Un picor en la nuca le dejó saber a Draco que la presencia de su madre en el salón del rey no traería nada bueno. La expresión en su rostro le desagradó incluso a la distancia, algo se traía entre manos, eso era seguro.
—Déjenos solos —ordenó la reina a los acompañantes que se encontraban con Draco en ese momento.
En menos de tres minutos el salón del rey se vació por completo. Draco suprimió una mueca de fastidio, si estaba ahí era para tratar asuntos de vital importancia para el reino y odiaba sentir que desperdiciaba el tiempo. Como si no fuera suficiente tener que suplir a su padre, todavía le dificultaban más el trabajo con interrupciones.
—Buenos días, madre, ¿cómo se encuentra el rey esta mañana? —preguntó tratando de ocultar su molestia.
—Igual que ayer, débil y sin ganas de comer —contestó ella secamente. Las ojeras bajo sus ojos le decían a Draco lo duro que esto estaba siendo para ella, ver al amor de su vida consumirse poco a poco sin poder encontrar una explicación o un remedio era devastador.
—Iré a verlo esta tarde, Kurt cree que tiene nuevas pistas sobre la ubicación de los Dragonetti. Lanzará un ataque la próxima semana —le informó con gusto, sintiendo que estaba dando resultados en su rol provisional mientras su padre seguía convaleciente.
La reina resopló con hastío, deseaba con todo su corazón que el asunto de los Dragonetti se terminara, pero llevaban años persiguiendo esa rebelión sin éxito, y, para colmo de males, su esposo se había convencido en los últimos meses que estaban aliados con los Pors para derrocar a su reino; pensamiento que lo atormentaba en lo que ya suponía era su lecho de muerte.
—Esperemos que Kurt Ambani sea más competente que sus antecesores —dijo con una mueca displicente. Luego decidió tomar las riendas de la conversación—. Ayer almorcé con tu futura suegra.
—Es una dama encantadora, seguro que lo pasaron bien —dijo él sin mucho interés.
—No del todo. Verás, el cumpleaños 18 de tu querida Esmeralda se acerca y los Terranova quieren saber en qué momento empezaremos la planeación de la boda.
—No le veo el problema. Empecemos de una vez —dijo Draco contento con el rumbo de la conversación. Después de más de dos años esperando, ansiaba poder llamar a Esmeralda su esposa, todo lo que lo llevara en esa dirección sería bienvenido.
La reina lo miró con profundo desprecio, como si hubiera cometido una falta imperdonable.
—¿Planear una boda con tu padre agonizando? ¿Qué clase de hijo ingrato eres? —preguntó asqueada por su insensibilidad.
Draco tragó saliva despacio, sus enormes ojos mirando a su madre lleno de vergüenza. Era una falta de consideración no haber tomado en cuenta la aflicción que aquejaba a su padre antes, él solo había pensado en su propia felicidad.
—Eh… lo siento, no lo pensé de ese modo, pero… ¿qué propones? ¿Posponer la boda?
—No veo otra salida, ¿tú sí?
Draco sintió que le sacaban el aire, ya había esperado años por este momento, no deseaba esperar ni un minuto más.
—Bueno es que… recuerda que mi padre deseaba que me casara lo más pronto posible. Los Dragonetti siguen libres y está la cuestión del heredero.
—¿Serías capaz de brindar y bailar mientras tu padre yace en una cama enfermo? No te tenía por un insensible. Tal vez tú y Danton tengan más en común de lo que pensaba.
Draco irguió la espalda, molesto por la comparativa. Pasaba día y noche tratando de ser el hijo perfecto y, al primer error, lo tachaban de lo peor.
—Puede ser una ceremonia sencilla, algo pequeño solo para la familia —sugirió con la mandíbula tensa.
—Te escucho y no te reconozco, qué egoísta eres, Draco —lo acusó su madre.
En ese momento, alguien llamó a la puerta, obligándolos a pausar el desagradable intercambio.
—Lamento la interrupción —se disculpó Tadeo Duval desde la entrada—, pero creo que esto es urgente.
Tadeo se apresuró a entregarle a Draco la carta que tenía entre las manos. Draco la tomó, dispuesto a lo que fuera para no seguir discutiendo con su madre la posibilidad de no celebrar su boda. El contenido de la carta no mejoró su ánimo.
—Los Pors asesinaron a la reina Annabelle —susurró lleno de pena.
Su madre se llevó las manos la pecho, como si la noticia le causara dolor físico.
—Encenard va a caer —predijo consternada.
Draco negó con fuerza.
—No mientras Esteldor siga siendo rey. Él es el único que importa —dijo convencido de sus palabras.
—¿Y no crees que cometa una imprudencia? Acaban de matar a su esposa, por supuesto que va a buscar venganza y entonces será presa fácil de Nero —refutó su madre.
—Es un hombre inteligente, no haría nada que lo ponga en riesgo.
La reina puso los ojos en blanco, considerando que seguir con las especulaciones solo los haría perder el tiempo a ambos. Giró su atención a Tadeo y le hizo una seña con la mano para que se retirara.
—No le digas a tu padre ni una palabra de esto —le pidió en cuanto volvieron a quedar solos—. Él va a llegar a la misma conclusión que yo. Es mejor que no lo alteremos. Su estado de salud es muy frágil, la noticia va a acabar con él.