La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 15

 

Libby

4 de diciembre de 2018

Noche
 

No tiene mucho tiempo que Alec ha llegado a la casa. Lo he visto entrar en su habitación antes de medianoche, justo cuando me levanto siempre por un vaso de agua. Hay algo extraño en él, ya no lo veo con mi hermana. Antes eran inseparables.

Pero Eddy ha cambiado todo.

Todo.

Todos duermen mientras bajo las escaleras en silencio con los pies descalzos. Mis primos duermen en su habitación junto con mi tía. Pienso en ellos y no puedo evitar sentirme mal porque duermen bajo el mismo techo que yo.

Doris y Dean deberían irse.

Mi tía Emma debería llevárselos. Sin embargo, desde la muerte del tío Jason, ellos han llegado a mi casa sin pretensiones de marcharse algún día. Y no sé si en algún futuro pueda pasar un día sin verlos todo el tiempo. Dean no me cae tan mal, pero a Doris no me gusta mirarla. No puedo. Cada vez que lo hago miro a Eddy.

Mi hermano me atormenta.

En mi mente vuelvo a mirarlo llevarse un dedo a los labios.

«Shhh».

Aprieto los párpados y me apresuro a tomar un vaso de cristal para llenarlo de agua del garrafón que está en la cocina. Lo bebo todo de un solo trago. Tengo muchísima sed. Lo dejo sobre la encimera y no puedo evitar mirar sobre mi hombro hacia la ventana que da al patio trasero. El agua de la piscina se ve tranquila y solitaria como siempre. Me dan ganas de gritar, pero decido callar, porque mi voz sale a trompicones.

Porque recuerdo qué es lo que no debo hacer.

Nunca.

Me llevo un dedo a los labios y susurro un ligero sonido entre ellos.

El sonido de la angustia es fuerte en mi mente. Tranquila, tranquila. Todo debe seguir así. Se lo he prometido a la tía Emma, no puedo fallarle. Salgo de la cocina de puntitas y de pronto percibo una titilante luz que entra por una rendija de una de las ventanas de enfrente. De puntillas, me acerco a la ventana y corro a un lado de la persiana para ver de dónde proviene esa luz.

Entonces lo veo.

Hay un auto oscuro, tiene las luces prendidas, pero de un segundo a otro las apaga. Sin embargo, la luz de uno de los faroles de la calle basta para que pueda ver la silueta de un hombre que está de pie y mira en dirección a mí, a la cama.

Está justo en frente.

Me estremezco cuando a lo lejos logro ver su rostro. Es alto, blanco y tiene los ojos oscuros. Jamás lo he visto en mi vida, ni tampoco rondar por la casa. Me estremezco de miedo. ¿Será un ladrón que quiere robarnos? Estoy a punto de llamar a gritos a mi papá cuando de pronto el hombre se mueve y regresa al interior del auto.

Las luces del auto vuelven a encenderse, se marcha y desaparece de mi vista. Los latidos de mi corazón siguen rápidos dentro de mi pecho. En verdad ese hombre me ha asustado. Envuelvo mi cuerpo con mis brazos y subo con rapidez las escaleras. No quiero mirar otra vez por la ventana.

Pienso en decirle a mi padre sobre el hombre que he visto, pero decido que lo mejor será que no le diga. No quiero preocuparlos más. Ni a él ni a mamá. Ellos sufren mucho por la muerte de Eddy.

Yo lo hago más.

Entro en mi habitación y cierro tras de mí. Me meto dentro de las cobijas de la cama y pretendo dormir. No obstante, la visión de aquel hombre de pie mirando hacia mi casa me mantiene despierta. Y lo peor es cuando vuelvo a escuchar la voz de Eddy en mis oídos...

Otra vez ese gesto.

«Shhh».

 

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