La Niña Del Orfanato 2: Secuelas del Pasado

Capítulo 1

 26/06/2018

Ella escucha el estruendoso sonido metálico, producido por un disparo, y es en ese momento en el que se da cuenta que se trata más que todo de una advertencia y que debe comenzar a huir. El sudor corre por su frente, sudor helado que combinado con el viento frío que choca contra sus mejillas, provoca que su piel se erice. Escucha varias voces, gritos alarmados, y entre todo el ajetreo, oye la voz de Beatriz, llamando a su nombre. Frena en seco, sintiendo el corazón golpeando con violencia contra su pecho, en tanto se gira súbitamente, buscándola con la mirada.

Lo que sus ojos encuentran la deja completamente helada, ya que divisa a su madre de rodillas frente a un hombre alto, de mirada sombría, que sostiene un arma con su mano y le apunta directamente, a punto de ejecutarla. Sus ojos se abren ampliamente, y un grito horrorizado sale de sus labios en el momento en el que escucha el clic del gatillo al ser presionado.

—¡No! —grita, incorporándose en la cama hasta quedar sentada.

Aún con la respiración jadeante, mira en derredor tratando de ubicarse y suelta un ligero suspiro al darse cuenta de que se encuentra en su habitación. Se pasa el dorso de la mano por su frente para limpiar la fina capa de sudor que la cubre y comienza a abanicarse con las manos. Está hiperventilando mucho.

—Sara. —pronuncia el nombre de su prima, mientras se inclina hacia el buró para encender la lámpara de noche.

Resopla ligeramente al ver la cama vacía junto a la suya, no es sorpresa, es la noche del domingo, así que su prima debe estar en alguna fiesta de fraternidad.

Espera unos segundos a que su respiración se regularice y se pone de pie, sintiendo el frío del suelo penetrar en sus pies descalzos. Llega hasta el armario y se inclina para sacar una pequeña caja de debajo de este, aquella que hizo caer a Benjamín el primer día, cuyo recuerdo aún le divierte. Observa en su interior y luego de buscar unos segundos, encuentra aquel viejo objeto que tanto anhela.

Lo observa por cuestión de segundos, sintiendo como sus ojos se cristalizan; es su vieja muñeca. Ahora que la observa detenidamente cree que quizás Thomas sí tenía razón, la muñeca es algo fea, pero eso no le importa en lo absoluto, ya que esa fea muñeca fue su fiel compañera durante algunos solitarios días, y en ese momento, está a punto de volver a serlo.

Se recuesta nuevamente en la cama tarareando aquella canción que sus madres le cantaban y espera pacientemente a que el sueño la abrace para poder descansar un poco antes de tener que asistir a sus respectivas clases. Decide dejar la luz encendida y observa su teléfono celular sobre el buró, conteniéndose para no llamar a Beatriz, quien en ese momento seguro debe estar descansando luego de un agotador día.

Lo menos que desea en ese momento es angustiarla, al contarle que las pesadillas han regresado. Sabe que seguramente, sin importar la hora, su madre tomaría un auto y conduciría hasta las instalaciones, solo para abrazarla y decirle que todo está bien. Y aunque realmente desea encontrarse entre sus brazos, no es justo hacerla pasar por eso, ya es mayor, debe arreglárselas sola.

Entona la canción un par de veces más, tratando de olvidar aquella horrible pesadilla, hasta que siente como el sueño la invade y se queda profundamente dormida.

—Katy, ¡por Dios, despierta!

Escucha la voz de Sara y abre los ojos de golpe, observando a su alrededor con aturdimiento. La chica se encuentra saltando de un lado a otro preparando su mochila mientras termina de ponerse una camisa.

—Oye, reacciona, no sonó la alarma, vamos tarde. —le advierte, antes de colgarse su mochila y salir corriendo de la habitación.

Katy frunce ligeramente el ceño, y voltea el rostro hacia el despertador. Sus ojos se amplían de manera exagerada al ver que tiene un retraso de diez minutos para la primera clase del día, por lo que salta de la cama y corre hacia el baño para darse una ducha rápida.

No puede creer que se haya quedado dormida, ni sabe en qué momento se debió desconfigurar el objeto. Suelta un pequeño chillido cuando el agua fría choca de golpe contra su piel, y rápidamente comienza a enjabonarse mientras repasa una y otra vez en su cabeza las tareas del día.

Camina a pasos apresurados por los pasillos de la universidad, evitando chocar contra alguna de las aglomeraciones de estudiantes que acostumbran a pararse en las esquinas, obstruyéndole el paso a los otros. Debe fijarse bien en el camino, ya que no desea que alguno de los estudiantes que caminan medio dormidos derrame café sobre su jersey de tela delgada con el logotipo de Los Vengadores de Marvel. El ultimo no tuvo tanta suerte y la mancha jamás salió por completo.

Cuando por fin llega hasta el salón de clases, asoma la cabeza por la puerta para analizar la situación. El profesor se encuentra concentrado, escribiendo en el pizarrón, por lo que es un buen momento para que ella pueda entrar y llegar hasta su asiento, junto a sus amigas, sin ser vista por éste.

Toma una fuerte bocanada de aire, aferra su mano a la hombrera de la mochila y se escabulle en el salón, esperando pasar desapercibida.

—Señorita Johnson… —escucha la voz aguda y melodiosa del profesor, quien en ese momento se gira para verla a través de sus enormes gafas de pasta redonda.—. Estas no son horas de llegar a clases.

Ella permanece de pie, bajo la mirada curiosa de todos sus compañeros de clase. Siente como poco a poco un leve rubor comienza a asomarse en sus mejillas, mientras se voltea para encarar al hombre frente al pizarrón.

—Lo siento, licenciado, es que…

—Comprendo —la interrumpe de manera grosera. —. Esas fiestas universitarias son la onda, como ustedes la llaman. Pero necesita establecer sus prioridades y saber que esta clase, aunque sea general y no de su carrera, es muy importante para pasar al siguiente bloque.




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