La mujer del dragón

Capítulo 14

El llanto de Esmeralda se escuchaba hasta el comedor. Amelia y su esposo ya no sabían qué hacer para calmarla. Llevaba ahogada en pena dos días y no parecía tener intención de parar pronto. No había nada que pudieran decir para consolarla, tenía el corazón roto y ese tipo de cuestiones solo el tiempo las podía sanar.

Amelia apartó su plato con hastío, el sufrimiento de su hija era suficiente para hacerle perder el apetito.

—Solo porque son la realeza, de otro modo los…

—No acabes esa frase, querida, puede que caigas en traición sin quererlo —la interrumpió su esposo. Francis Terranova compartía parte de la molestia de su mujer, aunque lograba ver el mérito en el plan del rey Dimas. Esta era una oportunidad inmejorable para el reino, como asesor real debía reconocerlo, solo lamentaba que fuera el corazón de su pequeña el que hubiera tenido que pagar el precio más alto.

—¿Qué vamos a hacer, Francis? No podemos desairar a los Mondragón rechazando el matrimonio con Danton, pero ¿qué opción nos queda? ¿Llevarla a rastras al altar?

Francis negó con la cabeza. Tal vez si Esmeralda fuera una chica más ambiciosa o no estuviera tan enamorada de Draco, podrían persuadirla de las ventajas de su matrimonio con Danton, pero en el estado en el que se encontraba era imposible razonar con ella y Francis no tenía el corazón para forzarla.

—Tendremos que declinar… visitaré al rey el día de mañana y trataré de darle la noticia con el mayor tacto posible —concluyó, tratando de ocultar su preocupación.

Amelia se empezó a hacer aire con su servilleta, aterrada de la reacción del rey al enterarse. Este bien podría ser el fin de su familia y maldijo en silencio el día en que Draco Mondragón puso sus ojos en su hija.

—Deja que intente hablar con ella una vez más… un último intento, tal vez esta vez me escuche —dijo poniéndose de pie para dirigirse a la salida.

Amelia no albergaba esperanzas de que Esmeralda cambiara de parecer, pero algo debía intentar, porque si seguía sentada esperando que pasara algo se volvería loca. Su esposo había trabajado duro toda la vida para llegar a donde estaban, era su deber de esposa hacer todo en sus manos para que lo conservaran.

Entró a la habitación de su hija sin llamar, pues ya sabía que si se anunciaba Esmeralda le pediría que la dejara sola. La encontró como esperaba, hecha un mar de lágrimas sobre su cama.

—Quiero estar sola —le dijo Esmeralda entre sollozos.

—Necesitamos hablar —replicó tomando asiento a la orilla de la cama—. Sé que sufres mucho por tu compromiso con Draco, pero debemos decidir qué vamos a hacer…

—¿Hacer? Yo no tengo nada por hacer, mi vida se acabó —exclamó Esmeralda con la voz entrecortada—. Viví engañada todos estos años, pensando que él me amaba tanto como yo a él. Nunca me quiso, solo me estaba usando. Ni siquiera tuvo la decencia de romper conmigo a la cara, mandó a su horrible madre.

—Oh, no digas eso —dijo Amelia tomando su mano entre la suya—. Sabes que es mentira. Draco vino aquí a explicártelo en persona, fueron las circunstancias las que se lo impidieron. Te quería, hija, yo sé que te quería y estoy segura que a él también le dolió terminar, pero sus deberes…

—¡Exacto! Sus deberes pudieron más que sus sentimientos por mí. Si en verdad me hubiera querido habría luchado para que estuviéramos juntos, pero me dejó en cuanto fue conveniente. Se presentó una candidata mejor y me desechó sin miramientos —dijo a llanto vivo.

—Nadie es mejor que tú —le aseguró su madre—. Ni siquiera esa reina.

—Y aun así va a pasar su vida junto a Draco —se quejó con amargura—. Todo por los dichosos deberes…

—Es verdad, él tiene los suyos y tú tienes los tuyos. Así que va siendo momento de tomar una decisión. Esmeralda, negarle tu mano al príncipe Danton puede tener consecuencias funestas para la familia…

—No voy a casarme con Danton, no me importa lo que digan —la cortó limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano para que supiera que hablaba en serio.

—Tú padre y yo preferiríamos que lo consideraras…

—¡No lo haré! —rabió en tono malcriado.

Amelia resopló, ya solo le quedaba una estrategia que probar.

—De acuerdo, niégate si quieres, pero entonces acompañarás a tu padre a informarle a los reyes tu decisión. No es justo que él tenga que confrontarlos solo.

Esmeralda miró a su madre con ojos cargados de angustia. Lo último que deseaba en este mundo era volver a ese castillo y confrontar a los Mondragón, pero al ver la firmeza en la expresión de su madre, entendió que no le quedaba salida. Ya bastante mal estaba haciendo rechazando el matrimonio con Danton, lo mínimo que podía hacer era dar la cara.

—De acuerdo, iré con él.

 

Francis y Esmeralda esperaban encontrarse con el rey Dimas, pero los guardias les informaron que este se encontraba indispuesto, así que en vez de eso tuvieron que conformarse con darle la noticia a la reina.

La reina los recibió en el salón donde siempre atendía sus asuntos, mismo lugar donde unos días antes había destruido todos los sueños de Esmeralda. Ella se sintió enfermar de volver a estar aquí, esperaba que este desagradable asunto concluyera pronto para poder volver a su habitación a sufrir su pena en privado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.