La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 12

 

Lena

3 de diciembre de 2018

Mañana
 

No puedo dejar de mirarlo.

Tampoco soporto que no me hable. Me siento demasiado herida, decepcionada y abandonada. Lo único que he hecho con Alec desde el día en que me encontró con Peter ha sido discutir. El día de ayer le he sacado el tema de mi hermano y en que estoy segura que Eddy jamás se hubiera acercado a la piscina por su propia cuenta. Se ha molestado y me ha llamado loca. Dice que enloquezco porque veo un asesinato en un simple accidente.

Y ahora está decidiendo ignorarme, ni siquiera voltea a verme cuando me acerco a Peter. Y no sé qué me duele más, que no confíe en mí sobre la certeza que mantengo en mi interior o que me ignore de manera deliberada y se acerque a Sarah más de la cuenta.

Lo escruto desde las gradas del campo. El cielo, de milagro, no está tan nublado y lluvioso como siempre, apenas hay unos rayos de sol cálido. Y solo por eso, la mayoría ha venido con shorts y playeras holgadas, como si de pronto Sundeville fuera California o algo por el estilo. Sin embargo, en un pueblo donde todo el tiempo llueve, comprendo la emoción de las personas al sentir la visita del sol, que con constancia nos tiene en el olvido.

Peter estaba a mi lado hace un momento, pero ha sido llamado por el jefe del equipo de fútbol y se ha tenido que ir al campo. Ahora mismo estoy sola porque Jane está con John y justamente él le ha pedido que se aleje de mí. Sí.

John quiere quitarme a mi amiga, y Jane le hace caso, pues él no sabe que ella y yo hemos acordado hablarnos y vernos por la tarde con total calma. Jane lo ama demasiado y por eso lo hace. Yo estoy en total desacuerdo, pero no puedo cambiar la situación.

Jane es así.

En el campo varios chicos corren. Alec de pronto se detiene y se acerca a una de las banquillas de los laterales superiores. Un chico le da una botella de agua, él la toma de inmediato. A pesar de la distancia, puedo verlo con detalle y su obvio atractivo se nota en sobremanera. Sobre todo, cuando juega, porque su playera se pega a su cuerpo y resalta lo definido que es su torso. Alec es demasiado guapo, siempre lo ha sido.

Alec es todo lo que no debo tener a mi lado, aunque una parte de mí lo desee en silencio. Ya aclaré mis sentimientos, por eso es que me siento aún más miserable si cabe, porque de ninguna forma puedo decirle a Alec lo que he descubierto que siento por él. Lo que siempre sentí, pero que me he auto engañado para no aceptarlo.

No puedo decirle porque entonces no me detendría a probar el sabor del pecado. Y eso solo me llevaría a la perdición, por lo que ahora comienzo a comprender que alejarnos y dejarnos de hablar es lo mejor.

Alec y yo conformamos el pecado.

Veo cómo una chica pelirroja se acerca a él dentro del campo y le dice algo antes que él le devuelva la sonrisa. De inmediato siento la sangre arder, aprieto los dientes. Sarah le toma del hombro y se acerca demasiado a su cuerpo, pero eso no es lo que me molesta. A Alec parece gustarle y no se aleja.

¿Él está consciente que lo observo?, ¿lo hace a propósito? Pero él no me ha visto, estoy segura, pues nuestras miradas no se han encontrado. Además, estoy en la última grada y estoy casi oculta por tres chicos que están sentados frente a mí. Así que lo que él hace, lo hace porque quiere.

Sarah se ríe y noto cómo abraza a Alec, quien parece muy divertido con la pelirroja y la toma de la cintura. Mis ojos arden, casi siento cómo el agua quiere desbordarse por mis mejillas. Esto es demasiado. Él no puede estar comportándose así. Ayer no me dirigió la palabra y ahora coquetea con Sarah, justo con ella. Él sabe que con ella me llevo bien.

Decido no ver más, no tengo por qué hacerlo. Me levanto con furia, bajo las escalerillas de las gradas con las piernas casi trémulas. Camino por el asfalto y me encamino hacia la salida del campo. No obstante, justo cuando casi cruzo la verja, choco con el cuerpo de alguien que también va saliendo. Sobresaltada, volteo y veo a la pelirroja mirándome con sorpresa.

—¡Lena! Oh, ten un poco de cuidado.

Frunzo los labios y suelto un suspiro contenido.

—Tú no te has fijado, Sarah —suelto con sequedad.

Sarah parece notar mi enojo escrito en mis ojos porque alza las cejas confundida y las dos manos. Se ríe entre dientes.

—Oye, tranquila, Lena —gorjea con su asquerosa voz cantarina—. Solo es broma. ¿Qué tienes? Estás un poco alterada.

¿Qué tengo? ¿Todavía lo pregunta? Tengo ganas de fulminarle y decirle que mi problema es que ha estado de resbalosa con Alec, pero me contengo. No puedo decírselo. Sonaría enfermo y estúpido por completo.

—No tengo nada, solo me duele un poco la cabeza. —Me obligo a decir casi con desdén.

Cruza los brazos y hace una mueca con sus labios demasiado remarcados con rojo.

—Oh, ya veo —musita y se muerde el labio—. Por cierto, Lena, quería comentarte algo. ¿Tienes tiempo?

Junta las manos y esboza una sonrisita.

Respiro hondo y trato de calmarme.

—¿Sobre qué?

Sarah se recarga en la verja y mira hacia el campo con una sonrisilla nerviosa donde Alec corre de un lado a otro. Ya puedo comprender por dónde quiere ir y entonces esbozo un mohín de suficiencia. Alec está atado a mí, por más que ella lo intente, él nunca dejará de quererme. Sí, aunque sea una enfermedad. Él jamás podrá curarse.

—Bueno, como Alec es tu primo, yo quería pedirte a ti que...

—¿Que acepte salir contigo? —interrumpo con voz burlona.

Sarah asiente y junta las manos, otra vez, con la misma estúpida sonrisa.

—No, no con exactitud —aclara aún con una sonrisa más abierta, como si disfrutara de mis reacciones—. Más bien que se ponga la chaqueta que ayer le he regalado para nuestra primera cita. La verdad es que quiero que todo salga...




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