Lía
No podía negar la sorpresa que me llevé al conocer al hermano de mi jefe. Era casi idéntico a él, aunque había detalles que los diferenciaban. Sin embargo, lo que más me inquietaba era cómo me miraba. Sabía perfectamente qué tipo de hombre era, de esos que te hacen sentir incómoda sin siquiera decir una palabra. Detrás de él, su esposa parecía compartir mi incomodidad; me observaba con una mirada tensa, casi de advertencia, seguramente noto como su esposo me quedó mirando con ojos lacivos.
—Señor Arthur, me iré al jardín— dije rápidamente, intentando escapar de la situación.
—Ve, Lía. Tranquila —, me respondió con un tono amable.
—Gracias, señor.— Tomé a las niñas de la mano, y mientras nos alejábamos, escuché cómo se despedían de su tío.
—Adiós, tito— dijeron con una sonrisa inocente. Él respondió con una sonrisa extraña, una que no supe cómo interpretar. Algo en ella me inquietaba profundamente.
Al llegar al jardín, quedé maravillada por su belleza. Era un lugar inmenso, lleno de flores y árboles frutales. El aroma fresco y natural flotaba en el aire, y el viento lo traía hacia nosotras. Las niñas gritaron de felicidad. Coloqué a Ayla en una silla, ya que aún se recuperaba de su cirugía, mientras Leyla corría libremente, riendo a carcajadas. Tomé mi móvil y les saqué unas fotos. Estaban tan felices que no pude resistir compartir el momento. Subí un par de fotos a Instagram y envié una a mis padres. Apenas unos segundos después, recibí un mensaje de ellos.
"Te ves muy bella mi niña". Quizás era papá.
De repente, alguien apareció en el jardín, un chico acompañado de dos chicas. Me quedé sorprendida al reconocer a una de ellas.
—Bianca...—, susurré para mí misma. —¿Qué está haciendo aquí?
—Lía, —Mencionó ella mirándome.
—Ella es la mucama de mi tío— comentó el chico, como si fuera la cosa más normal del mundo. Yo no podía creer lo que veía.
—Hola, Bianca. Tanto tiempo—me saludo más por cortesía que por otra cosa.
—Así es, tanto tiempo.
— Chicos, voy a saludarla, ella es una conocida— dijo ella mientras se acercaba, dejando a sus acompañantes atrás. Rodé los ojos, ya esperando lo que venía.
—¿Qué quieres, Bianca? No tengo nada que hablar contigo—, le solté de inmediato, intentando cortar la conversación.
—Ah, por favor. Solo quiero saber qué has sabido de José Luis—Pregunto y yo solté una risa.
—Tu eres la que se acostaba con él y no sabes donde esta, vaya rollito— mencioné sarcástica, con una sonrisa irónica.
—Pues pensé que estabas con el, ya que desapareció de la nada y quizás le paso algo.
—Eso no me importa, Bianca. Ni me interesa hablar de él— respondí, firme. No quería caer en su juego.
—Uy, vaya. Por otro lado, estas trabajando para ese señor... Se nota que es un odioso— comentó mientras echaba una mirada al jardín, como si estuviera buscando algo de qué quejarse.
—¿Odioso? A mí me parece un hombre normal, no sé cuál es tu problema—, contesté sin ganas de discutir, pero no podía evitar defender a mi jefe.
—Vieras cómo le habló a su... Su sobrino. Como si le molestara que el nos haya traido aqui.
—Es obvio no, supuestamente este era un viaje familiar, quizás por esa razon se molesto.
—¿Y tú? ¿Por qué viniste?—, preguntó con desdén.
—Yo soy la niñera y educadora de sus hijas. Así que, ni modo, tuve que venir— le expliqué, intentando no dejarme afectar por su actitud. Pero porque demonios tengo que darle una explicación.
—¿Niñera? ¿Y qué pasó con tu gran trabajo en la editorial?—preguntó con una sonrisa cínica.
—Tu 'amado' José Luis cometió fraude—, respondí, sabiendo perfectamente a dónde quería llegar con la conversación.
—Él dice que fuiste tú la que lo hizo— lanzó de inmediato.
Me reí sarcásticamente. —Eres tan estúpida, Bianca. Te usó, igual que a mí. Aunque, claro, a mí me dio un anillo que no valía nada, y anduve con él, pero tu ya sabes para que te lo voy a recordar.
—¡A mí no me usó!— protestó.
—Sí, te usó. Pero me da igual. Por favor, déjame. Estoy trabajando—, le dije, tratando de mantener la compostura.
Bianca me miró como si estuviera loca.
— Claro, sigue en tu trabajo. Yo me voy. Qué odiosa eres— espeto mientras se alejaba.
—¿Quién era ella?— preguntó una de las niñas, curiosa.
—Una loca. No te preocupes— le respondí, sonriendo para que no se preocupara.
—Mira, esa flor es amarilla—Mencionó Leyla y Ayla rodó los ojos.
—No es amarilla, es roja—Le afirmó Ayla.
—Ah, bueno. Es amarillo—, respondió Leyla felizmente, volviendo a jugar.
Suspiré, dejando ir la tensión que sentía. José Luis... ¿Dónde estarías metido? Era increíble que aún pensara en él. Y ojalá no lo volviera a ver nunca más, porque se las verá conmigo por todo el robo que hizo, y la afectada fui yo.
De repente, el hermano de mi jefe apareció de nuevo. Su presencia me incomodaba.
—Vaya, parece que no nos hemos presentado bien. Mi hermano es un poco... ignorante— expreso, con una sonrisa que me erizó la piel.
—¿Por qué habla así de su hermano?—, pregunté, intentando sonar neutral.
—Porque cree muchas cosas. Es mal pensado, sobre todo después de lo que le hizo su esposa—, comentó, acercándose más de lo que era necesario. —Pero tú... eres muy bonita, Lía. Si quieres, puedo conseguirte un mejor trabajo—, ofreció, su voz goteando con segundas intenciones.
—No, gracias. Estoy bien trabajando con el señor Arthur —respondí firme, levantándome de la banca para alejarme de él.
—En fin, nos vemos adentro. Va a empezar la cena—dijo, alejándose finalmente.
Cuando se fue, me sentí aliviada. ¿Qué le pasaba a ese tipo, ofreciéndome trabajo? ¿Acaso se creía que podía hacer lo que quisiera? Y a que se debió eso, por otro lado a que se refiero, que hizo la esposa del señor Arthur.
***
Finalmente, la cena empezo y junto a Lucrecia colocamos a las niñas en su silla, cerca de su padre. Había mucha gente en la mesa, la mayoría eran familias, pero predominaban los adultos. Solo vi cuatro jóvenes, dos de ellos con niños pequeños. Parecía que en esta familia no abundaban las mujeres jóvenes; solo las hijas del señor Arthur y dos chicas que parecían ser sus sobrinas.