La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 7

 

Alec

1 de diciembre de 2018

Mañana
 

Hace frío.

Suelto el humo del cigarrillo y sigo con la vista puesta en el edificio del instituto que se cierne sobre el otro lado de la acera. Aún no tengo ganas de entrar, por lo que sigo recargado en la puerta del volvo gris.

El humo de cigarro crea numerosas figuras, pero ninguna es definida, pues antes de hacerlo, se desvanece. Tiro el pitillo en el asfalto y no necesito pisarlo con el zapato para apagarlo, porque de inmediato hace contacto con el agua. Las aceras todavía están húmedas por la tormenta de anoche.

Meto las manos en los bolsillos y veo cómo pasan dos chicas guapas frente a mí, cómo me miran de reojo y mueven con exageración los párpados. Por Dios. Si pudiera fijarme en alguna de ella, sin duda lo haría. Si pudiera obsesionarme con una mirada correría tras ella. Si pudiera ver en ellas lo que veo en Lena sería el primero en cortejarlas.

Pero no.

Tengo que ser enfermo, lo suficiente, como para estar enamorado de mi propia prima. Es enfermo y asqueroso, mas no puedo cambiarlo. Aunque a ella incluso no le cause gracia. Lena jamás me mirará como yo la miro a ella. Lena no está tan desquiciada, además, nunca ha ocultado su gusto por Peter Dawson. Aunque... después de la muerte de Eddy, eso ha parecido cambiar en ella. Y es un alivio. No puedo contar con los dedos todas las veces en las que tuve que controlarme para no impedir que Dawson se acercara a Lena como me gustaría hacerlo yo.

Y en esta ocasión no he entrado en clase por esa precisa razón. Tenemos clase de gimnasia y a ella en el sorteo de ayer le tocó con el jodido de Peter. Y no pienso pasarme dos horas viendo cómo ese chico de pronto parece tener interés en Lena después de que antes jamás volteara a verla. No lo entiendo y por eso me cae demasiado mal, aparte de lo obvio.

Quiero a Lena de una forma inapropiada, a ese hecho ya me he resignado. Este secreto lo llevo guardado desde que comenzó a brotar en mí, ni siquiera se lo he dicho a ella, a nadie, en absoluto. Aunque no tengo que ser un genio para ver que Lena lo infiere todo el tiempo. Ella lo sabe, lo siente, a pesar que nunca se lo haya dicho. Lo dicen sus ojos, sus movimientos cuando está cerca de mí. Y cuando trato de acercarme... siempre sus orbes se abren más de la cuenta y trata de alejarse.

Sé que Lena sabe lo que siento y eso me duele aún más, porque me demuestra lo enfermo que estoy, me dice en silencio que está mal, mas yo no lo entiendo, no me entra en la cabeza. Desde que tengo memoria recuerdo quererla.

Desde que tenía diez años. Desde el primer día en que llegué a vivir en definitiva en la casa de mis tíos después de la muerte de mi padre. Como nunca conocí a mi madre, no me quedó más remedio que pasar a tutela del hermano de mi padre y su esposa. Fue entonces cuando ella se acercó a mí cuando yo lloraba aún por la muerte de mi padre. De mi súper héroe, de todo lo que tenía.

Ella puso una mano sobre mi hombro y yo volteé para observarla. Vi un pequeño ángel de cabellos dorados e hipnóticos ojos azules. La belleza de Lena siempre ha sido dolorosa, pero esa no es la única razón por la que despertó en mí ese sentimiento. Fue por cómo era. Porque siempre estuvo ahí para mí, porque a pesar de todo, se convirtió en mi compañera y en mi mejor amiga. Y después yo tuve que arruinarlo todo con mi amor por ella.

Lo sigo arruinando.

Me da vergüenza pensarlo. ¿Por qué tengo que sentirlo?, ¿por qué no puedo curarme de esta enfermedad? Es una tortura verla todos los puñeteros días. Y ahora es mucho más difícil porque a veces tengo ganas de abrazarla, consolar su tristeza y no puedo. Nunca lo hago porque siempre sale a relucir lo que siento cuando toco su cuerpo. Este amor que siento es como un veneno que se expande por cada extremidad. Una enfermedad de la cual todavía no encuentro cura.

Entonces, una chica con cabellos de fuego acapara mi visión y me saca de mis cavilaciones. Es Sarah y me ve con las cejas alzadas. La detallo, pienso que la pelirroja sería una buena opción para tratar de enamorarme de ella. Es muy guapa, caliente y atrevida. Todo con lo que un chico sueña.

Sin embargo, por más que la miro y trato de buscar esa chispa que capture mi atención, no la encuentro. Y eso es porque Sarah no es Lena. Nadie lo es.

—¿Disfrutando del aire fresco, Kutner?

Sus labios lucen tan rojos como su cabello, son apetecibles. No puedo evitar recorrer su cuerpo con la mirada. Bien, ella es muy atractiva, pero solo llama la atención en ese sentido. Su figura es definida y su falda deja a la vista unas piernas tonificadas y trabajadas.

Sin duda, Sarah debería ser el remedio para lo que siento. No obstante, tantas veces he estado a punto de besarla y a último momento siempre me detengo. Una cosa es la atracción y otra es la emoción de ver los ojos de la chica que amo antes de besarla. Ella no posee unos luceros azules.

—Solo fumaba —respondo encogiéndome de hombros.

—Vaya, como siempre. —Sonríe y avanza hacia mí con lentitud—. ¿Y no sientes frío? Conviene un poco de calor, ¿no?

Pega su cuerpo al mío y rodeo su cintura con mis brazos sin poder evitarlo. Sarah es demasiado directa conmigo, todo el tiempo. Me observa, trata de acercar su boca a la mía con ansiedad, pero la detengo fuerte de las caderas.

—No puedo hacerlo, lo sabes —susurro muy cerca de sus labios.

Por los ojos de Sarah reluce un destello de impotencia y tensa la mordida con decepción. Sin embargo, no deja de pegar su cuerpo contra el mío y acerca sus labios a mi cuello. Puedo sentir su respiración en mi piel y eso me hace temblar. Soy hombre después de todo, pero no quiero sobrepasar la línea porque eso no me lo perdonaría.

Además, ya no vería de la misma forma a Lena. Siento que la traiciono de alguna forma y por eso aparto a Sarah. Ella percibe mi rechazo y se aleja en definitiva después de besar mi cuello.




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