La musa de Leif

Capítulo 6

Leif

Intentar acercarme a mi asesora era como remar en unos rápidos en contra de la corriente, no había forma de alcanzarla, se mantenía distante, y yo no quería pasar por un acosador, pero mientras más la conocía más me gustaba, era una mujer intrigante, fuerte, madura, segura de sí misma y sabía perfectamente lo que quería en la vida. Mi objetivo sería convertirme en algo que ella quisiera tener, pero, ¿cómo lo haría?

Mis centenios no me habían dotado del conocimiento para poder llegar a las mujeres de las últimas décadas. En mi mente el hombre cortejaba y la mujer aceptaba con una sonrisa y si rechazaba, era algo momentáneo, al final terminaban cayendo en mi red de seducción, pero Kendra no era así, ella se mantenía distante y con una apariencia fría, aunque por dentro estuviera ardiendo.

¿Qué clase de hombre era el que a ella le gustaba? ¿Alguien como Arthur? Él era muy diferente de mí. Tenía el cabello rubio entre cano y pasaba los cincuenta años, ¿habría salido con otros hombres? Si quería averiguar esto, no le podía preguntar a mi productor, que la odiaba, pero había alguien que podría darme esa información.

Fui a Boreal en busca de su diseñadora. Ella estaba atendiendo a algunas personas cuando llegué, pero cuando supo que yo estaba allí, dejó todo para recibirme, y me llevó a su atelier privado.

— Qué sorpresa que vengas a verme, creía que no te había gustado mi trabajo.

— Tu trabajo es indudablemente muy bueno, el asunto no fue contigo, sino con la imagen de mí que Kendra quiere proyectar.

— Ella es muy buena, por eso me gusta que me pida colaboración.

— Sí, sé que es buena, por eso la contraté. Pero, sabes, me gustaría alguna ropa que sea más de mi estilo, la otra la usaré para las presentaciones y esta, que harás para mí, será para el día a día.

— Yo no hago ropa común.

— No será ropa común, será excepcional, como tú — me incliné hacia ella de manera sensual y comencé a usar mi don. — Y servirá para que me vea normal.

— Creo... creo que puedo hacer lo que pides... será un desafío.

— ¿Me tomas las medidas? — me desvestí frente a ella para coptar aún más su mente. — Háblame de Kendra — ordené.

— ¿Qué quieres saber? — preguntó en automático tomando un metro.

— Todo lo que sepas de ella.

— Kendra comenzó en este ambiente por causa de su hermano, que es productor de cine independiente. Él la recomendó y pronto se hizo popular, pues era muy buena creando la imagen de un artista. Tuvo dos o tres relaciones, pero todas fracasadas. Ella no sabe elegir al hombre correcto, ahora hace varios años que está sola.

— ¿Con qué clase de hombres salió?

— Mayores, de más de cincuenta, el último fue Arthur, tu productor, él quiso aprovecharse de ella pagándole menos.

— Entiendo por qué se odian.

— Sí, son muy distantes, pero él la suele llamar porque sabe que es la mejor en lo suyo.

— Entonces le gustan mayores, ¿qué les ve?

— No creo que les vea nada, sino que espera madurez, supongo, pero ella parece no saber que eso no tiene que ver con la edad.

— Olvidarás esta conversación y solo recordarás que debes hacerme ropa, cuando esté lista la enviarás con una factura por el monto y te haré una transferencia.

— Te enviaré la ropa cuando esté lista.

Me vestí, le di las gracias y me marché. Ahora tenía que descubrir una forma para que ella me diera una oportunidad.

El gélido frío de tus ojos

No puede ocultar tu fuego

El romance se oculta en ti

Ninfa de ojos de hielo

Criatura atemporal

Objeto del deseo

Inalcanzable armonía de oscuridad

En lo alto de tu montaña

Donde nadie puede alcanzarlo

Está tu corazón

Estrella escondida

Abre tu puerta, amada

Abre tu corazón, dolida

Imperturbable entre tus murallas

Arde un inmenso fuego

La pasión se oculta en ti

Ninfa de ojos de hielo

Cada día que la veía, me evocaba una letra o una melodía, esporádicamente una secuencia de frases sin sentido. Nunca antes había logrado componer tan rápido, quizás debía mantener esta distancia que me llenaba de inspiración. Si yo lograra conquistarla, tal vez ya no me bajaría la inspiración de esta manera. Pero no podía evitar intentarlo.

Con cada presentación, esperaba que ella viera el resultado de su trabajo, pero no lo hacía, se marchaba y solo recibía la devolución de que todo había salido perfecto y la canción “Déjame entrar” alcanzó los tops en varias oportunidades.

Hacía ya un año que trabajábamos juntos y tal como Arthur nos había prometido, gracias al asesoramiento de Kendra, alcanzamos mucha presencia en los medios convencionales y en las redes. Mi directora visual y yo nos veíamos poco, y ella era distante siempre. Señor Gallagher me decía. Cuando nos encontrábamos, su fragancia era dulce, pero si yo me acercaba mucho, su olor se volvía ácido, era como querer agarrar a un zorrillo.

***

Kendra

Salí de casa muy temprano en la mañana, me gustaba caminar cuando todavía estaba fresco, ya que luego el calor del día se me hacía pesado. Aprovechaba este momento para ir al gimnasio, que a esta hora se encontraba casi vacío. Entré y de una sola mirada atisbé tres personas en las que no me fijé, dirigiéndome al primer aparato para comenzar mi rutina.

— Hacía tiempo que no coincidíamos — la voz de Leif provocó un estremecimiento en todo mi cuerpo.

— ¿Qué haces aquí?

— Paso el rato.

— ¿A esta hora?

— ¿Qué tiene?

Él llevaba unos pantalones de chandal de color gris y una camiseta, sin mangas, negra, que dejaba ver buena parte de su torso por los costados.

— No sé, es raro.

— Tú estás aquí a esta hora.

— Yo vengo siempre a la misma hora, además vivo cerca y, en cambio, tú... —Me quedé callada al darme cuenta de que en el año que lo conocía ni me había interesado por saber en dónde vivía.




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