La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 14

 

Lena

4 de diciembre de 2018

Tarde

 

Las palabras de Dean flotan en mi mente mientras bebo un vaso de agua. Cuando ayer llegué por la tarde, me encontré a mi primo en el patio junto con Doris, lo cual fue bastante extraño, pues ellos dos no son tan unidos. Además, siempre están con mi tía Emma. Le pregunté si había visto a Hunter en la fiesta. Dean lo conoce, no muy bien, pero sí lo identifica.

«Él estuvo en el cumpleaños de Eddy. Lo vi».

No he podido dejar de pensar en ello. Y más después de preguntarle a mi madre, de una forma muy sutil y desinteresada sobre si alguien había invitado a Hunter al cumpleaños de Eddy. Sin embargo, ella no me supo decir nada, ni siquiera sabe quién es él. Y yo recuerdo que ella llevó toda la lista de invitados. Ella no pudo haberlo olvidado.

Si mi madre no sabe quién es Hunter, entonces él no pudo haber sido invitado al cumpleaños de Eddy. Esto es tan extraño que no puedo evitar sospechar de él. Su odio inexplicable contra mi hermano y el hecho de que estuvo presente en el cumpleaños...

Dejo el vaso vacío sobre la mesa y reviso la hora en mi reloj de la muñeca. He quedado con Jane en su casa para platicar sobre la certeza que tengo en mi mente y todo lo que sospecho. Ella no sabe nada aún y ahora que está más despejada, podrá escucharme con calma. Sé que ella creerá en mí.

Respiro hondo y pienso en mi madre. La veo un poco mejor, hoy por fin salió de su escondite y fue con mi padre y Libby a abrir de nuevo la galería de arte después de estar durante varios días cerrada al público. Emma también se marchó junto con sus hijos al supermercado por lo que estoy sola en casa, exceptuando el hecho que Alec sigue en su habitación. No sé si va a salir, pero no me interesa.

No debo por qué tomarle importancia, pero lo cierto es que hago lo contrario. Desde hoy en la mañana Alec y yo no hemos hablado. Él sigue tan empeñado en ignorarme desde aquel día en que elegí a Peter, y yo sigo sin poder confesarle lo que he descubierto que siento por él. Mas, de cualquier forma, nunca lo haré.

No voy a pecar de ese modo.

Voy a quitarme esta enfermedad que me duele.

Salgo de la cocina y cojo las llaves del coche de mi madre del pequeño perchero del corredor cuando veo a Alec bajar las escaleras. Él alza sus orbes y nuestras miradas se cruzan.

Su cabello negro está húmedo y peinado, su rostro luce limpio y sus zapatos están casi relucientes. Siento un pinchazo en el pecho cuando me percato de esa nueva chaqueta roja, la reconozco, por supuesto, es la que Sarah le regaló. Así que va con ella. Y esa afirmación la puedo leer en sus ojos. Veo en su expresión que no le hace sentir bien esta distancia entre nosotros, pero tampoco va a hacer nada para remediarlo.

Lo puedo presentir.

Alec va a intentar hacer de todo para sanarse de mí.

Desvía la mirada y se dirige hacia la puerta sin miramientos. Aprieto los puños y siento los labios temblar. ¿Es que ahora ni el saludo querrá darme? Me duele en sobremanera que me ignore de esta forma, por lo que avanzo detrás de él.

—¿Quién te regaló esa chaqueta? —pregunto antes que él abra la puerta.

Él se voltea confundido por mi tono de voz y niega con la cabeza. Parece un tanto turbado y hasta divertido por mi comportamiento.

—¿Para qué quieres saberlo, Lena? —inquiere al mismo tiempo que coge las llaves de su Volvo del perchero que está justo al lado de la puerta principal.

Parpadeo y trato de deshacer el nudo en la garganta.

«Dile¡Dile!».

No, no voy a condenarme. Trato de volver fría la mirada y me muerdo el labio inferior con desinterés. Con todas mis fuerzas, trato de no hacer notar mi enorme inconformidad por que salga con Sarah. Él no cree en mí. Él ahora quiere olvidarse de mí. ¿Por qué tratar de retenerlo?

—Solo... preguntaba, no te la había visto —explico con una sonrisa indiferente, el ácido corre por mis labios—. Y, por cierto, ya deberías hacerle caso a la pobre de Sarah. ¿Acaso no ves que se muere por ti?

Su expresión de diversión se esfuma de sus luceros y ahora aparece una que no puedo descifrar. Es como si no le gustara en absoluto lo que digo. Y, cuando noto que las comisuras de su boca bajan, reprimo una sonrisa de satisfacción. Debe pensar que me alegra que vaya con Sarah. De ninguna forma debe descubrir lo contrario.

Él parpadea, se lleva una mano a la barbilla y se la acaricia con el dedo pulgar. En sus ojos miel la resolución da un chispazo, asiente e incluso se acerca para poner una de sus manos sobre mi hombro.

—Ahora que lo pienso, tienes mucha razón, Lena —musita con una sonrisa más irreal que cualquier otra cosa—. Sarah es inteligente y guapa. Además, es amiga tuya. Creo que me has terminado de convencer para que le pida ser mi novia.

Me quedo estática, solo puedo mirarlo con las cejas arrugadas y los labios entreabiertos. Alec esboza una sonrisa, me guiña el ojo. ¿Por qué actúa de esta manera? ¿Cómo pretende que le crea? Él no puede querer de ningún modo a Sarah. No puede, es imposible, porque él solo me desea a mí.

—Gracias, Lena, siempre tan buena consejera —continúa, me suelta el hombro para abrir la puerta de la entrada—. Deséame suerte en la primera cita con mi chica —gorjea antes de salir y cerrar tras de él con un poco de fuerza.

Se ha ido.

Al instante ya puedo imaginármelo junto con Sarah. De tan solo pensarlo, siento como si se revolviera mi estómago. No obstante, eso no es lo peor. Algo me lastima en el pecho, es una sensación que no me deja respirar con normalidad.

A cada segundo lo comprendo.

Alec ha asumido que yo jamás voy a sentir lo mismo y está decidido a muerte a buscarse otra chica para olvidarme. ¿Y con quién mejor que con Sarah? Si ella le abre las puertas a todo.




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