Kendra
Aunque Leif hizo la declaración, no solo en las redes sociales, sino que también se retractó en su siguiente entrevista, los rumores no bajaron, más bien todo lo contrario, decían que se retractaba por orden de su productor, o por orden mía. Estaba llena la red de fotos con una dulce expresión en su rostro cuando hablaba de mí. Sería un trabajo arduo derribar lo que había dicho anteriormente, puesto que cada vez que lo entrevistaran le preguntarían sobre lo mismo.
Me sentía fatal y no quería ni salir, puesto que, aunque hacía unos días que ya no había periodistas apostados en mi puerta, no podía garantizar que no me encontrara con alguno de ellos en cualquier lugar. Esto provocó que, para las Navidades, toda mi familia, incluido mi hermano John, vinieran a visitarme.
— Kendy, te das cuenta de que eres la mala en esta historia — me preguntó John en un momento en que nos quedamos a solas.
— ¿La mala? — cuestioné sorprendida.
Él me mostró una de las fotos que yo ya había visto cientos de veces.
— Él es el héroe trágico y tú la bruja de frío corazón incapaz de corresponder a su amor.
— Me miras como si fuera mi culpa, ¿qué quieres que haga? Tengo veinte años más — me defendí sin saber qué responder.
— ¿Y desde cuándo eres tan prejuiciosa? ¿Acaso no te fuiste del pueblo para no estar presa del juicio de los demás? — inquirió mirándome con sapiencia.
— No son prejuicios, es una realidad, piénsalo, ¿qué puedo hacer con alguien tan joven?
— Con los viejos no te fue también — replicó Nini, acercándose por detrás de John.
— No eran viejos — refuté.
— Ves, tú tampoco eres vieja.
— Es distinto, diez años de diferencia no es lo mismo que veinte, tenemos diferentes vivencias…
En ese momento mis padres también se acercaban a la mesa de la cocina, donde nos encontrábamos sentados los tres.
— Creo que deberías darte la oportunidad — dijo mi hermano.
— Por qué no sales tú con alguna jovencita y me dejas a mí tomar mis decisiones.
Todos se rieron.
— Mejor cenemos que ya tengo hambre — solicitó papá.
— Cenemos, pero yo creo que sería bueno que tuvieras a alguien, que ambos tuvieran a alguien. No quiero morirme sin verlos aunque sea de novios — las palabras de mi hermana nos dejaron helados a todos.
— No te vas a morir — habló mi pequeña sobrina Valentina observando a su mamá con sus ojos acuosos.
Hasta ese momento, la niña y su padre habían estado en mi cuarto, haciendo dormir a la hija menor de mi hermana.
— Por supuesto que no — afirmó Tod y nosotros lo secundamos.
Papá sirvió unos aperitivos y pronto todos cambiamos el foco de la atención, pero sus palabras me quedaron por largo rato clavadas en el pecho.
***
Leif
Todos los sitios estaban a reventar de gente festejando la navidad, probablemente, Kendra habría viajado a su pueblo, al igual que el año anterior, para estar con su familia. Ella viajaba muy seguido a verlos, de seguro no perdería esta oportunidad.
Fui a Carpathians para divertirme un poco y también alimentarme, pues hacía unos diez días desde la última vez. Entré en el lugar, era oscuro y estaba pintado de negro, a mi derecha había mesas, una gran pista de baile y detrás una barra con luces de neón.
Di unos pasos dentro del lugar y dos chicas se acercaron a saludarme.
— Leif, ¿nos das un autógrafo? Somos tus fans.
Ellas debían tener unos veinte años.
— Por supuesto, chicas — sonreí.
Las jóvenes me dieron un papel y un bolígrafo.
— Vimos tu entrevista, no dejes de insistir, es imposible que una mujer se te resista.
— Eres hermoso…
Yo solo sonreí ante sus afirmaciones. Esta era una de las partes de la fama que no me gustaba, pero al menos aquí había respeto, en otros lugares a los que intentamos asistir con la banda, los fans se ponían como locos si nos reconocían y teníamos que terminar marchándonos.
— ¿Sus nombres?
— Ana y Marcia.
Firmé una leyenda que decía: "Con amor para las chicas más dulces y empáticas que haya conocido, gracias por su apoyo". Agregué los nombres y los enmarqué en un corazón.
— ¿Podemos tomarnos una foto?
— Claro.
Las abracé y ambas sacaron sus teléfonos móviles para la fotografía, me abrazaron y me besaron en la mejilla. Ellas, riendo, volvieron al sector de los humanos y yo continué mi camino bordeando la pista hasta que ingresé en el área VIP. Allí había una mesa de entradas y más allá, a la izquierda una pista de baile y una barra similar a la que había visto en la zona de ingreso y a la derecha mesas con sofás todo a lo largo del salón.
— Bienvenido —. La recepcionista era una loba, se llamaba Rhonda. — Te acompañaré a tu mesa.
— No es necesario, gracias — rechacé, pues yo acostumbraba a venir al lugar y lo conocía bien.
Me acerqué a la mesa y las muchachas que solían turnarse para alimentarme estaban ambas esperándome.
— Bienvenido.
— Gracias, chicas, feliz Navidad — les dije.
— Feliz Navidad, Leif. Pensábamos que, por ser una noche especial, quizá podríamos hacer algo diferente.
— Yo me senté y ellas me rodearon.
Algo diferente significaba sexo, y yo no podía pensar en nadie que no fuera mi directora visual.
— No sé, chicas, me toman desprevenido. ¿Pero por qué primero no piden algo de beber?
Ellas fueron a la barra y yo tomé el móvil y abrí el chat de Kendra, no habíamos hablado mucho, ella no solía responder.
Feliz navidad, asesora<<
>>Feliz navidad, Leif
La respuesta fue inmediata y eso me hizo incorporarme de la posición desgarbada en la que me había sentado.
Estás en casa de tus padres?<<
>>No, estoy en mi casa.
Puedo pasar a verte?<<
>>No estás con tu familia?