La musa de Leif

Capítulo 10

Kendra

— Ahora viene para acá, no sé por qué dejé que me convencieran.

— Ese pobre chico iba a pasar solo la Navidad, no me parece correcto.

— Mamá, no es un chico cualquiera, es un cantante famoso, seguro que tenía con quien pasarlo, solo quiere molestarme, como hace siempre.

— ¿Siempre te molesta? — indagó John.

— No siempre, pero...

Ya no sabía qué decir, mi familia parecía mi enemiga, ¿por qué no entendían que yo no podía involucrarme? Si no fuera porque Nini vio sus mensajes y los expuso delante de todos, no hubiera aceptado que viniera.

— ¿En verdad no te gusta ni un poco? — preguntó Tod, mi cuñado.

— Tod, no se trata de si me gusta o no, sino de lo que me conviene.

— Eso no responde a la pregunta — sonrió mi hermana.

— Ya lo han visto, a cualquiera le atraería, pero no logramos tener una conversación de más de quince minutos sin discutir.

— ¿Lucha de poderes?

— ¿Tensión sexual?

Yo hice una expresión horrorizada y el timbre sonó. No podía haber llegado tan rápido. Nadie dijo nada y yo fui hasta la puerta.

Abrí y allí estaba él, con su ropa de glam rock y su cabello alborotado y... Sus labios tomaron los míos sin darme tiempo a nada. Su brazo fuerte se curvó sobre mi cintura, no tuve dimensión de lo grande que era su cuerpo hasta ahora, que estaba apretada contra él con la cabeza hacia arriba. Estaba tan sorprendida que solo me sostuve de su ropa y me dejé besar por unos instantes, hasta que pude volver a pensar con claridad. No tuve que hacer demasiada presión para que me soltara.

— Oh, cielos, lo siento — dijo cuando vio que no estaba sola. — Yo, no imaginé…

— No, tampoco yo. Pasa.

Él entró y sonrió divertido.

— Buenas noches y... feliz Navidad.

— Bienvenido — mi hermano se acercó a saludarlo, extendiendo su mano con una sonrisa de picardía.

— Gracias, es un placer. Eres su hermano, he visto varias de tus películas y me han gustado mucho.

— Te lo agradezco, estos son nuestros padres, Edmund y Marissa.

—Qué bueno conocerte.

— Vimos tu entrevista.

— Yo soy Nini.

— Su hermana menor y su cuñado — se dirigió a Tod.

— ¿Es tu novio, tía? — Todas las miradas fueron hacia abajo.

¿Qué podía decirle que ella entendiera si acababa de ver cómo nos besábamos?

— Sí, él es mi novio.

— Es un placer conocerte, pequeña — Valentina se escondió detrás de las piernas de sus padres con una sonrisa tímida.

— Solo me falta conocer a la bebé.

— Acaba de dormirse — explicó Nini.

— Ven, siéntate a comer con nosotros — dijo mamá para que la siguiéramos a la cocina.

— Con gusto los acompaño, pero ya he cenado.

— Bueno, nos miras comer — dije yo.

— Quizá podría comer una manzana.

— Se me terminaron ayer, pero tengo fresas si te gustan.

— Sí, me gustan más que las manzanas, de hecho.

Se ubicaron todos en la mesa y yo me dirigí a la nevera para buscar las fresas. Ya las había lavado antes de guardarlas, por lo que solo las tuve que cortar y se las serví en un pequeño plato. Deliberadamente, lo habían hecho ubicarse en el lugar junto al mío.

— Vimos tu entrevista, cuéntanos qué fue lo que provocó semejante sincericidio — preguntó Nini.

— Atraer la atención de Kendra es una labor ardua, ella me dejó ese blanco y yo lo tomé.

— Jamás hubiera creído que a un chico como tú le costaba llamar la atención, yo te imagino caminando en un centro comercial y todos se girarían a mirarte — comentó mamá.

— Eso suele suceder, Marissa, pero su hija no suele estar en el centro comercial — sonrió.

— Pero después te retractaste — dijo John.

— Kendra me obligó.

— Yo creo que fue peor, porque se diseminaron fotos tuyas por toda la web. Tus fans piensan que alguien como tú merece tener a la mujer que quiera — acotó Nini.

— Sí, lo he notado, hoy fui a Carpathians y allí unas chicas me dijeron que me apoyaban y que insistiera.

— ¿Por qué no les dijiste que no tienes real interés en mí?

— ¿Cómo sabes que no les dije eso?

— Como si no te conociera.

— ¿Tengo órdenes de desmentir aquella entrevista a cada fan que me hable, asesora?

— Puedes hacer lo que quieras, con lo que me cuentas ya veo que está todo perdido.

— No te ofusques, Kendy, esto les hará ganar mucho dinero — intervino John.

— A costa de mi reputación — repliqué con amargura.

— No pensé que te lo tomarías así.

Yo estuve a punto de responder algo hiriente, pero, no solo tenía la mirada de todos sobre mí, sino que sus ojos estaban tan llenos de emociones que me hicieron enternecer.

— Lo tomo lo mejor que puedo.

— ¿Y cómo pensaste que lo tomaría? — volvió mi hermana al ataque.

— Soy impulsivo, la verdad es que no pensé, el día anterior habíamos discutido y me quedé con muchas cosas que hubiera querido decir.

— ¿Discuten a menudo?

— No, solo cuando nos vemos a solas — contestó.

Él respondía tranquilamente al interrogatorio de mi familia, degustando las frutas muy lentamente, y yo me atoraba de comida para no tener que intervenir.

— Eso, pareciera mucho fuego.

— Aparentemente, solo soy yo.

Leif aceptaba abiertamente su interés por mí, aunque me resultaba algo raro, no debía olvidar que al llegar me había zampado semejante beso. Eso hacía que, si él quisiera ocultar lo que sentía, resultaría hipócrita, algo que sin duda no era.

— ¿Solo es él?

— ¿Por qué me hacen esto? Son mi familia.

— Por más esfuerzos que hagan, ella jamás va a admitir que podría sentir algo por alguien como yo. Quizá hice mal en insistir.

Quiso ponerse de pie, pero en un impulso lo detuve.

— No te vayas, por favor. No sé qué siento, me apabulla la idea de tener algo con una persona a la que le doblo la edad.

— No me doblas la edad, cumpliré treinta años pronto, no soy un niño.

Ambos nos giramos para enfrentarnos, y mi familia no decía nada, todos estaban expectantes de nuestra discusión.




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