Leif
Luego de salir de la casa de la asesora, me sentía terrible. Ella era muy diferente a la persona que se había presentado el viernes para trabajar con nosotros. Era linda, y sensible, así como yo me preocupaba por mis seres queridos, ella también. Si no fuera porque éramos unos desconocidos, y me pidió que me fuera, me habría quedado a su lado para que no llorara sola, como debía estar haciendo ahora.
Quizá este era el motivo por el cual se había comportado como una bruja. Ella probablemente sabía que su hermana estaba enferma y esperaba el diagnóstico. Arthur había mencionado que era muy raro que actuara de esa manera, que por lo general era muy profesional.
Mi móvil sonó.
— ¿Sí?
— De acuerdo, trabajaré con ustedes —. Era Kendra, su voz sonaba compungida.
— Puedo regresar para acordar los términos del contrato si quieres, no estoy lejos — le ofrecí tontamente, buscando una excusa para volver.
— Mañana te hablará mi asistente.
— No quiero intermediarios, te lo acabo de decir.
— Eres insoportable.
— Y tú, muy irritante.
— Llámame la semana que viene, no estaré en la ciudad estos días.
— De acuerdo.
— Adiós.
Ella colgó.
Había logrado mi objetivo, la directora visual era la pieza que me faltaba para que todo saliera bien. Serían solo diez años en los que mantendría mi imagen pública, ya los altos mandos estaban al tanto de mi decisión y lo habían aprobado. Lo malo era que eso no hacía que pudiera mantenerme al margen de los sucesos que acontecían actualmente en nuestra sociedad, como había esperado.
Regresé a mi casa, que quedaba al otro lado de la ciudad, y me puse a componer. La música era parte de mi vida. Mi conversión al vampirismo hizo que yo tuviera que dejarlo todo cuando recién comenzaba, ahora podría cumplir mi sueño de tocar mi propia música en vivo y no tener que simplemente conformarme con componer para otros.
Lágrima solitaria sobre tus sábanas
En el último aliento, el último adiós
No estás sola, lágrima solitaria
Escucha mi voz, y suelta tu adiós
Mientras escribes, mientras trabajas
Mientras miras la vida de otros pasar
Mientras subes a lo alto y luego bajas
No me olvides, lágrima solitaria
Escucha mi voz.
En el ocaso de los días
Ella se fue, y tú te quedaste.
Pero el fin no es para ti
Mas la eternidad secará tus lágrimas
Oscuridad solitaria.
No estás sola, lágrima solitaria
Escucha mi voz, y suelta tu adiós
Vaya que me había inspirado esa mujer, sonreí al escuchar la melodía en mi voz.
***
Kendra
Con los resultados de los estudios de mi hermana en mano y sin atreverme a abrirlos, para que mi mente no me jugara una mala pasada, viaje a Rushtown, nuestra pequeña comunidad rural. Dejé en manos de Becky todo lo relativo al trabajo, acomodé las citas para poder tomarme unos días junto a mi familia, y me traje mi laptop para poder trabajar en Kamazoth, la banda con la que estaba por firmar un contrato millonario. Finalmente, había aceptado, las palabras de Leif habían tenido mucho que ver en mi cambio de opinión. Él había ofrecido pagarme lo que sea, con tal de que yo fuera su directora visual, incluso sugirió que me aprovechara de ello, pues tenía el dinero para pagarme lo que le pidiera. Pues bien, así lo haría. Ya le había dado instrucciones a mi asistente para que redactara el acuerdo.
Nini estaba todavía en el hospital, en una habitación privada. Al llegar, yo me senté junto a ella, mientras esperábamos que viniera el médico. Tod ya estaba aquí cuando yo me presenté y él iba y venía a ver si venían mis padres o a buscar un café. Su movimiento constante era la manifestación de su nerviosismo. Mi hermana, por su parte, no decía nada, es decir, nada profundo. Hablamos del sol que entraba por la ventana, de que organizaría el cumpleaños de su hija y cosas vanas. Las niñas habían quedado en casa de sus suegros.
Cuando nuestros padres llegaron, se ubicaron junto a nosotras, al lado izquierdo de la cama, y del lado derecho estaba Tod.
En unos instantes se hizo presente el doctor Borisov. Lo saludamos formalmente y le entregué al médico el sobre, con mi mano temblorosa; en mi interior sabía lo que iba a haber en el informe, lo intuía. El médico abrió el sobre y sacó los papeles, acomodaba sus gafas por momentos mientras leía, pasaba las hojas de delante hacia atrás y viceversa, durante unos instantes que me parecieron eternos.
— Esto lo confirma. Leucemia mieloide — nos dijo finalmente. — Pero no pierdan la esperanza — estas palabras se observaban incongruentes con la expresión de su rostro, era obvio que hacía un esfuerzo por sonar alentador. — Existen muchos tratamientos en la actualidad, la medicina ha avanzado muchísimo. Podemos empezar con transfusiones y quimioterapia, también podríamos evaluar la posibilidad de un trasplante y por supuesto, como último recurso siempre existe la inmunoterapia y las terapias experimentales. Hay muchas opciones...
Él empezó a describir cada uno de los tratamientos que había mencionado y nos habló de lo maravilloso de los actuales avances tecnológicos. De todos los procedimientos que mencionaba, ninguno daba más del setenta por ciento de efectividad y eso me resultaba deprimente. Sin embargo, mi hermana se veía esperanzada y enseguida me contagió su entusiasmo.
Me quedé en casa de mis padres, para colaborar con el cuidado de mi hermana y mis sobrinas. En esos días intenté trabajar en los ratos libres, pero me costaba concentrarme, me sentía devastada. No entendía por qué tenía que pasarle esto a Nini, era joven, tenía una familia hermosa, hijas pequeñas, esto era una injusticia divina, si fuera que existiese algún dios.