La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 30

 

Hunter

9 diciembre de 2018

Tarde
 

Desde la ventana de mi habitación puedo ver a mi padre abrir el portón de la casa. Aprieto los labios y corro las persianas. Me pongo mi sudadera roja y bajo corriendo las escaleras. Después de meditarlo mucho, lo he decidido, tengo que hablar claro con él sobre lo que sé y lo que él no se ha atrevido a confesarme.

Sarah no está en casa, pero tampoco es que me importe mucho, debe estar con sus amigas en alguna fiesta de esas en las que hay chicos y mucho alcohol. Trago saliva, aprieto los puños mientras continuo de pie frente a la puerta de la entrada. Veo con nerviosismo la manija de la puerta girar y entonces aparece mi padre. Se sorprende al mirarme aquí parado, esperándolo, pero antes de avanzar hacia mí, deja su chaqueta de oficial en el perchero de la entrada. Sus ojos analizan cada rincón de la casa a mi alrededor. No me gusta que haga eso, sé que es su instinto de oficial, pero hace ver mi hogar como si fuera la guarida de un asesino.

—¿Hijo? ¿Todo bien?

Lo escruto y respiro hondo.

—Es hora de decirme la verdad, papá. —Él se queda inmóvil—. Sé que tuviste otro hijo con otra mujer, lo sé, pero... ¿hasta cuándo pensabas decírnoslo?

Sus ojos cafés lucen desorbitados antes mis palabras. Aprieta los labios y avanza con lentitud para sentarse en uno de los mullidos sofás. Se ve nervioso, pero ahora no tiene escapatoria.

—Escucha, Hunter... —susurra. Se lleva las manos a la nuca—. No sé cómo te has enterado, pero te juro que mi intención no era ocultarlo para siempre, solo...

—Ya no soy un niño, papá, me doy cuenta de muchas cosas —aclaro con la voz tensa—. Pero me dolió más enterarme por mi propia cuenta a que tú me lo hubieras dicho. ¿Crees que no me daba cuenta? Te alejaste de mí, papá, me desplazaste por... él.

Mi garganta arde.

Mi padre niega y en sus pupilas percibo su sufrimiento. Sin embargo, yo no comprendo nada de lo que siente, solo sigue hiriéndome el hecho de que dejó de quererme para querer a otro niño, a otro de sus hijos. Un ladrón del amor de mi padre.

—Dios, no pienses eso, hijo, nunca, nunca voy a desplazarte por nadie, yo solo... —Su voz se quiebra al final—. Perdóname, Hunter, tienes razón, te he fallado, pero te juro que, si no se lo dije ni a tu hermana ni a ti, fue para no hacerlos sufrir por un error que yo cometí...

—Pero te alejaste de nosotros —susurro con resentimiento.

Agacha la cabeza y vuelve a mirarme con tristeza profunda.

—Hijo, yo no quise que las cosas fueran así, pero no me quedó otra opción, sabes que te amo y que siempre serás el niño de mis ojos, pero no podía dejarlo a él, a tu hermano.

—Él no fue mi hermano nunca —siseo con furia.

Se aprieta el puente de la nariz con el dedo meñique y el pulgar.

—Sí, Hunter, sí lo fue, lo será siempre. Por favor, entiende que esto no fue culpa de Eddy... —Su voz se debilita—. Fue mía, solo mía. Él jamás tuvo culpa de nada.

Puedo sentir su dolor.

A mi padre le duele su muerte.

Y debería resultarme comprensible, mas no puedo soportarlo, los celos me ciegan a un punto en que ni siquiera puedo sentir empatía por el deceso de ese niño.

—Entonces, ahora que él ya no está, ¿tú vas a volver?

Se levanta, se acerca, sus brazos me rodean y pronto me veo envuelto por calidez fastidiosa. Me abraza con fuerza y puedo sentirlo casi temblar. Mis ojos se crispan de lágrimas y escondo la cara en su pecho cuando lo siento inhalar aire.

—Por favor, por favor, hijo, dime que tú no lo hiciste.

Recuerdo lo que dijo Lena por la tarde y la compresión tarda en llegar en solo un segundo. Un sollozo se escapa de mis labios antes que pueda alcanzar a gritar.

—¡No!

Y rompo a llorar. 

 

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