La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 20

 

Alec

6 de diciembre de 2018

Tarde
 

Mirarla no me resulta tan fascinante.

Estar cerca de ella tampoco.

Nada resulta natural con Sarah, pero es la única alternativa que tengo para tratar de olvidar a Lena. No puedo seguir así, no puedo pensar en besarla, en recorrer su cuerpo y en ser un maldito enfermo. Y la única manera que se me ocurre para detener esa fiebre que me recorre cada vez que la tengo cerca, es estar con alguien más. Incluso, aunque sus ojos cafés no tengan ese deje especial y sus labios no sean tan suaves como son los de Lena, he de soportarlo.

La pelirroja sonríe y se acurruca a mi lado con ansias.

En casa no hay nadie, solo Sarah y yo. Mis tíos están fuera de casa y mis primos también. En realidad, nadie regresará hasta por lo menos pasadas las ocho de la noche, por lo que la he traído aquí, a mi casa. La película se reproduce en la pantalla, pero ella solo se fija en mí. Aprieto los labios y señalo la pantalla.

—Hay que verla.

Sarah niega y esboza un puchero.

—Alec, vamos —ríe entre dientes mientras pasa un brazo por mi cuello y se alza para besar mi mandíbula—. ¿En serio me trajiste a tu casa para ver una película?

Su abrazo es demasiado asfixiante, demasiado incómodo. Aprieto los párpados y lo recuerdo. Es cierto, traje a Sarah a casa porque quiero acostarme con ella. Es desesperado y tal vez estúpido, pero ya no sé qué más hacer para olvidarme de Lena. Para olvidar sus ojos azules y la fantasía de tener su cabello dorado esparcido sobre mi pecho. Si no hago algo para olvidarla, me terminaré volviendo loco.

Sí, reitero, mi intención al traer a Sarah aquí es para acostarme con ella, mas algo en mí no me deja hacerlo, me hace titubear en extremo. Es... es la sensación de traicionar a Lena y a mí mismo. Es porque solo quiero besar unos labios.

—Alec, di algo —susurra.

Entonces, en un acto que me toma por desprevenido, ella toma una de mis manos y la lleva hacia uno de sus senos.

La deja ahí mientras me mira. Sí, Sarah es hermosa y atractiva. Tiene buen cuerpo y su rostro es lindo. ¿Por qué?, ¿por qué ella no puede ser Lena?

¡Basta!

Tengo que olvidarla, tengo que olvidarme de una puta vez de Lena. Mi mano se envuelve de manera involuntaria en su pecho y siento cómo ella se estremece.

—Tienes razón Sarah, tienes razón... —susurro antes de acercarla y besarla.

Se pone a horcajadas sobre mis piernas y pasa sus brazos por detrás de mi nuca mientras me besa con demasiado ímpetu. Con una mano, la sujeto del trasero y la otra la paso por detrás de su nuca, para acercar su boca más. Los besos y las caricias comienzan a aumentar de ritmo. Con los ojos cerrados me imagino a una chica rubia de preciosos ojos azules sobre mí. Me vuelve loco.

Siento cómo ella comienza a frotarse contra mi sexo y un ardor se prende en mis venas. Vuelvo a abrir los ojos, descubro que solo es Sarah, pero a pesar de eso, basta para que mi cuerpo se encienda. Estampo mis labios, otra vez, contra los suyo. Mi palma comienza a meterse dentro de su pantalón cuando un golpe seco en la puerta nos hace detenernos.

Separo mis labios de los de Sarah con la respiración agitada y ella de inmediato deja de montarme por el susto. Elevo la vista, me encuentro con Lena y una expresión de profundo horror en el rostro. Y decepción.

—¿Lena...? ¿Qué haces aquí? —jadeo, anonadado.

Pero ella no me contesta. Está calmada, pero sé que está muy molesta por la forma en que sobresale su labio inferior y cómo frunce el entrecejo.

—¿Cómo me lo preguntas?, ¿qué hago aquí?, ¡por Dios, es mi casa! —chilla antes de acercarse amenazante contra nosotros.

Sarah se levanta y yo también lo hago.

—Pensé que vendrías más tarde con los demás, escucha Lena. —Alzo la mano sin dejarla de mirar—. No tienes por qué mirar esto, puedes subir y...

Y creo que ahora la haré explotar. Me duele como el demonio mirarla y por eso le pido que se marche. No puedo mirarla y besar a la chica que quiero tirarme. Lena aprieta los puños.

—¿Qué demonios dices, Alec? —gruñe—. ¡Y tú, Sarah! ¿Por qué demonios vienen aquí para hacer sus cosas privadas? ¿Qué tienen en la cabeza?

—Oye, Lena, tranquila. ¿Por qué te pones así? —Sarah interviene con una sonrisa.

Lena la fulmina con la mirada, camina con rapidez hacia la puerta de la entrada y la abre con furia. Alza la mano y señala la salida con el dedo índice.

—Salgan de aquí. ¡Los dos! ¡Respeten mi casa! —ladra con la voz temblorosa—. Alec, si no lo haces, te juro que soy capaz de llamar ahora a mi padre.

Miro de soslayo a Sarah, ella está estupefacta por la reacción de Lena. Toma mi mano y ladea la cabeza en señal que no quiere entrar en problemas. Suspiro, me llevo una palma a la cabeza para jalar mis cabellos cortos.

—No sé qué le pasa a Lena, pero vamos, está muy nerviosa... —susurra Sarah junto a mí antes de jalarme hacia la salida—. Vamos, Alec, ya se le pasará.

—Sarah, espera.

Me interpongo, pero ella me empuja hacia la puerta de salida.

Cuando pasamos junto a Lena, la miro de reojo sin comprender, pero ella solo observa hacia la salida, sin dirigirme una pizca de atención. Está demasiado furiosa, solo por eso termino por salir con Sarah al exterior. La reacción de Lena no es normal. ¿Por qué se ha enfurecido tanto? La cabeza me da vueltas una vez fuera con la pelirroja y la puerta ya cerrada por Lena.

—Oye, Sarah. —Ella se recarga en uno de los autos de la cochera—. Disculpa a Lena, yo no sé con exactitud por qué se ha puesto así.

Sacudo la cabeza.

Sonríe, después se acerca para besarme de puntillas. Es un beso corto, pero que ella prolonga más de la cuenta y yo no puedo rechazar. Sarah ahora es mi novia, tengo que tratarla como tal. Debe ser a quien yo bese, a quien yo quiera...




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