La Niñera de las hijas del Ceo: Arthur Zaens

Capitulo 12

Arthur

Todo estaba en su sitio, la habitación lista para mi hija mientras se recuperaba. Dos enfermeras a su cuidado y el pediatra junto al medico cirujano. A pesar de lo reciente de la cirugía, la veía sonreír, aunque a veces su pequeño rostro se arrugaba de dolor. Le di un beso suave en la mejilla, y luego llamé a Lucrecia, mi nana.

—Lucrecia, necesito que le pongas atención a la niñera —dije con tono serio, manteniendo la vista en mi hija—. Ella parece buena en su trabajo, fue gracias a su rápida reacción que supe que Ayla necesitaba la cirugía de urgencia. Pero es… algo especial, por decirlo de alguna forma.

Lucrecia, siempre calmada, levantó una ceja.

—¿Especial? —preguntó con una sonrisa de ligera curiosidad.

—Sí, especial. Quiero decir, es un poco arrogante y odiosa. Sólo vigílala, no quiero que maltrate a mis hijas —añadí, algo molesto por la risa de Lucrecia.

—Mi niño, no creo que sea de ese tipo —respondió con una risita amable—. Se ve educada y tranquila.

—Bueno, si tú lo dices. Pero sólo asegúrate de que entienda las reglas de la casa. No quiero problemas, y que cuide bien de las niñas.

—A sus órdenes, señor. Haré todo lo que usted diga —respondió, inclinándose levemente antes de marcharse.

Me preparé para salir hacia la empresa. Había una reunión importante que no podía perderme, pero antes, decidí pasar por la habitación de Layla, mi otra hija pequeña. Al abrir la puerta, la vi observando con curiosidad a la niñera, Lía, quien le hablaba en voz baja.

—¿Te gustaría comer algo rico? —le preguntó Lía con una sonrisa, mientras le acariciaba el cabello.

Leyla bajó la cabeza tímidamente antes de asentir. La niñera comenzó a peinarla, hablando con una amabilidad que me sorprendió.

—Vamos a peinarte bien bonita, hacerte unas colitas y ponerte ropa linda, luego bajamos a desayunar. ¿Te parece? —mencionó, y Leyla sonrió por primera vez en mucho tiempo.

Observé un momento más, tratando de no interrumpir, pero al final decidí entrar.

—Buenos días, Leyla —saludé.

Mi hija se levantó de la cama de inmediato, poniéndose rígida.

—Buenos días, papito —respondió en voz baja.

—¿Ya conociste a tu niñera? —pregunté.

—Sí, se llama Lía —dijo Leyla, todavía nerviosa.

—Muy bien. Debo irme al trabajo. Ayla está en la otra habitación, cuando se sienta mejor vendrá a verte. Cuida de tu hermana mientras tanto.

Luego, me volví hacia Lía.

—Señorita Lía, espero que haga bien su trabajo y esté atenta a las niñas —declare con tono firme—. Todo estará bien entre nosotros mientras cumpla con lo que se espera.

—No se preocupe, señor Arthur. Sus niñas estarán en buenas manos. Conozco las reglas, y sé exactamente cómo usted quiere que se hagan las cosas —respondió ella con una sonrisa calmada, pero había algo en su tono que me irritaba.

—¿Por qué me tutea? —repliqué, sintiendo el enojo subir por mi pecho.

Ella simplemente arqueó una ceja, sin mostrar señal de incomodidad.

—No lo hago con mala intención. Sólo quiero que sepa que todo está bajo control. No tiene por qué preocuparse —respondió, como si no hubiera notado mi molestia—Puede irse tranquilo a su empresa.

—¿Me estás echando de la habitación de mi hija? —pregunté, alzando la voz.

Lía mantuvo la calma, negando la cabeza ligeramente.

—No, señor. Simplemente le sugiero que se relaje, las niñas estarán bien conmigo.

Me quedé quieto por unos segundos, reprimiendo el impulso de decirle algo más. A pesar de su actitud, sabía que no podía echarla ahora. Necesitaba a alguien competente para cuidar de mis hijas, y aunque su forma de ser me molestaba, no podía negar que parecía cumplir bien con su trabajo.

—Espero que lo hagas bien, señorita Lía —dije al final, antes de darme la vuelta y salir de la habitación. Sinceramente esta chica no me agrada.

Al bajar las escaleras, aún molesto, vi a varios empleados esperando en la sala. Mi frustración seguía a flor de piel.

—¡Sírvanme de una vez! No pierdan el tiempo —les ordené, golpeando la mesa con el tenedor cuando me senté.

Una de las sirvientas, nerviosa, se apresuró a traer el desayuno.

—Aquí está su comida, señor. Disculpe la demora —dijo temblorosa.

—No me hagas perder el tiempo. Aligerate —repliqué, aunque sabía que mi enojo no era por la comida ni por los empleados.

Mi mente seguía atrapada en la niñera. ¿Sería capaz de soportar su actitud arrogante? Aunque no podía deshacerme de ella ahora, no dejaba de pensar en cómo me sacaba de quicio con su tranquilidad casi insultante.

Sacudí la cabeza, tratando de concentrarme en el día que tenía por delante. Tendría que encontrar la manera de lidiar con ella.

****

Estaba sentado en mi escritorio, con el malestar creciendo mientras Nancy me explicaba los detalles de las ventas. Se acercaba demasiado, y ese perfume barato que usaba me causaba náuseas. Solté un suspiro pesado y la miré directamente.

—Nancy, ¿podrías explicarme desde un poco más lejos? —le pedí, manteniendo la compostura, aunque ya estaba irritado.

—Disculpe, señor —respondió nerviosa, ajustándose los botones de su blusa.

—Y otra cosa —dije, sin quitarle la vista de encima—. No me gusta cómo te vistes para el trabajo. Deberías cubrirte más, mostrar menos tus pechos.

—Lo siento... pero no entiendo señor.

Ella se disculpó otra vez, pero su tono me dejó claro que estaba confundida.

—Es solo que... ¿quieres coquetear conmigo? —añadí directo. No era la primera vez que lo notaba.

Bajó la cabeza, avergonzada, y en ese momento me sentí como un idiota. Todo por una noche de debilidad. Una velada, nada más, para sacarme la tensión, y ahora cada vez que puede, Nancy intenta insinuarse.

Sacudí la cabeza, despejando la frustración.

—Bien, ¿está todo en orden? —le pregunté, retomando el tono profesional.

—Sí, señor. Como usted ordenó, la reunión se hará en una hora —respondió, evitando mi mirada—. Avisaré a los miembros ahora mismo.




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