos temblorosas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.