La musa de Leif

Capítulo 12

Kendra

Me desperté tan relajada, hacía tiempo que no descansaba tan bien, me sentía liviana y feliz, feliz como si... parpadeé... como si hubiera tenido muchos orgasmos. Giré hacia mi derecha y ahí estaba él.

Quise tomar mi móvil de la mesa de noche para ver la hora, pero no estaba allí, seguro que se había quedado en la cocina. Me hubiera levantado a buscarlo, si no fuese porque Leif me envolvió y me atrajo a su cuerpo.

Esperé a que se quedara quieto, debía intentar salir de sus brazos, pero ¿cómo lo haría? Sin despertarlo, claro. "Es Navidad, no tengo que ir a ningún lado", me dije. Luego de unos minutos, separé primero mis pies hacia el borde de la cama. Si me arrastraba despacio, podía escabullirme.

— ¿A dónde quieres ir? — indagó con la voz adormecida, obligándome a meterme nuevamente entre las sábanas.

— A buscar mi celular.

— ¿Para qué? — Empezó a besar mi espalda.

— Para ver la hora.

— No son más de las cinco de la tarde.

Él entremetió sus dedos en mi cabello, levantándolo para besar mi nuca.

— Leif, creo... creo que ha sido suficiente.

— Te deseo mucho — sus palabras provocaron un sobresalto en mi bajo vientre. — Nunca tendré suficiente.

— Ay, Leif…

Sus besos comenzaron a desparramarse por mis hombros y, mientras una de sus manos buscaba mis pechos, la otra se dirigía hacia mi intimidad.

— Sé mi mujer.

— ¿Qué dices, solo por una noche? — indagué, entrando en tensión de inmediato.

— Una noche y el año que llevamos conociéndonos es suficiente para mí para saber que eres la indicada — como si pudiera olvidar que hacía un año que intentaba tenerme como ahora.

— Exageras.

Él me puso de espaldas y se subió sobre mí para verme de frente.

— ¿Es decir que no sientes nada? Miénteme a la cara y dime que no sientes nada, Kendra.

— No quiero decir que no sienta nada — el corazón no dejaba de latirme con fuerza y la vista de su cabello cayéndole sobre el rostro, sus labios entreabiertos, su voz ronca y su mirada encendida, me hacían querer todo lo que estaba ofreciéndome, pero yo era una completa cobarde, y tenía miedo. — Solo que no puedo tomar decisiones tan veloces como tú, ni me doy cuenta de lo que siento tan rápido.

— Vivamos juntos, así te darás cuenta de que somos el uno para el otro.

— Eres muy intenso, ¿lo sabías?

— Intenso, atrevido y todos los epítetos que se te ocurra ponerme. Sí. Sé lo que quiero, siempre lo he sabido y cuando te conocí me gustaste y, unos días más tarde, pude ver tu alma, y supe que eras para mí.

— Eres raro, además.

— No tienes idea de cuánto.

— Debo ir al sanitario y quiero ver si tengo mensajes.

Se dejó caer hacia un costado y yo salí de la cama de un salto, fui tal como dije al sanitario y entonces me vi. Él me había llenado de marcas, tenía una debajo del pecho, otra en el hombro, cerca del cuello, otra en la espalda...

— Leif — dije en tono de reproche, saliendo del baño. — ¿Es que te crees alguna clase de animal? Me has llenado de marcas.

— Lo siento, es que estaba hambriento y tú eres deliciosa, la próxima vez no dejaré pasar tanto tiempo.

— Estás loco — repliqué sin entender nada de lo que decía. Volví al aseo, me di un baño rápido y salí con una bata. Él seguía en la cama.

— Aquí está tu móvil y te traje también algo de comer — Leif había preparado, en un plato, un poco de todo lo que había sobrado de la cena y además me había traído un té.

— Gracias, ¿tú no comes?

— No. He recibido una invitación, debo asistir a una reunión y no podré quedarme hoy, pero volveré en cuanto pueda.

— ¿Una invitación de qué?

— No es nada de lo que debas preocuparte, asesora.

— Pero...

— Todavía no has aceptado ser mi mujer, por lo que no puedo contarte nada.

— No me interesa saber.

Lo miré vestirse con rapidez mientras comía en la cama. Sería maravilloso tener estas noches y estos despertares, y aceptaría sin dudarlo si no temiera tanto al que dirán.

***

Leif

Las invitaciones de esta gente eran cada vez más asiduas, empecé a pensar en cómo rechazar sin que se sientan desairados, la verdad era que no me interesaba someter a nadie ni dar a conocer nuestro secreto, pero ellos veían en mí una pieza clave, aparentemente, pues me sugirieron que empezara a hablar más de nosotros en mis canciones, algo que no me interesaba hacer para nada, pero quizá podría poner una referencia a todos los años que tenía yo por encima de los que Kendra creía tener sobre mí. Como fuera, el día en que decidiera rechazar definitivamente las invitaciones del grupo opositor, sería cuando saliera también de la escena pública, quizá fingiendo mi muerte junto con la de Kendra.

Como siempre, me presenté en el lugar, esta vez era en una residencia más cercana a la mía, ya que ellos solían cambiar de ubicación. Estuve una media hora y regresé a casa, tenía ensayo al atardecer con la banda y luego iría al apartamento de mi adorada asesora.

— Leif, ¿te das cuenta de que la gente no deja de seguirnos y comentar los videos con tus declaraciones sobre Kendra? — Me decía Neo divertido, apenas llegué.

— No, no he prestado atención.

— ¿Qué dice ella, alguien la ha visto?

— No le gusta tanta exposición pública — respondí.

— Debe estar muy enojada.

— No tienen idea de todo lo que me gritó cuando le atendí el teléfono — sonreí al recordarlo.

— Yo creo que si no hubiera sido porque le pediste cambiar aquel apartado en el contrato, ya nos habría dejado — recordó Sylvia.

— Eso me dijo — me reí.

— Cuando estábamos en la entrevista no sabía si reír o llorar, no pudiste ser menos oportuno para sincerarte.

— Debía decirlo o moriría atragantado.

— Bueno, mejor vamos a ponernos con las canciones, solo tenemos dos semanas — nos apresuró Rand.

— Tengo algo nuevo... — comencé a mostrarles las grabaciones que había realizado de las últimas canciones que había escrito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.