La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 29

 

Lena

9 de diciembre de 2018

Tarde
 

Sigo con el impacto en el pecho.

No puedo procesarlo. Acabo de escuchar, detrás de la puerta de la cocina, lo que le dijo Doris a Dean, y simplemente no puedo reaccionar. No entiendo nada, y no he podido irrumpir en la cocina y pedirles una explicación porque me he quedado inmóvil. Y no estoy segura de haber escuchado bien.

Cuando salgo con mucho sigilo al exterior de la casa, las lágrimas se derraman en mis mejillas. ¿Es verdad lo que acaba de decir Doris? No, no puedo concebirlo, porque ella quería a Eddy como a su propio hermano. Porque ella jamás haría algo para hacerle daño. No sé qué hacer. En este día han sucedido cosas que nunca antes me habían pasado por la mente. Estoy perdida. Llevo días tratando de encontrar huellas que me indiquen lo que en realidad pasó y ahora que lo he escuchado con mis propios oídos, me cuesta creerlo. Entonces, ¿sí fue un accidente?

«Por mi culpa».

A lo lejos veo llegar el Volvo de Alec. Muevo mis piernas un poco entumidas por el frío y por el impacto de lo que he escuchado hasta la acera, fuera del portón de la casa. Veo el rostro confundido y preocupado de él a través del cristal. Y no sé por qué, pero noto un poco de temor en sus ojos miel al mirarme. Ahora no debo tener un aspecto amigable, mas tampoco debo infundir miedo. Las luces delanteras del auto se apagan y él abre la puerta. Camina con lentitud hacia mí, con una expresión apacible, aunque con un destello de inseguridad en sus pupilas.

—¿Lena? ¿Qué haces aquí afuera?

No puedo dejar de mirarlo y tampoco puedo dejar de llorar. Alec está vestido todo de negro, se ve muy guapo, como siempre, pero eso no me pone mejor. Quiero hablar con él, que él me explique, que él me aclare todo esto, que él me diga que mi propia familia no son unos desconocidos, porque eso parecen ser justo ahora.

—La escuché, Alec, la escuché —mascullo con un hilo de voz mirándolo a los ojos—. Escuché a Doris decir que fue su culpa.

Los ojos calmados de Alec se abren un poco más, desorbitado y él baja la mirada. Me envuelvo con mis propios brazos sin quitarle la vista de encima. Primero lo de mi madre y ahora lo de Doris. Es demasiado.

—Por favor, Alec... ¿qué diablos significa todo esto?

Entreabre los labios y alza de nuevo la cabeza. Ahora sus ojos han cambiado. Son temerosos, tal vez algo inseguros, pero sin duda ocultan algo. Un temblor recorre mi cuerpo, y no es a causa del frío que hiela los huesos.

—Lo que escuchaste es verdad, Lena.

Sus palabras flotan en el aire cuando termina de decirlas.

Un jadeo se escapa de mis labios y mis brazos se desarman a mis costados. Conforme pasan los segundos, cada palabra toma significado en mi mente mientras trato de buscar en sus orbes algún gesto de mentira, de burla, de cualquier cosa, menos de lo que acabo de oír.

—¿Qué? No... yo no entiendo.

«Por favor, Alec. Tú no. Cualquier otra persona, pero... ¿tú?».

—Lena, por favor, escúchame —masculla, trémulo—. Jamás fue mi intención mentirte.

Sin embargo, yo no puedo interpretarlo así. Las lágrimas se desbordan al recordar las palabras de Alec después de la muerte de mi hermano: su abrazo de consuelo, su silencio ante mis sospechas sobre la muerte de Eddy. Su mentira. No sé qué es exactamente lo que sucedió, ni cómo pasó, ni por qué Doris tuvo la culpa, solo sé que Alec me mintió. Que me vio llorar y siguió con las falsedades. Que me hizo sentirme como una loca cuando él sabía la verdad.

—Entonces tú lo sabías —suspiro.

Estoy más herida que furiosa.

—No podía decírtelo, Lena, no podía —dice con la voz desgarrada.

Pestañeo entre lágrimas y aprieto los puños.

—Me mentiste todo este tiempo —mascullo con la voz más calmada que la tormenta que se ha desatado en mi interior—. Me dijiste en la jodida cara que no sabías nada.

Alec se lleva las manos a la nuca con desesperación mientras trata que lo mire a los ojos, pero yo solo puedo fijar mi vista en el frío asfalto. Una ráfaga helada nos envuelve y el sonido del viento crea una canción tétrica alrededor de nosotros.

—Fue después que se hiciera el levantamiento —comienza a relatar con la voz tensa—. Emma habló conmigo, me contó lo que había pasado con Doris y Eddy antes del accidente y me pidió que guardara el secreto, ella no quería perder a su hermana, a su familia, por culpa de algo que hizo Doris sin intención de provocar una tragedia —Toma una bocanada de aire—. Si se hubiera sabido, entonces la familia se hubiera desintegrado y tu madre jamás la hubiera perdonado. Así que Libby y yo guardamos el secreto.

Solo puedo escucharlo sin pensar en nada, solo en que Alec todo el tiempo me mintió. Ni siquiera me sorprende ni quiero saber cómo se suscitó todo. Si lo que dice Alec es cierto, habría una forma de decirlo, de decir la verdad, mis padres hubieran entendido, todos lo hubiéramos hecho, mas decidió guardar un secreto y mentirme a mí, y a todos. No puedo reprocharle nada a Libby, ella tan solo es una niña, pero Alec sabía lo que hacía, sabía la magnitud de lo que se guardó todo este tiempo.

—Por favor, Lena, escucha esto antes de correr a decirle a todo mundo. —Vuelve a decir con ansiedad—. Doris se había enojado un día antes con Eddy, ella había discutido con él, ya sabes, peleas de niños, tal como tu hermano siempre peleaba con Libby. Y ella se había burlado de tu hermano por su fobia al agua...

Silencio.

—Por eso Eddy se acercó a la piscina, él seguro se sintió muy herido y quiso probarle lo contrario, y cuando Libby gritó ya fue demasiado tarde para salvarlo.

Alec dice todo tan tranquilo que casi pienso que me cuenta una mentira. Con lágrimas en los ojos levanto la mirada con furia. Sus ojos miel lucen apagados y sombríos. Él sabe que esto nos acaba de separar para siempre. Él sabe que se arriesgó a perderme. Él sabe que jamás voy a perdonarlo.




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