La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 16

 

Elena

1 de octubre de 2018

Tarde
 

Me ha resultado difícil encontrar la ubicación, pero por fin estoy aquí.

En el despacho personal de Adam Kutner.

Pasé varios días esperándolo en el salón después de clases, pero nunca llegó a las citas. Por supuesto que la excusa que utilicé fue la situación de su hija Libby. Sin embargo, por más que le mandé recados a través de su hija, él nunca llegó.

Y eso me irrita.

¿Está rechazándome?, ¿acaso se ha dado cuenta de mis intenciones y pretende alejarse? De cualquier forma, no voy a dejarlo ir. Tengo que llegar a Adam para llegar a mi principal objetivo. Para tener la familia que siempre quise tener y un día me negaron.

Estoy sentada en la sala de espera con las piernas juntas y los nervios a flor de piel. Tengo las manos entrelazadas sobre mi regazo mientras espero mi turno para pasar. Un muchacho serio y con lentes de mosca, es el recepcionista del despacho del abogado Adam Kutner. Él está concentrado en el ordenador que utiliza, en el que parece hacer algo importante, pero incluso así puedo notar que trata de mirarme a hurtadillas. Es un chico joven, tal vez tendrá unos treinta años. Y yo soy una mujer madura, nueve años mayor, pero está claro que le resulto atractiva. No me pasa todo el tiempo, pero me gusta sentirme todavía bella y deseada para los hombres. Es algo que pocas mujeres a mi edad pueden presumir.

Verme mejor que algunas chicas de veinte años resulta muy consolador. Entonces, alzo la mirada y atrapo la del chico castaño. El jovencito se pone colorado y acomoda sus lentes con nerviosismo antes de volver su atención a la pantalla.

Sonrío en mi interior y lucho por no reírme.

De pronto, la puerta del despacho se abre y estoy a punto de levantarme, pues asumo que ha llegado mi turno. Sin embargo, ver a quien acaba de salir me deja paralizada en mi asiento, casi inmóvil.

Es él.

Debe ser él.

Un joven adolescente, alto, guapo, de ojos color miel y cabellos negros, con piel pálida, además de ser poseedor de unos rasgos que no podría confundir jamás, me ve interrogante. Solo son unos segundos, pero bastan para que tenga ganas de llorar y el corazón me retumbe con dolor en el pecho.

El muchacho tiene una mano en la manija de la puerta, frunce un poco el ceño en los segundos en que me mira y después desvía la vista, avergonzada. No obstante, este joven no me ha mirado como el asistente. En sus orbes solo pasó la curiosidad y la sorpresa, en ningún momento brilló la perversión ni la lujuria.

Un segundo.

Y él se marcha antes de balbucear algo al chico del escritorio. Yo sigo sin poder respirar con normalidad, mi respiración se ha agitado. Mi mundo retumba. Sigo con la mirada puesta en el pasillo por donde él se ha ido. Después de un instante, desaparece por completo de mi vista.

Me llevo una mano al pecho porque siento que me quiebro desde dentro. ¿Es él? Absolutamente. ¿Cómo mi corazón podría engañarme?, ¿cómo podría equivocarme?

Ahora tiemblo y es algo que no puedo ser capaz de controlar. ¿Sabrá con solo una mirada ese joven quién soy yo? Siento una tristeza y una alegría. Apenas lo recuerdo, es como si hubiera sido ayer.

Fue un varón, un dulce niño blanco con ojos miel y cabellos oscuros; cuando lo acercaron a mi pecho, dejé de sentirme la mala mujer que todos en la sociedad creían que era. Dejé de sentirme esa mujer etiquetada como la puta del pueblo. Solo quería tener al niño en mis brazos sin ninguna interferencia. Sin Evan.

Pero él no lo permitió.

Y a pesar de todo el amor que le tuve a ese hombre, terminé odiándolo. Los recuerdos surgen como una avalancha en mi mente y de pronto tengo unas ganas terribles de echarme a llorar. Tengo que parpadear para volver al mundo actual porque escucho una voz de fondo. Alguien me llama.

—Señora. ¿No va a pasar? —me pregunta el chico de lentes.

Paso saliva de manera ruidosa y asiento, temblorosa. Sigo sin poder recuperarme de ver a ese niño dulce que ahora es casi un hombre. Tengo el corazón roto, me rompieron la vida, me quitaron mis mejores años con el único ser que me pertenecía. Me negaron el poder ser feliz por errores que cometí en el pasado, pero que, a pesar de ellos, no fueron suficientes para justificar que me arrancaran lo único que me quedaba.

Mi hijo.

Y Evan pagó duro.

Aún recuerdo la sonrisa llena de satisfacción que surcó mis labios cuando me enteré de su muerte años después. Se lo mereció por completo. Y ahora voy a recuperar lo que es mío. Evan destruyó mi vida. Ahora yo voy a destruir a su perfecta familia y recuperar el ser que me pertenece.

Me levanto y aliso mi falda con las palmas de las manos.

El chico de lentes me sonríe antes de que yo avance hacia la puerta. Tomo aire y giro la manija antes de entrar. Cierro la puerta detrás de mí, esbozo una sonrisa de seducción cuando me encuentro con Adam Kutner frente a frente.

Es hora de dejar la fachada de la inocente maestra.

Los ojos de él se notan sorprendidos, pero a pesar de su rostro serio y expresión calmada, puedo notar cómo lucha por no recorrer mis piernas con sus pupilas dilatadas. Lo sé, por más que los hombres traten de ser correctos y ser fieles, siempre surgen tentaciones. Y esa tentación en este caso soy yo.

Adam tiene las manos sobre el escritorio, debo decir que, a pesar de lucir demasiado serio en comparación con su hermano, esto no le quita lo imponente y varonil que se ve. La pequeña cicatriz que recorre su pómulo derecho pasa casi inadvertida por la elegante barba que reluce brillante y suave, cortada a la perfección. Se la ha dejado crecer, pues la última vez que lo vi apenas la tenía.

—¿Qué se le ofrece, profesora Harper? —pregunta Adam al mismo tiempo que se sienta en su sillón de piel y me ofrece asiento.




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