La Navidad del Ceo Solitario: Millonario en la Nieve

Dulces entre sabanas y Regalos en la Nieve.

Los copos de nieve caían suavemente en Aspen, no se sabía cuando caería nieve o cuando pararía, cubriendo el mundo exterior con un manto de pureza blanca. Julian y Isabella se encontraban en la cabaña, ambos se encargaron de arreglar el árbol y decorarlo para dejarlo bonito, cambiar unos adornos tras otros, para ver cual quedaba mejor, horas despues ellos rodeados por la calidez de la chimenea crepitante, se miraron a los ojos y no pudieron evitar besarse. El árbol de Navidad parpadeaba en una esquina, iluminando la sala con destellos festivos.

 

—Hija —Dijo la madre de Isabella.

 

—Pensé que estaban dormidos, ya es noche, no me quiero imaginar cuando sea el propio dia de la navidad la pasaremos tan bien —.

 

—Hija, con tu padre platicamos un poco de ustedes dos, si se aman tanto, ya que lo de ustedes fue muy rápido, y amor a primera vista, me gustaría que se casaran, no pueden ocultar más lo que sienten, no es bueno dejar pasar tanto tiempo —añadido.

 

—Madre por favor te suplico que no toquemos ese tema —añadió sonrojada.

 

—Julian ¿Qué tanto amas a mi hija? —Pregunto su padre.

 

—Mucho, y dejaría los lujos por estar con Isabella —añadió.

 

—Entonces espero tomen la decisión de casarse, cuando arregles todo con tu mujer actual —dijo su padre.

 

—Claro que si —.

 

—Buenas noches —dijeron sus padres despidiéndose de su hija para irse a dormir.

 

La madre de Isabella guiño el ojo Julian dando aviso que era lo que tenia que hacer, Julian asintió con la mirada.

 

Julian había estado planeando algo especial para Isabella desde que se conocieron, y la noche parecía el momento perfecto para darle su regalo. Mientras Isabella miraba asombrada, Julian le tendió una pequeña caja envuelta en papel de regalo plateado y una cinta de terciopelo rojo.

 

—Espero que te guste —, murmuró Julian con una sonrisa, sus ojos brillando con anticipación.

 

Isabella abrió el regalo con cuidado, deshaciendo la cinta y desplegando el papel. Dentro, encontró una pulsera finamente elaborada con brillantes piedras preciosas y delicados detalles en plata. Era una joya impresionante que brillaba con la misma intensidad que la mirada de Julian.

 

—Oh, Julian, es hermosa —, exclamó Isabella, sus ojos llenos de emoción. —No sé qué decir...—.

 

—Espero que te guste —, repitió Julian, nervioso por su reacción.

 

Isabella asintió con una sonrisa y le dio un tierno beso en los labios. —Es perfecta. Gracias, Julian —

 

Esa noche, mientras la nevada suave continuaba afuera, Julian y Isabella compartieron dulces momentos, intercambiaron historias y se entregaron mutuamente sus corazones. La esperada y llegada Navidad en la cabaña se llenó de risas, alegría y amor sincero.

 

El CEO solitario había encontrado algo más valioso que cualquier riqueza en su vida: el regalo del amor y la compañía de Isabella. Era un regalo que ningún millón de dólares podría igualar.

 

A medida que el fuego crepitaba y las luces del árbol de Navidad parpadeaban, Julian y Isabella sabían que esta sería una Noche inolvidable que nunca olvidarían.

 

Unidos por el destino y el espíritu navideño, su amor florecía como la más hermosa de las estrellas en el cielo invernal de Aspen.

 

Julian observó a Isabella mientras ella lucía la pulsera con orgullo y gratitud. Se dio cuenta de que este era el momento adecuado para expresar lo que había estado sintiendo en su corazón desde el día en que se conocieron. Tomó la mano de Isabella y la miró a los ojos con determinación.

 

—Isabella, hay algo que necesito decirte —, comenzó Julian, su voz llena de sinceridad. —Desde el momento en que entraste en mi vida, has iluminado cada rincón oscuro de mi mundo. Has traído alegría, amor y una sensación de completitud que nunca creí posible —.

 

Isabella lo miró con asombro, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

 

—Me has mostrado que hay más en la vida que el éxito empresarial y la riqueza material —, continuó Julian. —Has despertado en mí emociones que había mantenido enterradas durante años. Isabella, estoy enamorado de ti—.

 

El corazón de Isabella latía con fuerza mientras escuchaba las sinceras palabras de Julian. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, pero esta vez eran lágrimas de alegría.




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