La necrópolis de los brujos(terror, suspenso, thriller)

Cap 4

No hemos tenido la oportunidad de regresar a la necrópolis, Intuyo que era precisamente lo que los maestros anticipaba, especialmente el maestro, aquel cuya particularidad de mantener las piernas suspendidas levemente me desconcertada, su mirada gélida, inexpresiva la que, fija en mí, albergaba un enigma que persistía en su silente e insondable origen 
Junto a Sora, ascendía apresuradamente hasta lo mas alto, nuestros pies encontraban tracción en lo que restaba del segundo piso, un fragmento que se erguía como una torre solitaria, quedando solo un reducto en la alta y precaria cumbre, un espacio que lamentablemente sus límites se fundían con el aire libre, dejándonos expuestas, distinguíamos un ático diminuto en una esquina tomamos aliento y subimos por las escaleras tambaleantes, el sonido de pisadas apresuradas y jadeos se hizo inmediatamente presente detrás de nosotros, nuestros compañeros nos seguían en una carrera desesperada, era tan angosto allí dentro que tuve que avanzar a gatas para permitir que los demás se acomodaran detrás de mí, finalmente nos introdujimos en el reducido espacio y, por un breve instante, el aliento de la tranquilidad nos rozó, sonido grave y ominoso emanó de las profundidades de la estructura, una nube de polvo se alzó como un fantasma, seguida por una lluvia de escombros que caía ya que un pedazo del suelo donde estábamos había sucumbido, un grito cortó el aire, en un acto cruel de la gravedad, el suelo había cedido junto a el se sumó, arrastrado hacia el abismo, el cuerpo grácil de la bailarina,  vimos como aquel ser maligno, le sucionaba el alma, el ente desencajaba su mandíbula de la forma mas grotesca, contorsionando su faz de tal modo que su rostro parecía derretirse hacia atrás desfigurado, convertido en un inenarrable espectro de horror, su boca se expandía más allá de los límites naturales con una tensión insoportable, los contornos de su cara se distorsionaban estirarando su piel arrastrándola hacia el oscuro abismo que se formaba en su centro, mientras escuchábamos el crujir de la piel y los tejidos abriendo cada vez más su abismo de boca dejando ver solo los colmillos astillados y brillantes como dagas de hielo se mostraban en toda su siniestra gloria, gritábamos aterrizados mientras no podíamos hacer nada por ella, vimos como le succionaba el alma entera y la atraparba dentro de la suya haciéndola desaparecer ante nuestros ojos, comprendí en aquel instante que yo era simplemente otra alma errante, desvinculada ya del mundo de los vivos.
-¡Vayan, yo me encargaré de ganar tiempo!, exclamó empuñando su chaleco con firmeza, las lágrimas fluían por las mejillas de su novia al implorarle -¡SORA¡ -exclamó mientras esta bajaba su cabeza -¡HE DICHO QUE SE VALLAN!-vociferó, incrementando su volumen para que sus palabras resonaran con urgencia mientras su novia con sus manos aún aferradas a su brazo, lo miró con ojos suplicantes, pero al cruzarse con la mirada decidida de Sora, lentamente soltó su agarre, en ese instante sabía que debía obedecer, todos habían hecho un pacto antes de yo llegar,se haría lo que cualquiera de ellos propusiera, fue un juramento, si este era corrompido, desapareceríamos todos, Sora le acintió con la cabeza mientras se tomaba unos segundos antes de actuar, Sora hundió su espada Haidong Gumdo en el firme suelo con todas sus fuerzas. El impacto resonó con un eco sobrenatural, un presagio del caos que se avecinaba. El suelo se convulsionó violentamente, y un enjambre de grietas se propagó con velocidad, fracturando el pavimento, hasta que, finalmente, cedimos al peso del destino y nos desplomamos al suelo junto a restos de piedras.
El valeroso joven distraía al perverso espíritu mientras emprendíamos la huida, Sora arrastraba a la chica para evitar que regresará a buscarlo, Emprendimos la carrera desesperada, sin embargo, el demonio no tardó en perseguirnos, todavía voraz en su cacería. 
Nos separamos, acudiendo instintivamente a nuestro método usual de escondites dispersos, buscábamos refugio en los rincones más ocultos del patio de la escuela. No dejo de pensar en aquella noche  fuera de lo común, siendo la más larga, instaurándose como la más eterna que jamás había experimentado en estas tierras.
Me precipité hacia mi refugio, sin embargo, la figura siniestra se erigió ante mí. Inmóvil, mi mirada se fijó en su semblante, quedando paralizada por la visión de su rostro, su extraña nariz calaverica había regresado a su sitio junto a sus ojos  blancos custodiando las comisuras rasgadas en perpetuamente en una sonrisa macabra que se extendían como grietas en la realidad tocando casi las líneas de sus orejas, la novia de nuestro compañero corrió delante mío volviéndose el nuevo objetivo, creo que ya no quería existir en un mundo sin el El aire se cortaba con su alarido, resonando con urgencia: -¡CORRE!- su voz caló hondo, pero mi cuerpo se resistía a abandonarla. A pesar de mis conflictos internos, su mandato se volvió más firme, impregnado de una desesperación que me envolvía: -¡TE HE DICHO QUE CORRAS!