La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 32

 

Lena

9 de diciembre de 2018

Noche
 

La línea del celular se ha cortado, pero he alcanzado a escuchar claramente las absurdas palabras en la voz desesperante de Elena Harper. No entiendo nada. Miro la pantalla de nuevo y maldigo porque se ha quedado sin señal.

«Tu padre mató a Eddy».

¿Acaso esa mujer está loca? Un estremecimiento me recorre el cuerpo al volver a escuchar esas palabras en mis oídos; retumba en mi mente. No, es absurdo e imposible lo que dice esa mujer, pero aun así me hace pensar más de lo debido. No, no, no puede ser posible, incluso la idea suena fantasiosa. Pero, ¿por qué lo diría?

Una ráfaga de viento helado me envuelve y las copas de los árboles se mueven como en una canción triste de cuna. El cielo ya es más oscuro que claro y yo sigo con las luces prendidas del auto, pero no estoy dentro, estoy justo recargada en la puerta del piloto con el móvil apretado con fuerza. Llegué a este lugar tranquilo y solitario después de pensarlo por largos minutos mientras recorría las calles de la ciudad. Por eso me encuentro justo a un lado de la carretera. Lo bueno de este sitio es que la autopista no es muy concurrida y en estas horas lo es menos, mas no me siento insegura, puesto que conozco este lugar como la palma de mi mano. Sé que a unos metros de aquí cuesta abajo, debajo de los montículos de tierra, está el gran lago de Sundeville. Y también están los restos de la cabaña que era de mi familia antes del incendio. Minutos antes de llegar, he llamado a mi padre para decirle que necesitamos hablar, en privado, lejos de cualquier persona que pueda oírnos.

Y le he llamado a él para contarle sobre toda la verdad de la muerte de Eddy. Sé que él podrá tomar mejor las cosas que mi madre, que enloquecería de inmediato, además... él sabrá qué hacer y cómo contárselo a mamá. Él la ama más que a nada, lo sé, por lo que comprendo que él es la persona que debe contárselo, no yo. Aunque no puedo dejar de pensar en la traición de ella. Sé que él no se lo merece, pero yo no puedo decirle nada, no me corresponde. El frío vuelve a ser doloroso y me abrazo, a pesar de tener la chaqueta puesta.

No puedo dejar de escuchar la voz de Elena Harper, ni en lo que dijo segundos antes de finalizar la llamada. Sin embargo, no quiero hacer suposiciones ni mucho menos creerle, pues ahora recuerdo que esa mujer no es mucho de fiar y sus comentarios no han sido muy coherentes. Recuerdo que el otro día intentó hacerme creer que Eddy y Libby se llevaban mal solo por haberlos visto un día peleando después de la escuela. Por dios, ellos siempre discutían por cualquier cosa, así que... lo que ha dicho es una locura. Y una muy grande. No obstante, el estar aquí comienza a hacerme sentir un poco acechada, por lo que abro la puerta del coche y me subo al asiento. Pongo mis manos sobre el volante y noto que estas tienen un ligero temblor. Tal vez son los nervios de todo lo que ha sucedido.

«Vamos, Lena, no puedes creerle a esa loca».

Entonces miro la hora en el tablero del coche, me decido en arrancar el auto y salir de aquí de una vez por todas, puesto que mi padre se ha retrasado y la idea de quedarme rodeada de árboles en medio de la carretera no me parece una buena, pero la desesperación y la tristeza hicieron que buscara un lugar donde solo pudiera escuchar el silencio. Antes que pueda presionar el acelerador con mi pie, las luces de un Mercedes me alumbran el rostro y el auto termina por estacionarse justo enfrente de mí.

Respiro hondo y vuelvo a apagar el motor.

Bien, tengo que hablar con él y esta es la oportunidad. El frio vuelve a impactar en mi cuerpo al salir. El lugar no se queda del todo a oscuras porque he dejado las luces intermitentes prendidas, así que puedo ver con claridad cómo mi padre baja del auto con toda la calma del mundo en su expresión, lo cual me sorprende un poco, puesto que hace unos minutos, cuando tenía señal y llamó, sonaba muy preocupado por mí al decirle que me encontraba aquí.

—Lena, ¿qué sucedió? —pregunta él antes de comenzar a acercarse con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.

Trago saliva y al ver su rostro tan cerca de mí, las palabras de Elena vuelven a mi mente, lo cual me provoca un escalofrío y un sentimiento de repulsión por la propia idea. No. Elena debe ser psicópata para decir algo así. ¿Cómo podría mi padre tener algo que ver con la muerte de mi hermano? ¡Y por Dios! Eddy era su hijo, solo a alguien muy desubicado se le ocurriría decir tal cosa. Así que el miedo absurdo se esfuma de mi cuerpo cuando está junto a mí. Mi padre se recarga en el auto blanco y me mira con sus orbes miel, cauteloso.

—¿Quieres decirme algo?, ¿algo importante? Supongo que por eso estás aquí. Vamos, hija, no tengas miedo, puedes hablar conmigo sobre lo que quieras.

Asiento con la garganta en llamas. ¿Por dónde comenzar?, ¿por la verdad de la muerte de Eddy o sobre lo que acaba de decirme Elena? Aprieto los labios.

—Es... es sobre la muerte de mi hermano.

Espero que él se sobresalte y me interrogue de inmediato, pero su expresión sigue con la máscara de cautela puesta. Mi padre ladea un poco la cabeza con la mirada fija en un punto entre la maleza de los árboles. Yo sigo su mirada y casi puedo leer sus pensamientos.

—¿Quieres dar un paseo, Lena?

Me relamo los labios y asiento con lentitud. Bien, si fuera él otra persona o estuviera sola, sin duda estaría muerta de miedo, pero con su presencia me siento segura.

—Eso te ayudará, te siento muy nerviosa.

Trago saliva, comienzo a seguir a mi padre tras internarse entre la inmensidad de árboles que casi hacen alusión a un vasto bosque. Aparto las ramas de mi camino con los brazos y salto algunos troncos tirados en la tierra húmeda durante los minutos en que lo sigo. Entonces, cuando reconozco el claro en el que se encontraba la cabaña de mi familia, me siento más tranquila, pero sigo sin saber por qué mi padre ha querido venir a este sitio, ya que los recuerdos de aquí mismo no son nada agradables.




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