La muerte de Eddy Kutner

Capítulo 33

 

Alec

11 de diciembre de 2018

Mañana
 

Verla ahí, en una camilla, conectada a múltiples cables de una máquina, rompe mi corazón en mil pedazos. El impacto y la agonía de hace dos días sigue en cada respiración, en cada silencio de este cuarto y de la sala de espera. Acaricio el dorso de su mano al mismo tiempo que cierro los párpados y vuelvo a sentir agitado mi pecho.

Me duele todo.

El cuerpo.

La verdad.

Hasta la vida.

Alzo la vista y miro el reloj que está sobre la base de la camilla. Es un poco tarde, ya no tardará en anochecer. El que esté aquí con Lena lo he logrado luego de mil suplicas a los médicos y a la madre de ella que, después de todo lo ocurrido y de todo lo que fue revelado, no quería que nadie, absolutamente nadie, se acercara ni a Lena ni a Libby, ni siquiera a Emma, a los niños y a mí que somos su familia. Y no la culpo.

Ella tiene todo el derecho de no confiar en nadie después de lo que Emma y yo le ocultamos sobre la muerte de su propio hijo, y, aunque después de tensas explicaciones de parte de Emma, ella lo ha comprendido, aún no nos ha perdonado del todo.

Mi mente sigue en blanco cuando intento pensar en qué papel quedo yo en todo esto, es como un bloqueo mental que yo mismo creo para no lastimarme más, para que no duela más ser quien soy. Me doy asco, sí, por la sangre que corre por mis venas. La sangre del maldito asesino que es Evan Kutner, mi verdadero padre. El solo pensamiento me hace temblar de rabia y de impotencia. Y dolor, infinito dolor en mi alma por no haber abrazado a mi verdadera madre antes de morir, por no haberle dado una oportunidad, porque ahora no me queda ningún rastro de duda. Esa mujer, Elena, no me mentía en absoluto. Y yo como un maldito estúpido la eché de mi vida.

Los ojos comienzan a escocerme y sé que pronto tendré las mejillas húmedas a causa de las lágrimas. Estoy sentado justo al lado de la camilla de Lena, por lo que puedo contemplar su rostro y el ritmo de su tranquila respiración. Es como si estuviera en un letargo sueño. Alzo la mano y la acerco a ella para acariciar su mejilla. La toco apenas.

La necesito más que a nadie, aquí conmigo.

¿Cómo voy a superar todo esto? Tengo el corazón roto, sobre todo porque amé de verdad a mi padre antes de que cometiera el terrible asesinato a su propio hermano, Adam. Y ahora el recuerdo de ese sujeto se ha manchado para siempre en mi memoria, ahora lo único que puedo sentir es un infinito odio por ese ser que me dio la vida y vergüenza por llevar su maldita sangre en mis venas. Asesinó a tres personas que yo amaba de cierta forma: el tío Adam, Eddy y... mi madre. De solo pensar en cómo sufrió mi madre, me dan ganas de romper cualquier cosa, porque la culpa que siento es terrible. ¡Carajo! ¿Y si le hubiera creído? ¿Y si ahora estuviera viva? Las imágenes vuelven a mi mente, unas que me perseguirán por siempre. Las del cuerpo de mi madre encontrado en una bolsa cerca del lago de Sundeville. Al pensarlo se me agita la respiración.

Mis ojos estudian cada centímetro del rostro de Lena con dolor y alivio. Si tan solo hubiéramos llegado más tarde... probablemente ahora Lena no respiraría. De solo recordarlo me recorre un escalofrío por la espina dorsal.

Yo no podía dejarla ir así sin más, así que en un principio pensé en seguirla en auto, pero enseguida me pareció mala idea por lo furiosa y herida que estaba, por lo que decidí quedarme en casa y contarle todo de una buena vez a Emma. Entonces llegó Adam y Libby, ella se quedó en casa y él tuvo que irse porque le llamaron del despacho. Yo no estaba tranquilo al no saber el paradero de Lena, por lo que comencé a llamarle una y otra vez, pero en ninguna ocasión entró la llamada. Fue cuando le llamé a Jane y le pregunté por ella. Ella me dijo que tampoco Lena le contestaba, pero que sí lo había hecho una vez hace pocos minutos. Le pregunté si sabía dónde podía estar y me contestó que era probable que fuera a las orillas del pueblo, cerca del lago de Sundeville, justo donde se encontraba antes la cabaña.

Jane soltó que Lena siempre iba a ese lugar cuando se sentía desesperada y solo quería estar sola. Y ella era su mejor amiga, así que le creí. Tomé las llaves y me monté al Volvo para ir a buscarla.

Después de eso, en el camino alumbrado con las únicas luces de los faros del coche y de la luna, continué llamándole al celular una y otra vez. Nunca obtuve respuesta y mis nervios solo iban en aumento. Entonces, a un costado izquierdo de la carretera, vi el coche blanco con las luces encendidas, además de un Mercedes negro. El corazón se me detuvo con un mal presentimiento y no me equivoqué; bajé del Volvo y no vi a nadie cerca del coche de Lena. Por instinto, tomé un bate que tenía guardado en la cajuela, me adentré en la maleza y oscuridad de los árboles. Seguí el sendero hacia la cabaña cuando escuché a los pocos minutos unos gemidos y quejidos agónicos. Entonces la vi.

Lena apenas se movía por debajo del cuerpo de un hombre que estaba asfixiándola. No lo pensé, ni siquiera vi quién era él, solo corrí hacia ella y golpeé en la cabeza con el bate al sujeto que intentaba asesinarla. Después de apartarlo, derrapé junto a su cuerpo y la encontré inconsciente, mallugada, golpeada y con sangre fresca en su frente y sus cabellos.

Todo lo que vino después fueron las luces de las ambulancias, autoridades de la ciudad y el dolor que me sucumbió el pensar que la había perdido, a Lena, para siempre. Reprimo las memorias, me vuelvo a concentrar en la forma de su rostro, tan armonioso y perfecto. Estoy seguro que si ella no hubiera sobrevivido, no me hubiera importado, habría ido a la cárcel de ese hijo de puta y lo habría matado con mis propias manos, sin importarme nada. Pero ahora lo único que sé es que se lo han llevado a uno de los reclusorios más seguros del país, lejos de aquí. Después de confirmar su culpabilidad tras encontrar la evidencia de los audios de un celular en el baño del departamento donde vivía mi madre, se dio el veredicto. Carol intentó ir a asesinarlo en cuanto se enteró de todo, pero fue controlada, y Emma no dejó que ella lo viera, pues el verlo solo la pondría aún más desquiciada.




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