La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 17

 

Emma

5 de diciembre de 2018

Tarde
 

El viento fresco que entra por la ventanilla abierta del auto seca todas las lágrimas que he derramado. Mantengo crispadas las manos en torno al volante mientras conduzco por las calles de Sundeville en mi camioneta blanca. Me dirijo hacia el cementerio como cada domingo.

Voy a verlo.

Voy a recordar.

Porque lo sigo amando.

Lo extraño con cada una de mis células vivas. Todo lo que le ha seguido a mi vida después de su muerte ha sido soledad, una ausencia que se respira en cada rincón de mi habitación y un terrible sentimiento de reproche, de algo que no comprendo.

Aún recuerdo cada detalle del día en que se perdió la vida feliz para mí. Era un momento soleado, caluroso y brillante como lo son muy pocos días en Sundeville durante el año. Ese mismo día mi familia y la de mi hermana quisimos ir a pasar un día de campo, como siempre, como cada vez que se daba la oportunidad.

Siempre íbamos al lago, el que limita con otras poblaciones y se encuentra en los alrededores de la ciudad. Apenas a unos metros de este se encontraba una cabaña, la que mi padre hizo para Carol y para mí cuando éramos pequeñas. Toda de madera, con una sala, una cocineta y un pequeño dormitorio. De niñas solíamos ir a acampar en ella y mi padre nos contaba historias de terror antes de quedarnos dormidas. Siempre nos hablaba de trágicas historias que habían tenido lugar allí mismo. Aunque, con obviedad, todas eran falsas, pues él mismo la había construido no hace mucho tiempo atrás, pero en ese entonces Carol y yo éramos muy ingenuas y nos encantaban esos relatos. Las disfrutábamos como ninguna otra cosa.

Recuerdo la sensación de las plantas de mis pies sobre la húmeda tierra que rodea al lago. Libby, Doris y Dean estaban sumergidos en el lago jugando con Adam, Alec y Lena. Carol y yo estábamos cerca del lago, hacíamos unos pequeños bocadillos para cuando terminaran de nadar. La cabaña estaba muy cerca del lago, pero la maleza de los árboles siempre dificultó su vista desde donde nos encontrábamos. Rememoro que antes de comenzar a cocer la carne, le dije a Jason que fuera por un tapete para soplar el carbón que estaba apenas prendido.

Iba vestido apenas con bermudas y Carol, mi hermana, le comentó que seguro Eddy se encontraba en la cabaña, pues se sentía un poco mal para jugar y le pidió el favor que lo trajera con él en cuanto volviera. Jason le había dicho que sí y a mí antes de irse, me había tomado por la cintura y me había plantado un beso rápido en los labios. Si hubiera sabido que sería la última vez en besarlo, lo habría prolongado un poco más. Le habría acariciado la boca y lo habría mirado a los ojos para decirle que él es y era el único hombre que yo podría amar sobre la faz de la tierra.

Aprieto más fuerte el volante y puedo sentir la humedad que dejan las lágrimas al pasar por mis pómulos. A pesar del tiempo, no puedo olvidarlo, no puedo dejar de sentirme de la misma forma. Sola, triste, confundida.

Jason se había marchado y me había guiñado el ojo antes de escabullirse por los arbustos. Sucedió pocos minutos después, tal vez unos veinte o un poco más. Los niños seguían en su jugarreta y Carol trataba prender el carbón cuando comencé a pensar en que mi esposo ya se había retardado demasiado.

Carol fue la primera en percibirlo.

Un extraño olor a quemado comenzó a llegarnos desde algún punto cercano e incluso todos los que estaban en el lado dejaron de nadar y salieron asustados. Volteé sobre mi hombro, vi a lo lejos llamas y humo potente que se alzaba sobre las copas de los árboles como una auténtica amenaza.

En ese segundo se detuvo mi corazón porque supe que algo terrible había pasado. Todos mirábamos el humo que ya alcanzaba más altura. Y entonces Adam gritó e hizo que reaccionáramos.

—¡La cabaña se está quemando!

Mi corazón palpitó con fuerza y eché a correr hacia el lugar donde ya ardía el fuego. Creo que todos corrimos, pero no me percaté de nadie, solo porque tenía en mente a Jason y... las llamas.

Cuando llegamos la cabaña era el infierno mismo. Solté un alarido y vi cómo mi hermana comenzó a gritar el nombre de su hijo con desesperación. Adam nos pidió que nos apartáramos y él fue el único en acercarse al fuego inminente. La madera de la cabaña ardía en y era casi imposible intentar entrar para salvar a alguien. Tal vez Alec o Lena llamaron a los bomberos en ese momento, porque no recuerdo haberlo hecho yo.

Eddy salió de alguna parte de las llamas con la ropa gris, sucia y el cabello enmarañado. Con los labios grises y la piel del rostro lleno de manchas oscuras, se acercó hacia su padre y se desvaneció en su regazo. Adam lo arropó en sus brazos y lo cargó para alejarlo de tan impresionante llamarada.

Pero yo grité el nombre de Jason y un instinto en mí me hizo querer abalanzarme en las llamas para salvarlo. Sin embargo, alguien me sujetó con fuerza, y entre gritos y lágrimas vi cómo la cabaña de mi infancia se convirtió en cenizas.

Temblaba de dolor.

Vi a mi sobrino de pie al lado de su padre; Adam aún estaba arrodillado junto a su hijo. Y por un segundo la mirada de Eddy y la mía se cruzaron. Esa imagen no ha salido de mi cabeza desde entonces.

Su mirada era de terror, de un absoluto pánico, mas no supe si era por lo que acababa de suceder o por mí. El me miró y después escondió su rostro en el pecho de su padre. En ese instante quise correr hacia él para que me explicara cómo sucedió todo.

¿Por qué él estaba vivo y mi esposo no?

Segundos después creo que perdí parte del conocimiento, porque solo fui consciente de bomberos que apagaban el incendio y de la presencia de la policía científica alrededor del lugar. Fue cuando, a lo lejos, en medio de los escombros y las cenizas de la cabaña, vi una sábana blanca sobre la tierra y cómo cubría un bulto.




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