La niña de las estrellas

PRÓLOGO

En la penumbra de su cámara, iluminada por la tenue luz de unas velas que titilaban al compás del viento que se colaba por las rendijas, el gobernador Thilas Terra contemplaba el horizonte desde la ventana de su residencia. El crepúsculo teñía de rojo el desierto que se extendía más allá de las murallas de Dymora, mientras en su mente resonaban pensamientos profundos y antiguos.

A su lado, de pie y erguido, estaba el consejero Eldrin Vaal, un hombre de larga barba blanca, cuya voz pausada y llena de sabiduría parecía capaz de calmar incluso las tormentas más feroces del alma.

—Dos días, Thilas —comenzó diciendo Eldrin, con tono solemne—. Dos días para que la Gran Puerta se vuelva a abrir y para que el Camino de Nirvana reciba nuevamente el encuentro de los gobernadores.

Thilas asintió, sin apartar la mirada del desierto que parecía infinito.

—La paz que hemos construido es delicada, como el filo de una hoja —dijo con voz grave—. Pero es la única que sostiene el frágil equilibrio entre Dymora y Elaris. En dos días, nos reencontraremos, y esa ceremonia será más que un simple rito. Es un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias, aún podemos caminar juntos.

—Las leyes que hemos impuesto aquí, aunque duras, son el tejido que mantiene unido este pequeño refugio —dijo Eldrin, inspirando profundamente—. No todos entienden que la fortaleza de Dymora no reside en su tecnología, ni en su riqueza, sino en la resiliencia y el corazón de su gente.

Thilas volvió la mirada hacia su consejero, y por un instante, la severidad dio paso a una sonrisa leve, casi melancólica.

—Mi familia me enseñó el valor de la rectitud y la responsabilidad —dijo, con voz serena—. Sin herederos, este cargo es mi legado. Debo asegurar que la paz prevalezca, no solo por mí, sino por todos los que dependen de ella.

Eldrin se acercó a la ventana.

—El desierto que nos separa es frío y árido, pero también es un espejo —dijo en tono filosófico—. Refleja nuestras diferencias, sí, pero también nuestras esperanzas. Caminar por el Camino de Nirvana no es solo un viaje físico, sino un símbolo de que, aunque distintos, podemos alcanzar un destino común.

Silencio. El murmullo del viento era el único testigo de ese momento.

—Mañana comenzarán los preparativos finales —continuó diciendo Thilas, con tono decidido—. La ciudad debe estar lista para la ceremonia. Que todo en Dymora hable de unidad y fortaleza, porque aunque no vengan con nosotros, los de Elaris están presentes en ese pacto.

—Y así seguirá siendo, mientras el hombre recuerde que la paz es el mayor acto de coraje —concluyó Eldrin, inclinando la cabeza con serenidad.

Ambos hombres se quedaron allí, observando el ocaso, conscientes de que en dos días, el destino de sus ciudades volvería a sellarse bajo el manto de un desierto que todo lo guarda y nada olvida.



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En el texto hay: aventura, juvenil adolecentes, politica y guerra

Editado: 05.07.2025

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