La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 18

 

Lena

5 de diciembre de 2018

Tarde

 

Trato de no mirar con insistencia la espalda recta de Alec.

Lleva ignorándome por completo durante estos últimos días. Siento que lo he perdido y no solo en el concepto amoroso, pues eso está más que claro, también he perdido a mi amigo y a mi confidente.

A decir verdad, siento que nuestra relación cambió desde la muerte de mi hermano. A raíz de lo que yo inferí sobre lo que pasó con Eddy, que no pudo ser un accidente, él se ha mostrado lejano. No me creyó, ni siquiera intentó comprenderlo. Solo dio por sentado que solo imagino cosas.

Suena el timbre que indica que han acabado las clases y de inmediato tomo mi mochila para meter todos los libros que están sobre la paleta de la butaca. Tengo que hablar con Alec, tengo que pedirle que vuelva. Lo necesito. En realidad, no me interesa herir un poco mi orgullo por él. Si es necesario, lo haré. Tengo más que claro que jamás podré confesarle lo que siento, pues eso sería condenarlo y hacernos sufrir. Lo mejor que puedo hacer es dejar morir este sentimiento irracional en silencio, pero, a pesar de eso, no quiero apartarlo de mí.

Lo extraño.

Extraño sus risas y la forma en la que me hacía cosquillas. Anhelo nuestras tardes de paseo y de interminables aventuras. Extraño al chico que se convirtió en todo para mí. Y, aunque no ha creído en la certeza de mi mente, no quiero perderlo. Por otro lado, Jane se ha marchado antes con Josh del aula, por lo que no me detengo a esperar a nadie. Sin embargo, cuando me muevo para ir en busca de Alec, me tropiezo con Peter.

El leve impacto provoca que se me caiga un bolígrafo que tenía sujeto en una de las manos.

—Wo, Lena, lo siento —musita él antes de recoger el lapicero y dármelo—. No te he visto.

Asiento con una media sonrisa. Noto con claridad cómo trata de crear una charla conmigo, pero ahora no tengo ningún interés en él. Peter arruga un poco las cejas y sus ojos verdes se entrecierran. ¿Me engañé tanto hasta tal punto de creer que Peter me gustaba? Resulta incomprensible, pero ahora comprendo que, cuando una persona cree de manera ferviente en algo falso, acaba por convertirlo en verdad. Como yo casi lo he hecho.

—Gracias, nos vemos —mascullo al ladear la cabeza.

Sin más, doy dos pasos para alejarme de él cuando me toma del antebrazo, lo que me obliga a detenerme a su lado. Lo contemplo con el ceño fruncido. Jalo mi brazo con un poco de fuerza y lo obligo a que me suelte.

—Lo siento, Lena, solo... ¿estás bien?

Parece muy preocupado. No obstante, solo puedo asentir sin decirle nada y salir del aula con la mochila sujeta al hombro. Camino entre los estrechos pasillos atiborrados de jóvenes mientras intento localizar a Alec. Esto antes nunca pasaba. Alec y yo siempre salíamos juntos del aula o él me buscaba por los pasillos, pues me perdía de su vista con facilidad. Así que esta sensación de buscarlo en el instituto es nueva.

Algunos estudiantes todavía voltean a verme y cuchichean entre ellos al pasar demasiado cerca. Ya han pasado más de diez días desde que la noticia conmocionó a todo Sundeville y aún no logran olvidarlo. Todavía es demasiado pronto para que lo hagan, aunque me alivia saber que los periódicos ya han dejado de difundir el apellido de mi familia en todas sus planillas, pero, de cualquier forma, la fotografía de mi hermano circuló por internet y todos esos medios el cual su único interés fue vender el suceso al morbo de las personas. Por eso los medios están en su mayoría plagados por todas las noticias malas del mundo.

Estoy a punto de salir por la puerta principal del edificio cuando, incluso antes de hacerlo, veo el cabello largo y pelirrojo de Sarah. Empujo la puerta y mis ojos se quedan clavados en ella, quien está recargada en la puerta del copiloto del Volvo de Alec mientras se pinta los labios con ayuda de un pequeño espejo. El auto plateado está estacionado a unos veinte metros de la entrada, por la que no se percata que la observo.

El que ella esté junto al Volvo debería ser suficiente señal para mí, pero, como siempre, soy tan masoquista que decido no moverme y continuar con la vista fija en su estela. Me recargo con debilidad en uno de los muros del edificio. Entretanto, ya siento punzar el pecho de tristeza y desconcierto.

El día es helado y frío como todos. Además, un suave repiqueteo de lluvia comienza a humedecer el asfalto. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo sin apartar la vista. Estoy casi por implorar que él no aparezca de pronto. ¿Es que ya nunca más vamos a regresar juntos a casa? El transcurso de esta mañana de camino al instituto transcurrió en silencio.

Ahora me arrepiento de haberme venido con él. Mejor hubiera tomado el coche blanco de mi madre, pero, después de todo, no pensé que Alec no se preocuparía por invitarme a irme con él en la salida.

«Por favor, que solo ella esté esperándolo y que, en realidad, él me esté buscando».

Una ráfaga de viento helado me hace tiritar y mis pupilas arden al verlo a lo lejos.

Alec.

Él llega desde otra parte del edificio del instituto y puedo ver que, de inmediato, se saca la chaqueta roja que trae puesta, la que ella le regaló, y se la pasa para que se la ponga, pues Sarah no tiene con qué cubrirse. No sé si es un truco de la pelirroja o la naturalidad los envuelve.

Mis ojos no me engañan.

Alec ni siquiera me busca con la mirada, solo la ve a ella. Sarah se pone la chaqueta y después se alza de puntillas para besarlo. Los brazos de él rodean su cintura y puedo ver sus labios estirarse en una sonrisa.

No sé cuán duro está siendo esto para mi corazón, pero lo cierto es que me siento débil y dos lágrimas frías no dudan en hacer su habitual expedición. Así que es cierto. Es verdad. Alec sale con Sarah. Alec intenta superarme.




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