Kendra
— Cada vez que te visito me sorprendo al verte, es como si hubieran puesto en tu lugar a otra persona — comentó mi hermana.
— ¿A qué te refieres?
— Antes eras divertida y ardiente, tenías todo el tiempo una sonrisa plantada en la cara, ahora... eres una vieja.
— Nini, tengo cuarenta y cinco años, trabajo con hombres que todo el tiempo intentan demostrar que son más capaces que yo, e incluso intentan conquistarme para sacar provecho de mí, yo no puedo verme como cuando tenía veinte, ni treinta.
— Eres una mujer madura, podrías mantener una imagen como esta — me mostró una foto de una mujer con vestido y una sonrisa radiante, — y seguir siendo poderosa.
— En contadas excepciones y si la situación lo requiere puedo verme así, pero en el día a día, yo debo imponer distancia y respeto, soy una persona que trabaja con la imagen, sé de lo que hablo.
Ella pareció frustrada.
— ¿Me acompañarás a hacerme los exámenes que necesito antes de que me vaya?
— Ya te dije que sí. He reservado dos días para ti exclusivamente.
Nini era mi hermana menor, nos llevabamos ocho años de diferencia, pues a mis padres los había tomado desprevenidos en el inicio de la menopausia de mamá. Además, teníamos a otro hermano, John, él tenía solo dos años y medio más que yo, era productor de cine y por su causa yo me había metido en este mundo, puesto que varias veces me había pedido consejos sobre cómo cambiar la apariencia de alguna persona conocida suya del medio y así casi sin querer me encontré dando forma a la apariencia y la manera de actuar tanto de actores como de músicos. Esto era algo que se me daba bien desde joven, pero jamás imaginé que se iba a convertir en mi condena.
Nunca en mi juventud pensé encontrarme en la situación de que se acercaran a mí para usarme, ahora era algo del día a día. Este era un ambiente muy salvaje y competitivo. Era como una jungla donde había que sobrevivir a como diera lugar y yo me había acostumbrado a ello.
Ahora mi querida hermanita, había venido a la ciudad a realizar algunas consultas médicas. Nuestra familia pertenecía a un pueblo pequeño, y allí no tenía forma de hacerse estudios de alta complejidad. Todo esto era por causa de una anemia que no la abandonaba. Nini estaba casada y tenía dos niñas pequeñas que habían quedado con Tod, su padre.
El teléfono sonó y al ver el nombre respondí con fastidio.
— ¿Sí?
— Tengo una banda nueva que necesita de tus servicios.
Era Arthur Benz, un productor musical con el que solía trabajar. Había tenido con él un intento de relación en el pasado, pero pronto me di cuenta de que lo que quería era pagarme menos por ser su novia. Allí se terminó todo y solo manteníamos una relación comercial.
— El viernes tengo un par de horas libres, después de las cinco de la tarde.
— Es necesario que los veas hoy, ellos tienen el viernes en la noche una presentación.
— Busca a otra persona.
— Por favor, ¿hasta cuando estarás resentida?
— No estoy resentida, no tengo tiempo antes.
— Sé que no tienes nada.
— No tengo que darte explicaciones, Arthur.
Colgué.
— ¿Era urgente?
— Lo sería si se tratara de alguien que me ha contratado, pero no es así.
— ¿Y no necesitas a nadie nuevo?
— Gano lo suficientemente bien como para poder tomarme dos días con mi hermanita pequeña.
***
Leif
¿Por qué se me ocurrió cantar con unos niños en una plaza llena de gente? ¿Tal vez porque me gustaban los aplausos y ovaciones? Maldito ego. Ahora estaba atrapado en una tienda de lujo con una bruja que me miraba como si yo fuera un objeto.
Ella se acercó. Llevaba el cabello recogido en una coleta tirante y afirmada con gel, estaba muy maquillada debajo de unas gafas enormes, y olía a químicos. Me soltó el cabello y caminó a mi alrededor, tomo algunas notas en un cuaderno digital antes de pasar al guitarrista de mi banda, Neo.
En el bajo estaba Rand y en la batería Sylvia. Yo no me había acercado a un escenario nunca antes de convertirnos en un boom sin querer. Siempre había mantenido perfil bajo, pues ser un vampiro me impedía ser una figura pública, pero mis amigos y yo, luego de una noche loca siete meses atrás, habíamos aparecido en todas las redes y un productor nos contactó. Aunque mis compañeros no conocían mi condición, yo les había advertido que no podría permanecer junto a ellos demasiado tiempo.
El tiempo suficiente como para que junten dinero para vivir bien... Eso no solía suceder en este ámbito, donde eran otros quienes se enriquecían a costa de los artistas, aduciendo que eran quienes hacían la inversión, pero, en nuestro caso, la "inversión", la estaba haciendo yo.
Ahora, esta mujer que nos estudiaba, era la encargada de que nos veamos como se esperaba de una banda de rock pop exitosa. No entendía como podría lograrlo si ella misma se veía terrible.
— ¿Mandi no llega todavía? — preguntó la mujer. Hubo murmullos negativos. — ¿Y Soraya?
Ella hizo un gesto de hastío que por un instante fugaz se me asemejó al de una niña. Pero entonces empezó a hablar a nuestro productor de manera exaltada y con cada pregunta su tono de voz subía un poco más.
— Arthur, ¿qué no ves que son unos esperpentos? ¿Cómo quieres que haga bien mi trabajo si nadie está aquí? ¿No se supone que tienen una presentación en unas horas? ¿¿Qué puedo hacer yo con este desastre??
Y me señaló a mí.
— Te llamé el miércoles.
— Y yo te dije que llamaras a otra persona.
Ahí estaba el foco del problema, ella no quería trabajar con nosotros.
— Pero no hay otra mejor que tú y ellos pueden pagarte.
— Pero es casi un imposible lo que me pides, el tiempo es muy poco, si querías que los asesorara deberías haberme llamado por lo menos hace un mes atrás. ¿Y cómo un chico de veinte se viste como si viviera en el siglo diecinueve?