La necrópolis de los brujos(terror, suspenso, thriller)

Cap 1

El lugar destilaba un aire de olvido, era similar al patio de una escuela después de años de descuido. El césped verde estaba cubierto de objetos de la vida cotidiana que yacían esparcidos por todos lados: desde refrigeradores oxidados y bañeras cubiertas de musgo, hasta lámparas, armarios con las puertas desencajadas ... Todo lucía antiquísimo y cubierto de moho, con colores desvanecidos, el agobiante  olor a rancio se filtraba con cada respiración, mientras intentaba soportar la punzada en mi cabeza, tenía la vista borrosa apenas lograba percibir la forma de un lugar ni demasiado grande ni demasiado pequeño, un escalofrío recorrió mi cuerpo, como si mi alma intentara escaparse .Tumbada en el suelo, rodeada de hierba y flores silvestres de vivos colores, la confusión se apoderó de mí. `` ¿Cómo había terminado en este lugar?´´
La luz del sol de la tarde penetraba en mis cansados ojos, el suelo bajo mí parecía absorber toda la luz y la vida, como si estuviera devorando todo a su paso, creando sombras alargadas que se movían como serpientes a mi alrededor, observé con creciente horror cómo las flores se marchitaban lentamente, como si la misma vida estuviera siendo succionada de ellas, se desvanecían junto a la tierra donde estaban arraigadas, convirtiéndose en polvo ante mis ojos.
Al apoyar la palma de mi mano sobre el suelo frío, mi atención fue captada por su áspera textura, mis dedos se deslizaron por el pavimento haciendo una pausa instintiva al toparse con la forma distinta de un símbolo grabado en la superficie,  una estrella con una línea central más larga que las otras dos con una flecha dibujada en la misma que alcanzaba hacia arriba, la visión de este símbolo mágico me desconcertó, y antes de comprender su significado, desapareció cuando me puse de pie, dejándome mareada y al borde de la inconsciencia una vez más.
El lugar era un extraño contraste de belleza marchita y misterio siniestro en medio de un intenso frío. Mientras intentaba recuperar el equilibrio a lo lejos, se divisaba un antiguo y escalofriante cementerio, Sentía como si algo me acechara desde la oscuridad, junto a las  ruinas de lo que parecía haber sido una antigua escuela casi completamente derruida. Eran los únicos vestigios de vida en un entorno que parecía devorado por la oscuridad. El frío calaba hasta los huesos y mi vista se nublaba a un oscuro negro, una sombra se acercó rápidamente hacia mí, deslizándose entre las lápidas del cementerio con una suavidad perturbadora.
— Oye, ¿te encuentras bien? — me preguntó con una mirada llena de preocupación.
— No... No lo sé. Estoy confundida, este lugar...— respondí con un nudo en la garganta. Ella sonrió dulcemente, lo que me reconfortó de inmediato.
— No te preocupes, todos pasamos por eso. Me llamo Sora — dijo, extendiendo su mano con una cálida sonrisa que me hizo sentir tan cómoda que cada músculo de mi cuerpo se destensó casi por completo.
— Me llamo... No lo recuerdo... mi nombre — dije con frustración.
— No te preocupes, tampoco recuerdo el mío, ni yo, ni ninguno de esos chicos— dijo dirigiendo su mirada hacia la escuela donde las siluetas de los estudiantes se movían de un lado a otro. Estamos aquí por alguna razón, puedes llamarte como quieras, pero es un secreto, elige el nombre que más te guste — el rostro de Sora era muy pálido, sus grandes y rasgados ojos la hacían ver exótica. Su ropa era tan distinguida como ella misma, llevaba un hanbok—po (espada tradicional coreana) de color blanco, muy arrugado y algo rasgado. Su cabello era tan negro como el carbón, recogido en una coleta tan larga que le llegaba a la cintura.
— Pero... ¿qué lugar es este?, le pregunté, con la confusión reflejada en mi voz.
— Aquí todos somos solo estudiantes, hemos estado investigando cómo llegamos hasta aquí pero no hemos encontrado ninguna prueba. Los profesores se limitan a ignorar nuestras preguntas, explicó Sora con un atisbo de frustración en sus ojos. Esta escuela alberga alrededor de 3000 estudiantes, según las estadísticas. Todos tenemos entre 17 y 28 años de edad... todos venimos de diferentes lugares y con diferentes recuerdos e incluso unos pocos, de diferentes épocas, en busca de aquello que hemos olvidado.