- las palabras reverberaban, impulsándome a la acción mientras el espectro la tomaba del cuello y comenzaba a devorar su alma, corrí rápidamente, ya no había nadie, todos se habían ocultado, vi como un gato y luego otro ser devorados mientras yo buscaba donde ocultarme. Mis ojos se posaron en un refrigerador, sin embargo, ya había sido reclamado como refugio por otro compañero, estaba contorsionado en un esfuerzo por encajar dentro de su fría cavidad, con cuidado, cerré la puerta, dejándolo en su refugio improvisado y corrí hacia un armario, Mis ojos se toparon con prendas cubiertas de manchas rojizas que colgaban pesadamente de las perchas, la oscuridad y la estrechez del espacio hacían la atmósfera asfixiante, con repulsión, comencé a apartar los tejidos manchados cuya pintura roja, fresca y pegajosa, se trasladó a mis dedos en un intento vano de encontrar un rincón libre, por mucho que frotase, mis manos quedaban marcadas con sangre que se resistía a desaparecer, de repente, un bolsito de un amarillo intenso y brillante cayó de entre la ropa como enviado por el azar, lo tomé con curiosidad,  lo levanté, en ese preciso instante, un suave golpeteo en la puerta aceleró mi pulso, -¿acaso habría hecho mucho alboroto?, la puerta se abrió con un chirrido revelador, era Sora, con mi cachorro en sus brazos, quienes entraron al espacio que para mi sorpresa, se había transformado en un armario vacío y sin rastro de las horripilantes prendas anteriores mi sorpresa y mis manos, contra todo pronóstico, estaban inmaculadas.
—¿Qué está pasando? —pregunté con un hilo de voz, casi sin aliento.
—Me temo que han empezado a sospechar que planeamos escapar —me respondió apretando mi mano como señal de precaución, su índice presionando suavemente mis labios en un gesto de silencio. —Shh, no hagas ruido —susurró.
Reinaba una quietud súbita, el mundo alrededor parecía haber pulsado el botón de pausa, hasta que rompí el silencio, con cuidado puse al chorro dentro del bolso, intentando que su presencia pasara desapercibida, lo hice con tal delicadeza, como quien acuna un secreto frágil, pero, rebelde a la calma impuesta, el pequeño decidió que ese lugar oscuro no era para él, en su afán por escapar, golpeó accidentalmente el armario, hubo un instante de eterno suspenso antes de que la estructura de madera cediera ante la fuerz, caía con la lentitud de un crepúsculo, pero el impacto fue el completo opuesto. La madera se estrelló contra el piso, fragmentándose en un estallido sonoro que seguramente sellaría nuestro destino. 
el espirutud estaba ocupado devorando almas de mascotas que caminaban desprevenidas, así que no volteó a vernos, tomé al pequeño cachorro para volverlo a proteger en la bolsa y corrimos de vuelta a la escuela.
- Sé cautelosa, debo dejarte sola por un momento, iré a buscar al resto, dirígete rápidamente hacia el aula, allí nos encontraremos, no vendrá por ti, casi se acerca la hora en que la tarde regresa  (en este lugar solo existen la tarde y la noche, nunca un día completo, pero aún así somos testigos del amanecer que marca el comienzo de la tarde). Sora agarró la bolsa y con cuidado se llevó al pequeño cachorro -lo esconderé bien, tú, vuelve lo más rápido que puedas, me instruyó antes de desaparecer con agilidad entre las sombras del patio.
Avanzaba a toda prisa por el corredor, cuando sentí un ruido, un chirrido estremecedor que se entremezcla con mis pisadas, una señal inconfundible de que la presencia malévola que había presentido estaba ahora peligrosamente cerca, de pronto, una mano se aferró a mi vestimenta y me arrastró con firmeza hacia el resguardo de una sólida columna, sentí la presión de unos dedos contra mis labios, exigiendo silencio, al levantar la vista, me encontré con el muchacho que había visto hace unos días.
-Al momento que dé mi señal, corres hacia el aula sin mirar atrás- la severidad en su voz era tan cortante como el filo de un cristal, sus dedos se cerraron con firmeza sobre mis labios. - No le digas a nadie que me has visto sin importar que...
Confundida, apenas conseguí articular una pregunta: -¿Quién eres?
- No hay tiempo para explicaciones- cortó con rapidez, casi como si cada segundo quemara su paciencia. -¡Ahora!
Un pero... se ahogó en mi voz al ver su semblante: no había espacio para dudas ni pero. - ¡Corre!
Mis piernas se lanzaron al frente, movidas por un instinto, el pasillo se desdibujaba en lineas de colores indistintos mientras yo intentaba mantener el equilibrio y la velocidad, mi corazón martillaba en el pecho, cada latido un eco de la palabra "corre, corre, corre". Al fin, el aula apareció ante mí, un santuario en medio del caos que prometía seguridad. Crucé el umbral con un torbellino de alivio y desconcierto. Una parte de mí, impulsada por la preocupación, necesitaba saber si el chico misterioso había logrado escapar también volví a asomar mi cabeza ligeramente, robando un momentáneo vistazo al pasillo deseosa de comprobar el estado del chico. Pero al hacerlo, mi mirada sólo encontró el rostro familiar de mis compañeros y la figura diligente de Sora avanzando al frente, guiándolos con determinación, llegaron exhaustos, el pecho subiendo y bajando al compás de sus respiraciones entrecortadas.
La chica vintage alzó la voz con una mezcla de sospecha y certeza: -Tengo la sensación de que a los maestros realmente les conviene que nos mantengamos aquí.
Despistada y preocupada cambié rápidamente de tema: -Por cierto, ¿qué sucedió con...? pregunté a Sora.

 




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