La Niñera de las hijas del Ceo: Arthur Zaens

Capitulo 17

Arthur

Después de terminar de empacar todo, Lucrecia me avisó que las cosas de las niñas ya estaban en orden y listas en el coche para emprender el viaje. Había dejado instrucciones al mayordomo y a la ama de llaves para que mantuvieran todo en orden mientras no estuviera en la mansión. Lía se iría conmigo; ella era la niñera de las niñas, y el viaje podría durar más de una semana. Miguel me había informado que los guardaespaldas estaban listos. Este viaje sería largo, más de ocho horas, así que preparamos víveres para el camino y algo de fruta para que las niñas no se aburrieran.

Al acercarme a la habitación de las niñas, vi que Lía estaba peinando a Ayla. Me quedé observando desde la puerta, atrapado en una mezcla de admiración y confusión. De repente, la imagen de aquel beso que le di, cuando estaba dormida por los efectos de los analgésico, y luego su cuerpo desnudo volvió a invadir mi mente. Apreté los puños con fuerza y salí de la habitación. ¿Por qué demonios estaba pensando tanto en ella? ¿Qué me estaba pasando? Claro, me encantan las mujeres, pero ninguna de las que había estado con ellas, ni siquiera Stephanie, me había hecho sentir cosas tan intensas. La ironía es que ni siquiera mi ex esposa la cual me había abandonado en mi peor momento, me hacia sentir cosas raras. Pero ¿por qué esta chica? Lía no era elegante, siempre usaba un moño desordenado y su cuerpo quedaba oculto bajo ropa holgada. Era diferente a todas las mujeres que había conocido.

La forma en que hablaba era como un torrente de sinceridad, a veces incluso demasiado cruda para mi gusto. Siempre me contradice y va en contra de mis reglas, lo cual me molesta enormemente. Pero, recordando aquella vez que la vi desnuda, sentí un cosquilleo en el estómago. Su cabello negro caía sobre su cuerpo de una manera tan natural y hermosa que no pude evitar desearla. Esa imagen me hizo querer tocarme, y me sorprendí de que esos pensamientos cruzaran mi mente. Debía contenerme. No podía estar deseando a la niñera de mis hijas. Eso jamás debería ocurrir. Su fachada vulgar me irritaba, pero había algo más que me atraía de ella, algo que no podía negar.

Cuando finalmente terminamos de cargar todo en el coche, Lucrecia subió al asiento del copiloto, justo al lado del chofer. Me acomodé junto a Lía y las niñas. Ellas estaban emocionadas por el paseo, riendo y hablando entre sí. Les repartí gafas de sol: una para Lía y otra para cada una de las niñas. Se las pusieron, llenas de alegría, y el viaje comenzó. Mientras tanto, revisaba informes sobre la empresa en mi teléfono. Había dejado a los gerentes de confianza y a los supervisores al mando, espero que todo estuviera en orden. Después de un rato, decidí dejar el teléfono a un lado y concentrarme en las niñas. Una de ellas se había quedado dormida en la pierna de Lía, mientras la otra se acomodaba sobre mi pecho.

Sentí un nudo en la garganta. Ninguna niñera había tratado a mis hijas tan bien como lo hacía ella. Lía les brindaba una seguridad que me tranquilizaba. Observándola, comprendí que, a pesar de mis dudas, tal vez era una buena niñera y educadora para mis hijas. Las niñas se sentían cómodas y felices a su lado, lo que, de alguna manera, me daba una especie de paz. Lía era diferente, y aunque esa diferencia me molestaba, había un aire de autenticidad en ella que contrastaba con el mundo superficial en el que me movía. Me pregunté cómo había llegado a esta situación. ¿Qué era lo que realmente sentía por Lía? Sabía que debía mantener las cosas profesionales y no dejarme llevar por impulsos. Pero cada vez que la miraba, recordaba lo intensa que era nuestra conexión, algo que no podía ignorar. Estaba atrapado entre la razón y el deseo, entre lo que se esperaba de mí y lo que realmente quería.

A medida que avanzaba el viaje, el paisaje se iba transformando. La carretera estaba rodeada de colinas verdes y árboles que se alzaban hacia el cielo.

Sin embargo, la imagen de Lía, su risa, su manera de interactuar con las niñas, seguía atrapada en mi mente. Era como un rompecabezas que no lograba encajar. Ella era la niñera de mis hijas, un papel que no debía cruzarse con el de un interés romántico. Pero en el fondo de mi ser, sabía que había algo más, algo que me empujaba a explorar esa conexión que parecía tan poco convencional.

Finalmente, decidí que debía relajarme y disfrutar del momento...

*****

Al llegar al condado, nos dirigimos al rancho de mis abuelos. Todo estaba tal como lo habíamos dejado la última vez. Los empleados nos saludaron, y mi tía Alfonsina apareció, corriendo hacia nosotros. Le dio un fuerte abrazo a las gemelas.

—Mis niñas, las princesas de la casa.

—¡Hola, tita!—Mencionaron las pequeñas al unísono.

Ella me saludó de manera distante, como siempre. Sabía que yo era un hombre muy reservado, poco aficionado a los gestos de cariño. Luego saludó a Lucrecia. Luego le hable para presentarle a la niñera.

—Te presento a Lia Evans. Ella es la niñera y educadora de las gemelas.

—Mucho gusto!— dijo Alfonsina, sonriendo. —Pero qué muchacha tan bella— añadió, mientras las niñas le decían a su tía.

—Nani, eres muy bonita.

—Muchas gracias.—Agradeció Lía con su habitual sonrisa...

Mi tía Alfonsina se acercó a Lucrecia y la saludo.

Entramos a la mansión, los empleados nos saludaron como se debía, luego Lucrecia se fue con mí tía y los empleados a dejar las maletas.

—Voy a subir con las nenas.—Sugiero Lía y asentí, entre al salón y me encontré con mi sobrino.

Al parecer, no ha venido solo hijo, sino también trajo a dos muchachas y un chico.

—Hola, tío— me saludó, sonriendo.

—¡Muy buenas tardes!— respondí, mirando a los no invitados.

—Mis padres pronto llegarán. Te presento a mis amigos los trajes— dijo señalando a los presentes. Espero que no se moleste—murmuró y yo levanté la ceja en señal de desaprobación.

—No debiste traer a tus amigos Efrain; me molesta, porque este es un lugar para la familia. No debes hacer lo que tú quieres, — Recalco intentando mantener la seriedad.




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