La Niña Del Orfanato 2: Secuelas del Pasado

Capítulo 4

Es un nuevo día y, en la empresa Johnson´s, Beatriz permanece sentada frente a su escritorio revisando un par de archivos en su computadora. Su celular suena cada cinco minutos con mensajes entrantes, y solamente sonríe cada vez que lo escucha, ya que sabe que se trata de su pequeño Alexis, continuando con la guerra de emojis, la cual él mismo comenzó.

—Hijo, molesta a tu padre. —dice entre risas, mientras continúa viendo fijamente la pantalla de su laptop.

Esta vez siente que lo ha conseguido, sí, realmente ha encontrado la solución perfecta a los problemas de la empresa, y si todo sale como lo planeado, por fin, luego de casi siete años, la empresa Johnson podrá recuperar su antigua gloria. Y todo sin la necesidad de faltarle a la comunidad y al ambiente. En definitiva, por algo es la hija de su padre.

—Señora Johnson —la secretaria ingresa en la oficina. —. Informa la recepcionista que hay un hombre en la planta baja que solicita verla.

—¿Dijo de quién se trata? —pregunta, alzando la mirada hacia ella. La mujer niega con la cabeza. —. Bueno, entonces lo veré en la recepción. Bajaré en un momento.

—Muy bien. Ahora, su esposo también llamó, dijo que entraría a una cirugía que tardaría varias horas, y que Stephan traerá a las niñas de la escuela.

—Perfecto, gracias Marcela. Dile a la recepcionista que saldré en un par de minutos. —responde, mientras toma su teléfono y abre el chat con su hijo.

Son muchos emojis, definitivamente él ha ganado la batalla. Ríe, mientras le envía un audio —ya que el niño no sabe leer ni escribir aún, pero sí enviar emojis y audios— preguntando si ya ha hecho su tarea del preescolar. Todavía no puede creer que su pequeño bebé ya se encuentre en prescolar, los años en definitiva pasan volando, es decir, su hija mayor está en la universidad teniendo sus propias experiencias y no puede estar ahí para disfrutarlas con ella. Y ahora su hijo en el preescolar, luego entrará a la escuela y al igual que las niñas dejará de depender de ella. Es tan duro pensar en eso, pero sabe que así es la vida, y que algún día cada uno de sus hijos tendrá su propia vida, sin ella.

Está tan concentrada en sus pensamientos, que ha olvidado por completo que hay alguien esperando por ella en la planta baja. Le pediría a Alex que atendiera a esa persona, pero el joven abogado ha tenido que marcharse por problemas personales. De pronto, escucha la puerta de la oficina ser abierta, pero no se inmuta ya que, supone, debe tratarse de la secretaria.

—Lo siento, Marcela, me distraje. Pero, ahora mismo iré y…

Alza la mirada hacia la persona de pie frente a ella y su cuerpo entero se paraliza, al mismo tiempo en que el celular se resbala de sus manos temblorosas. Sus ojos permanecen amplios, su boca entreabierta y su rostro pálido. Intenta articular palabra alguna, pero la voz no sale de sus labios.

—Deberías aumentar la seguridad en esta empresa, Beatriz. Fue muy fácil llegar aquí.

—¿C-Cómo?

—Ahórrate esas preguntas —dice el rubio de ojos grises, mientras se sienta frente a ella. —. Solo concéntrate en el hecho de que estoy aquí ahora. —sonríe, desnudando todos sus dientes.

—¿Qué es lo que quieres, Joseph? —cuestiona, tratando de sonar fría, mientras se incorpora en el asiento.

—Sabes lo que quiero, Beatriz Johnson.

—Prometiste que te alejarías.

—También prometí dejar las drogas —sorbe su nariz, antes de observarla con una pequeña sonrisa maliciosa pintada en sus labios. —… créeme, no deberías confiar en mis promesas. —ríe.

—No puedes estar aquí, quiero que te vayas —dice con firmeza, mientras avanza hacia la puerta para abrirla y señalar la salida con su mano temblorosa. —. ¡Fuera!

Nota como la expresión en el rostro de Joseph cambia de manera drástica, desapareciendo todo jugueteo de él, y remplazándolo por evidente enojo, en tanto golpea con violencia la superficie del escritorio de madera y se pone de pie, causando que la silla chirree al ser empujada.

—¿Acaso crees que soy un maldito perro al que puedes echar? —cuestiona y avanza peligrosamente hacia ella, logrando intimidarla con dicha acción. —. No me tratarás como tú quieras, Beatriz, no soy tu juguete, ni dependo de ti. Sabes lo que he venido a exigir, y que no estoy jugando.

—¡Basta! Vete o llamaré a seguridad.

—Siento que me desafías…

No puede soportar tenerlo cerca, realmente desea cerrar los ojos y que al abrirlo todo eso se trate de un mal sueño, una terrible pesadilla que quiere terminar con todo rastro de paz en su cuerpo. Pero no, no es una pesadilla, es la realidad, y ese hombre malo de verdad se encuentra frente a ella.

—¡Vete! Y será mejor que te alejes de mis hijas, de todas. ¡Maldito asesino! —grita con histeria.

—No me hables de asesinos, por favor —ríe, mientras acorta el espacio entre ambos y le sujeta el rostro desde la barbilla, presionando los dedos índice y pulgar en sus mejillas. —. ¿Ella conoce toda la historia?, ¿lo que tú hiciste? ¿sabe quién es su verdadero padre?, ¿o al menos sabe quién es ella y por qué no se parece a su hermana?

—¡Basta!, ella es solo una niña, no lo entenderá —responde, apartando la mano de Joseph con un fuerte golpe. —. Será mejor que te alejes o…

—¿O qué? Dilo —la desafía

Abre la boca, con la intensión de responder, pero las palabras se atoran en su garganta y parece que ha perdido totalmente la capacidad de hablar. Siente como las lágrimas comienzan a acumularse en sus ojos, y el deseo de llorar se hace presente. Pero no piensa darle el gusto, por lo que solo se limita a mirarlo fijamente.

—Supongo que hoy no llegaremos a nada. ¿Sabes qué? Dejaré que lo proceses todo y cuando estés lista para hablar, volveré.  Me iré ahora, mi querida Beatriz, pero, ten en cuenta que cualquier cosa mala que pase, será porque tú te lo buscaste.

Luego de que él sale de la oficina, Beatriz suelta todo el aire que tenía contenido, mientras sujeta con fuerza su pecho, intentando controlar los acelerados latidos de su corazón. Está en estado de shock, simplemente no puede creer que todo eso haya pasado de verdad. No puede ser, se supone que Joseph Arnett debería estar encerrado en un psiquiátrico; está loco, y es peligroso.




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