Al caminar por el pasillo sin techo que permitían que la luz del sol se colara, iluminando todo a su paso me sentí expuesta a los caprichos de alguna energía que al parecer percibía sólo yo, como si el mundo exterior estuviera observando cada uno de mis pasos, plantas crecían exuberantes en cada grieta y rincón, pronto me encontré rodeada de un bullicio animado de jóvenes que revoloteaban en los salones creando una cacofonía que alimentaba mi confusión, no estaba segura de lo que estaba sucediendo, tenía miedo y no sabía por qué, sin embargo, al entrar a las aulas, sentía resguardo y tranquilidad, como si cruzar esa invisible frontera marcada por el marco de la puerta significara dejar atrás las preocupaciones del mundo, protegiéndome de las inclemencias del exterior.
Mientras Sora me presentaba con entusiasmo, no pude evitar notar su expresión seria y determinada. A pesar de su aparente reserva, sus ojos brillaban con inteligencia y curiosidad, mostrando una profundidad que me intrigaba, parecía esconder algo más allá de su apariencia tranquila.
Algunos de los estudiantes que llamaban más mi atención eran verdaderamente únicos: la menor de todo el salón, de alrededor de quince estudiantes, era una joven bailarina de unos dieciocho años. Su cabello dorado estaba recogido en un moño perfectamente ajustado que dejaba ver su protuberante la menor de todo el salón, de alrededor de quince estudiantes, era una joven bailarina de unos dieciocho años, su cabello dorado se enroscaba en un moño ajeno a cualquier mechón rebelde, dejando al descubierto una frente protuberante. Su silueta se adornaba con un tutú rosa pálido y desteñido que combinaba con su única zapatilla y su notablemente deformado pie, se destacaba una joven, de aproximadamente 25 años, envuelta en el encanto del pasado; llevaba puesto un elegante vestido de noche al estilo de los años 30, la prenda tenía un marcado diseño imperio en tono marrón, con un corte ceñido que fluía con gracia desde debajo del busto. Su cabello oscuro y corto enmarcaba su rostro con un aire de sofisticación. A su lado, su inseparable compañera resplendía también, ataviada con un turbante de un desértico color arena, los ojos enfatizados por un delineado negro intenso que evocaba los misterios de un antiguo Egipto.
Un apuesto chico  llamaba la atención con su traje bien estructurado, llevaba pantalones oscuros, una camisa, chaleco y una chaqueta. Parecía tener alguna relación con una joven que lucía una combinación de estilos con un toque gótico y vintage con colores gris, negro y blanco.
Por último, otro estudiante de alrededor de unos 28 años con un rostro decaído y una barba descuidada de unos días, su cabello largo y mal peinado, llevaba un pijama de rayas azul oscuro, unos calcetines y unas pantuflas casi gastadas en su totalidad.
Me acomodé en un asiento junto a la ventana, un lugar que había permanecido vacante. La silla ostentaba una historia tétrica, era el asiento de un alumno que, envuelto en misterio, nunca había vuelto. Mis compañeros, sumidos en sus propias cavilaciones, evitaban ocuparlo, quizás temerosos o respetuosos del aura de enigma que lo rodeaba. A pesar del peso de tales supersticiones, elegí sentarme allí, buscando tal vez alguna conexión con el conocimiento perdido que el asiento vacío parecía simbolizar.
Una vieja anciana y tres señores de aspecto misterioso se reunían en aquella escuela para enseñar la magia antigua. La anciana vestía una túnica raída llena de agujeros y parches, que parecía contener siglos de sabiduría en cada fibra desgastada. Los tres señores llevaban atuendos similares, también llenos de remiendos.
Uno de los señores destacaba por su estatura baja y calvicie. Sus ojos fríos observaban fijamente desde su rostro imperturbable, mientras sostenía un bastón de madera oscura, el cual estaba decorado con inscripciones rúnicas apenas visibles, las cuales parecían cobrar vida y moverse cuando las veías detenidamente. Cuando interactuaba con los demás profesores, su mirada se volvía más profunda y sombría. A pesar de la inquietud que provocaba este lugar, los jóvenes estudiantes eran amables, y pronto me sentí aceptada en este misterioso destino.




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