La Niña Del Orfanato 2: Secuelas del Pasado

Capítulo 8

Es la tercera noche consecutiva en la que Beatriz no puede conciliar el sueño y, a las dos de la madrugada, se encuentra en la habitación de sus hijas; sentada al borde de la cama de Destiny, viendo con mucha atención cada facción en su rostro dormido, y pensando en que ella realmente se parece a él, al menos físicamente ya que, a diferencia de Jared, su pequeña hija es muy tierna, gentil, compasiva y muy sensible, al igual que Marcus.

 Luego de lo ocurrido en el apartamento de Joseph, no hay un segundo en el que pueda sentirse en paz, pensando en la forma correcta en la que podría confesarle todo. Y, por más que lo medita una y otra vez, no encuentra la manera de decirle a su hija que Marcus, el hombre al que ella ama y adora, no es su padre biológico. Y, ¿cómo explicarle a una niña que su padre no es el mismo que el de su hermana, quien nació el mismo día que ella y con quien comparte todo, incluyendo fiestas de cumpleaños?

Por más que lo analiza, no encuentra una forma de hacerlo sin romperle el corazón a su hija. Y ni hablar de Marcus, quien jamás la perdonará si se lo dice a la niña sin advertirle a él primero. Todo se le sale de las manos, y aunque su corazón le pide que corra al hospital a buscar a su esposo para decirle que Joseph está libre y amenaza a su familia, su mente le advierte una y otra vez que no puede ceder ante la presión, quizás es eso lo que él quiere, volverla loca. Y lo peor, es que lo está logrando.

Siente como una lágrima traicionera se resbala por su mejilla y se apresura a limpiarla antes de que caiga por su barbilla, y luego suspira hondo, tratando de que el aire llegue a sus pulmones. Las palabras de Trey advirtiéndole sobre Joseph no salen de su cabeza, y confiesa que siente miedo, mucho miedo, ya que no sabe de lo que él sería capaz si ella llegase a faltar a su palabra.

—Beatriz, cariño, ¿qué haces aquí? ¿Tienes insomnio?

Escucha la voz de Marcus tras su espalda y siente como su cuerpo entero se estremece en tanto abre los ojos ampliamente. No tenía idea de que el médico ya se encontraba en casa. Creyó que estaría más tiempo en el hospital, como todas las noches.

—No, estoy bien. Solo quiero estar un rato más con ellas —responde, tratando de que no se note el temblor en su voz. —. Solo quiero verlas.

—Ellas están bien, están respirando. Tú, por otro lado, necesitas descansar, así que ven a la cama.

—No… ve tú.

—Vamos, Triz —suplica, mientras se acerca a ella y posa las manos sobre sus hombros. —. Ven conmigo, tienes que descansar.

Beatriz asiente con la cabeza, dándose por vencido. Acaricia tiernamente el cabello castaño de su hija y se inclina para besar su frente con ternura. Se pone de pie, y repite el mismo gesto con la pequeña Aylen, luego de acomodar su cobija, para al final avanzar a pasos lentos y pesados hacia la puerta. Se detiene bajo el umbral y desde allí observa a las niñas con mucho interés, hasta que Marcus apaga la luz.

—¿Pasa algo malo? —cuestiona el médico, mientras caminan de regreso a la habitación que ambos comparten.

Ella se abraza a sí misma y niega con la cabeza, manteniendo la mirada al frente, para evitar verlo. Sabe que la expresión en su rostro podría delatarla, y lo menos que desea en ese momento es que Marcus comience a preguntar algo que ella no puede responderle.

—No, no te preocupes.

—Lamento mucho si he estado muy ausente, Beatriz —suspira, mientras la sujeta del brazo con suavidad y la hace girar para verla de frente. —. Sabes que te amo, ¿no es así?

—Lo sé.

—Entonces, si algo te molesta puedes decírmelo.

Ella lo observa atentamente, frunciendo ligeramente el entrecejo con una expresión de tristeza en su rostro. En ese momento, quiere decirle todo lo que ocurre y el cómo se siente al respecto, quiere quebrarse por completo y llorar como un bebé en los brazos de ese hombre, buscando consuelo. Pero sabe que no puede, hizo un pacto con el diablo.

—Oye, habla conmigo —le pide Marcus, mientras acorta el espacio entre ambos y la trae hacia él, para abrazarla con ternura. —. Te juro que te escucharé.

—Sé que lo harás, siempre lo haces. —suspira, mientras recuesta la cabeza en su pecho y cierra los ojos, dejándose llevar por la tranquilidad que le provocan las suaves caricias que le da en su espalda.

—Entonces dímelo. —replica, con voz suave.

Ella levanta la cabeza para verlo a los ojos, trata de esbozar una pequeña sonrisa, pero esta no pasa de ser más que una mueca triste. Sabe que debe esforzarse más en tratar de disimular, o él presentirá que todo está mal.

—Son problemas de la empresa, no te preocupes de más —guía la mano hacia su rostro y le acaricia la mejilla. —. Tienes razón, mejor vamos a la cama a dormir.

—Pero…

—¡Mami, mami!

Escucha la voz de su hijo, y se aparta de Marcus para observar el pasillo de donde proviene, atisbando al pequeño corriendo en su dirección mientras la llama una y otra vez.

—Mi amor, ¿qué ocurre? —cuestiona, viendo como Marcus se apresura a ir al encuentro del menor, para tomarlo en brazos.

—¿Qué pasa, campeón? —le pregunta Marcus.

—No quiero dormir solo, hay un monstruo bajo mi cama. Quiero dormir con mami.

Beatriz presiona los labios con fuerza mientras dirige la mirada hacia Marcus, quien la observa atentamente; sabe que, para Marcus, lo correcto es devolver al niño a su habitación y convencerlo de que no hay monstruos bajo la cama. Pero, lo único que desea en ese momento es apapacharlo y hacerlo sentir seguro en sus brazos. Para ella no es una sorpresa que el niño quiera dormir en su habitación, ya que, en todas las noches de soledad, cuando el médico debe quedarse en el hospital, él ha sido su única compañía.

—¿Te molestaría que estemos los dos, o escogerás entre mi versión miniatura y yo? —pregunta Marcus, al no ver en ella la intención de devolverlo a su habitación.




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