La mujer del dragón

Capítulo 9

El tan esperado día del baile llegó, toda la alta sociedad de Dranberg se dio cita en el castillo para celebrar el retorno del príncipe Draco.

Decenas de carruajes costosos aguardaban su turno para que sus ocupantes descendieran a las puertas del castillo. La emoción de los asistentes era palpable, el rey Dimas rara vez aceptaba que la familia real diera bailes y pocas veces asistía él a los de otra gente, esta era una rara ocasión que llenaba de alegría a Dranbers de todas las edades. 

Si bien los Mondragón y los Terranova tenían acordado no hacer público aún el compromiso, sino esperar hasta que pasará un tiempo, el hecho de que había algo entre Draco y Esmeralda quedó más que claro para todos los asistentes. La joven pareja compartía baile tras baile, risa tras risa, dedicándose miradas cargadas de pasión y deseo que ni siquiera se molestaban por intentar ocultar. El príncipe Draco no prestaba atención a ninguna otra joven, con ninguna otra deseaba bailar, ni hacía el menor caso a los numerosos coqueteos que le llovían durante los breves instantes en que dejaba de bailar con Esmeralda para beber una copa o descansar los pies.

El hecho de que ni los Terranova, ni los Mondragón parecieran sorprendidos por las evidentes señales de romance que emanaban de sus hijos hizo que varios comenzaran a sospechar que esta era una unión ya pactada. Aunque no dejaba de sorprender, puesto que ni siquiera se tenía conocimiento de que Francis hubiese ya dado el visto bueno para que cortejaran a su hija cuando Draco ya parecía estar encima de ella reclamándola como suya.

Esmeralda entendió que la gente sospechaba de su compromiso cuando, al caminar por el salón en busca de sus padres, notó que varias chicas le dedicaban miradas de envidia, de esas que sus mismas hermanas no dejaban de lanzarle desde el día en que Draco pidió su mano en matrimonio. Dejó de caminar, intimidada por la hostilidad que percibía en quienes la rodeaban, en especial en las chicas de edad casadera y sus madres.

De forma inesperada, alguien entrelazó su brazo con el de ella.

—¿Temes morir apuñalada durante la fiesta? No te culpo, seguro que varias lo están considerando —bromeó Sofía.

—¿Cómo seré reina cuando media población me odia? —se preguntó Esmeralda aferrándose a la princesa como su escudo contra el rechazo general.

—Tranquila, al paso de los días lo superarán. La gente solo está sorprendida porque no esperaban ver a Draco tan cautivado con alguien. Seguro que muchas vinieron con el claro objetivo de enamorar a mi hermano; las Lugo y las Parisi sin duda, y apuesto a que varias más.

—¿En verdad crees que lo superen? A veces pienso que ni mis propias hermanas me perdonan, ¿cómo lo harán las demás? —expresó Esmeralda con voz de pesar.

Sofía ahogó una risa contra la palma de su mano, pues ya adivinaba que el compromiso había dado origen a mucho caos para el hogar Terranova. 

—Porque no les quedará más remedio. Draco te quiere a ti y ellas no pueden evitarlo —dijo Sofía llena de confianza en sus palabras—. Ahora están molestas por la novedad de la noticia, pero con el tiempo se harán a la idea y verás que hasta intentarán ser tus amigas, pues querrán estar bien con la futura reina.

—Espero que no tarden… —musitó Esmeralda.

—Es gracioso, ¿no? Mi padre quiso posponer el anuncio del compromiso para no escandalizar a la gente al ver que nos saltábamos las costumbres y solo tomó unas cuantas horas de verlos juntos para que el reino entero lo dedujera. Cuando alguien está enamorado es imposible esconderlo. Y no es que ustedes estén haciendo mucho por ocultarlo, ¿eh? Si destilan miel juntos.

—¿Crees que debamos aparentar indiferencia? Tal vez sea mejor que me aleje de Draco el resto de la velada —dijo Esmeralda en tono de alarma, aterrada con la idea de provocar la furia del rey. Si a sus propios hijos golpeaba, quién sabe que le haría a una extraña por ir en contra de sus deseos.

—¡De ninguna manera! —dijo Draco uniéndose a su grupo—. Encuentro inadmisible que te separes de mí.

El príncipe acarició la parte del brazo que Esmeralda llevaba descubierta con un movimiento rápido, pero cargado de significado y que a la gente que estaba cerca de ellos no le pasó desapercibido.

—Pero tu padre… —protestó ella preocupada.

—Olvídate de él. Afortunadamente creo que es el único que no se ha percatado aún de lo que todo el mundo está murmurando —le aseguró Draco—. Prefiero que se quede así, está muy entretenido charlando con tu padre y otras personas. Si se entera va a molestarse y no hay razón para estropear la noche.

—Opino lo mismo, rara vez nuestro padre se relaja y pasa un buen rato, lo prudente será no interrumpir el momento —concordó Sofía—. Es mejor que no haga corajes pensando en que todos saben que se saltaron las costumbres…

Mientras los tres charlaban, había dos personas cerca con los oídos atentos a cada palabra que salía de sus labios. Ariana Lugo y su madre sintieron que acababan de toparse con oro: si era verdad que el rey iba a enfurecerse por que la noticia del compromiso se esparciera, lo mejor era darse a la tarea de que se enterara cuanto antes. Con suerte, su temperamento iracundo entraría en acción y sería capaz hasta de anular el compromiso entre Draco y Esmeralda; dándole así a Ariana otra oportunidad de llamar la atención del príncipe.




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