La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 5 (parte dos)

 

Miro por la ventanilla la pequeña casa blanca de dos pisos sin más decoración que dos ventanas con persianas viejas en cada lado de la construcción frontal. Puedo ver el pequeño patio ser inundado por la lluvia porque el portón rojo está abierto. Me vuelvo hacia Peter y lo encuentro estudiándome con fijeza. Parpadea y desvía la mirada al volante con rapidez.

—Gracias, Peter.

Asiento y tomo la manija de la puerta, dispuesta a abrirla.

—¿Lena? —llama justo cuando estoy a punto de abrirla—. Cuídate mucho.

Vuelvo a afirmar con él mentón, me bajo de la camioneta y corro por el patio hacia el recibidor de la casa para protegerme de la lluvia y para que Peter pueda ver que he recuperado la cordura, por ahora. No se mueve, asumo que él no ha despegado su atención sobre mí, así que agito la mano, tal vez con demasiado entusiasmo.

«Tengo que dejar de fingir tanto».

Pero funciona, pues por fin se marcha. Giro hacia la puerta de metal que está frente a mí y me atrevo a tocar el timbre. Lo que me ha dicho Josh vuelve a mi cabeza como una sinfonía sin final.

«Supongo que ha consumido con la maldita droga que le diste en la fiesta del jueves por la tarde».

No, eso tiene que ser una jodida mentira. Mi corazón vuelve a latir desbocado por el miedo y me abrazo a causa del frío. La puerta de pronto se abre y sé que Jane la ha abierto como siempre, porque nadie me recibe. Miro dubitativa mis botas húmedas antes de entrar, pero, de todos modos, termino haciéndolo. No me puedo quedar afuera para morirme.

«Supongo que ha consumido...».

El interior es pulcro y ordenado, los muebles están en su lugar y no hay ropa o cosas regadas alrededor. Primero está el vestíbulo, a mi derecha la sala y justo en medio las escaleras. Las luces están apagadas y comprendo que Jane está sola, como casi siempre. Su madre apenas toma consciencia de su hija. Y me da mucha pena, porque Jane ya ha sufrido demasiado con la muerte de su padre como para también soportar la terrible indiferencia de su madre. Me siento muy mal.

«... con la maldita droga que le diste».

Me sujeto al barandal de madera y comienzo a subir las escaleras con las piernas temblorosas. No, lo que dijo Josh debe ser mentira. Jane ya ha dejado atrás esas cosas, yo no podría haberle insinuado nada para que volviese a lo de antes. Trato de recordar lo sucedido aquella tarde, mas no logro encontrar en mis memorias ningún rastro de haberle dado drogas.

Llego a la segunda planta y trago saliva cuando veo la puerta de Jane entreabierta, y con la luz encendida. Un trueno a causa de la tormenta se produce afuera y me hace saltar de manera imperceptible. Se escucha como si cayera justamente arriba de mi cabeza. A mi alrededor todo tiembla, las persianas se mueven por las ráfagas de viento que entran por las rendijas de las ventanas y la oscuridad de la casa da un aspecto tétrico al ambiente. No sé cómo diablos Jane puede quedarse en esta casa que ahora mismo se ve como el perfecto escenario de una película de terror.

Una imagen mental de mi mejor amiga se comienza a formar en mi mente y ruego al cielo por que el aspecto de Jane no sea como me lo imagino, como era hace un año. Ella ya ha superado esa mierda.

Llego hasta la puerta y como está entreabierta, puedo ver el borde de la cama tendida con sábanas blancas y el espejo del tocador que refleja las paredes grises llenas de cuadros de diferentes artistas famosos del momento. Mi mano tiembla cuando empujo finalmente la puerta. Y lo que veo me detiene de manera abrupta la respiración.

No, joder, no.

Jane está hecha un ovillo en un lado al borde de la cama, tiene la espalda recargada en la madera de la cabecera y su rostro pálido está demacrado. El rímel está corrido en sus mejillas húmedas y su cabello castaño es un desastre.

Jane está hecha un desastre.

—Jane, por dios —susurro, desconcertada.

Avanzo hacia ella con un nudo en la garganta. Los ojos cafés de Jane no me miran, pero sí que sabe que estoy aquí. Su cuerpo tiembla y sé que ha llorado por horas. Entonces recuerdo lo alterado que vi a Josh. ¿Qué pasó entre ellos? Con cuidado, tomo asiento en el borde de su cama y la miro con consternación.

—Jane, por favor, háblame, estoy aquí.

Ella alza la vista y su mirada es de absoluta tristeza. Sus orbes han perdido el brillo que los caracteriza y el labial rojo que tiene en los labios de pronto parece como si fuera sangre.

—Ella volvió a hacerlo —susurra con la voz débil.

Sé de quién habla y una profunda ira comienza a nacer en mi pecho. ¿Por qué le hace esto a Jane? No lo comprendo. No entiendo cómo su madre puede no querer a una chica como ella. Tan buena, tan aplicada, tan normal, no como yo.

—Pero... pero has consumido —resoplo con miedo.

Jane voltea hacia otro lado y sé que es porque sus lágrimas se derraman y a ella no le gusta que la vean llorar. Ni siquiera yo, que prácticamente soy la persona a la que le tiene más confianza. Sin embargo, lo entiendo a la perfección: algunas cosas son tan privadas que ni siquiera en la soledad nos gustan.

Mi garganta arde, pero tengo que saberlo.

—Jane... ¿quién te las ha dado? Dime.

Tiemblo más.

Lucho por recordar, pero todo yace distorsionado.

Ella niega y sigue sin mirarme. Sus cabellos castaños ocultan parte del perfil de su rostro. Aun así, puedo notar la rojez en sus córneas.

—En el bolsillo de mi chaqueta —comienza a decir con la voz áspera—. Después de...

Y se detiene por mí.

—Después de que mi hermano murió —digo yo para que continúe, aunque las palabras son como espinas para mi alma.

Por alguna extraña razón, la muerte se vuelve más real cuando se dice en voz alta. Más cercana, más dolorosa. Mucho más viva.

—Llegué a casa para contarle a mi madre, y... —Su voz comienza a romperse y sé que lucha por mantener la compostura—. Ella estaba muy enfadada, comenzó a gritarme y no le importó la fatal noticia de tu hermano, solo...




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