La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 26

 

Elena

1 de noviembre de 2018

Noche
 

Tengo el corazón roto.

Lastimado y herido por intentar creer que las cosas saldrían bien. Al menos, por una sola vez, después de tanto sufrimiento. Pero no pude explicarle, no pude decirle la verdad. Y nada pasó como creí.

Para mi hijo no existo.

Para él soy igual a una desconocida.

Pero, ¿qué demonios esperaba? Porque sí, no todo fue culpa de Evan, yo debí ser más fuerte, luchar por lo que era mío y ser menos cobarde. Aun con él en contra, incluso si hubiera sido todo el mundo en contra... yo debía haberlo intentado. O, por lo menos, buscarlo después de tanto tiempo. Sin embargo, no lo hice, porque quería comenzar una nueva vida, quería olvidar todo, incluso olvidar que algún día tuve un hijo. En algún momento quise olvidarme de Alec y por eso me siento merecedora de su rechazo e indiferencia con mi dolor.

Él, a pesar de cómo se portó Evan conmigo, lo ama. Su padre fue lo máximo porque fue el único progenitor que conoció. Me arde un poco el alma. Por Alec regresé, por intentar recuperar esa pieza de mi vida, decidí dejar la nueva en el sur de los Estados Unidos. Por Alec volví y ahora que no quiere verme, que ni siquiera quiere estar cerca de mí y conocerme, ya nada tiene sentido.

Vuelvo a tomar otro vaso lleno de licor y me empino el líquido en la boca. Mi garganta arde a su paso, mas lo soporto mientras las lágrimas ruedan sin clemencia. El lugar en el que estoy es cerrado hay música a medio volumen y personas beben en parejas o en grupos. Solo yo estoy sola, sentada en uno de los sillones que están junto a la barra. Hoy tengo ganas de hacer locuras, no me importan las consecuencias, tampoco lo que pueda pasarme. Pues, ¿qué más da? Mi vida está hecha una mierda.

Vuelvo a poner la copa sobre la madera y le pido al joven que me sirva otra bebida con solo un gesto y una mirada. El muchacho rubio de ojos azules, se asombra, pero asiente sin chistar. Me siento terrible, solo quiero dejar de sentirme así. Entonces pienso en él.

Lo necesito.

Saco el móvil del bolsillo y marco su número.

«Por favor, contesta».

—¿Elena? —Escucho su voz confundida y varonil.

Sonrío, lloro. Maldita sea, pierdo con celeridad la razón. No estoy borracha, apenas llevo dos copas y eso no es suficiente para nublar mis sentidos. No le llamaría a Adam si no estuviera bien en ese sentido, porque lo que quiero hacer justo ahora requiere de toda mi lucidez.

—Ven, Adam, por favor —sollozo con drama a través de la línea—. Necesitamos hablar.

—¿Sabes la hora que es? Estoy a punto de volver a mi casa.

Gimoteo.

—Por favor, solo serán unos minutos, no voy a intentar nada, lo prometo. —Arrastro las palabras con la voz entrecortada—. Estoy en el bar de la avenida principal, solo ven, eres el único que conozco aquí y necesito hablar con alguien.

Suspira al otro lado de la línea.

—Está bien, pero será rápido.

Asiento, aunque no me vea, quizá lo sienta. Me limpio una lágrima solitaria.

—Solo ven.

La verdad es que esta noche quiero desobedecer las reglas, quiero hacer lo que se me pegue la gana, porque ya todo está hecho mierda. Quiero a Adam, deseo que él me consuele, que él me haga suya y me olvide un poco de lo miserable que soy.

Pierdo la noción del tiempo hasta que lo veo.

Él, como siempre, luce impecable cuando aparece en la entrada del recinto. Con un traje negro y corbata gris se ve como un hombre imponente y atractivo, sin duda es una tentación completa para cualquier mujer. Sus ojos cautelosos me encuentran desde la distancia, no duda en acercarse.

Al verlo, los recuerdos me invaden.

Memorias felices, momentos dichosos. Aunque me lastimen, siempre serán atesorados en lo profundo de mi corazón, porque después de todo, también fui feliz. Cuando Adam llega hasta mí, frunce el ceño y me estudia de pies a cabeza.

—No deberías estar aquí, Elena —masculla—. Vamos, te llevaré a tu casa. Tengo que llegar a la mía y realmente no dispongo de mucho tiempo.

Duele.

¿Por qué no puede fijarse en mí? Hoy solo quiero olvidarme de todo y solo espero que él lo perciba, que colabore conmigo, aunque sea solo esta noche. Incluso el saber que es un hombre prohibido en este mismo instante no me importa en absoluto.

Yo asiento y me dejo guiar por él sin rechistar.

Cuando subo a su Mercedes, el aroma a limpio combinado con su colonia varonil, me inundan las fosas nasales. Me gusta, en verdad. Mientras me acomodo en el asiento de piel y aliso mi falda negra, veo por la ventanilla que él rodea el auto y después abre la puerta del piloto. Enciende el motor con un suave ronroneo, pero entonces vuelve a apagar el coche y se vuelve hacia mí. Sus ojos me miran compresivos.

—¿Qué pasó, Elena?

Yo aprieto los párpados y aunque quiero llorar tendido, me siento bien porque él parece un poco preocupado por mí, eso me consuela un poco. El silencio vuela dentro del auto y con él regresan mis recuerdos. De ayer, de ese día en el que creí que todo saldría bien, por una sola vez en mi vida, como yo quería, pero me olvidé de la realidad, de quién soy yo y de las consecuencias que he suscitado.

—Mi hijo no quiere saber nada de mí —farfullo con la garganta cerrada—. Para él solo soy una desconocida de la cual no quiere saber nada.

El dolor de mi voz es notable.

Aprieta los labios y guarda silencio por largos minutos.

—No podrías haber esperado otra cosa más. —Es neutro, trata de no herirme—. Además, él está abrumado de lo que le has dicho. Toda su vida creció creyendo que su madre murió, y mi hermano nunca le mostró una fotografía, por eso trata de entenderlo.

Bufo, contrariada. ¿Si le mintió sobre mi muerte también no dejó que tan siquiera mi imagen viviera en su memoria? Ahora entiendo la frialdad de Alec conmigo. Por supuesto. Soy una desconocida, jamás vio antes mi rostro, por eso ni siquiera puso en duda a su padre. Claro. A él sí lo conoció, a él lo amó, pues es obvio, era su padre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.