Lia
Sonreía de par en par mientras sostenía el libro que había salido de la misma editorial en la que trabajaba hace años del señor Elías. Era un momento que me llenaba de satisfacción; Elías quería compensarme por todo el dolor que había causado José Luis, por el fraude que me envolvió y que me hizo quedar ante todos como una ladrona. Pero ese oscuro episodio ya había quedado en el olvido. Eso momento sucedio hace mas de dos años y a pesar que me habia dejado marcada, paso a otra pagina. En este tiempo me convertí en una mujer famosa por mis propios méritos. Mi nombre estaba ahora en plataformas y editoriales, el libro "La niñera del CEO" se vendía en digital y en tapa blanda en Amazon, y cada vez era más solicitado.
Por fin, sentía que mi vida tenía sentido. Claro, siempre he tenido un propósito, pero esta vez era especial. Y no solo era por mi carrera, sino también porque había encontrado a un buen hombre. Arthur era alguien con una historia dura, alguien que había atravesado sus propias tormentas, pero que ahora compartía su felicidad conmigo. Conocía sus fortalezas, y también sus debilidades, y me sentía afortunada de ser la persona que le brindaba un nuevo comienzo.
Mis padres estaban bien. Arthur y yo habíamos comprado una pequeña residencia con seguridad para que ellos vivieran tranquilos, y cerca de nosotros, contratamos a dos personas que se encargaran de su cuidado diario. Los fines de semana, sin embargo, iba a verlos con mis niñas para pasar tiempo con ellos. Me reconfortaba verlos felices, tranquilos y rodeados de amor.
Estaba perdida en estos pensamientos cuando sentí los besos de Arthur. Me sonrojé, siempre tan atento, tan cariñoso.
—Cariño, te veo muy ida —me dijo, sonriendo.
Me giré hacia él, mirándolo a los ojos, esos ojos que me daban paz y alegría.
—Estaba pensando en todo lo que ha ocurrido en estos meses. Estoy tan feliz… —le respondí, y él sonrió aún más.
—Pronto serás mi esposa, Lía. Pronto estarás oficialmente junto a este ogro CEO —mencionó en tono de broma.
No pude evitar reírme. Arthur tenía esa forma especial de iluminar mis días, y aunque él pensara que era un “ogro”, yo solo veía a un hombre noble y fuerte. Aunque yo soy la culpable de eso.
Lo que él no sabía era que tenía una sorpresa preparada para él. Un regalo que sé le haría muy feliz, pero no podía decírselo todavía. Lo haría el día de nuestra boda, que estaba tan cerca.
Mientras estábamos recostados, le conté cómo iban las ventas de mis libros, y él me escuchaba con atención, orgulloso de lo que había logrado. Y gracias a Dios, su empresa también iba muy bien. Nos encontrábamos en un buen momento; todo parecía estar alineado, como si el universo nos hubiera sonreído finalmente.
No habíamos vuelto a saber de Nadia, pero hace algún tiempo descubrí algo inesperado: Nadia era la amente o mejor dicho la mujer de José Luis desde hace muchos años, el mismo hombre que me había traicionado. Arthur se sintió profundamente decepcionado al enterarse. No podía entender cómo su hermano planeado algo tan ruin para destruirlo y robarle unas tierras por medio de Nadia. Por otro lado el sentia lastima por Enzo, ya que habia sufrido un accidente hace unos meses y, desafortunadamente, quedó paralítico. Incluso le tuvieron que amputar una pierna. No deseaba el mal para nadie, pero tampoco podía sentir pena por alguien que le había causado tanto daño a su propia sangre.
—¿Fuiste a verlo? —le preguntó a Arthur.
—No, no fui —me respondio—. Fue mi padre quien fue a verlo, simplemente para apoyarlo en este momento.
Asenti y quedo con una expresión pensativa. Me miró con ternura.
—A veces, el destino actúa de maneras que ni imaginamos. Lo importante es que ahora nosotros estamos bien —me dijo, y yo asentí.
Después de nuestra conversación, Arthur bajó al salón mientras yo me quedaba terminando algunos detalles. Tomé un pequeño papelito que llevaba días guardando y sonreí, consciente de la enorme felicidad que ese mensaje traería a nuestras vidas. Era una noticia que había decidido guardar para el día de nuestra boda. Deje escapar una sonrisa de felicidad.
***
El dia tan esperado llegó más pronto de lo que imaginaba. Todo estaba listo, mis padres me habían dado su bendición y mis suegros también. Las niñas estaban emocionadas, revoloteando de aquí para allá con sus vestidos. Al verme con mi vestido de novia, mi suegra se emocionó tanto que me dijo que parecía una princesa de cuento de hadas.
—Mami Lia, es una hermosa princesa—Expreso Ayla.
—Se parece a la princesa de la bella y la bestia—Esta vez fue Leyla.
—Gracias mis niñas. Las quiero mucho. Y sin duda que asi era.
—Hija la boda ya debe empezar—me hablo mi padre y yo solte un respiro.
El corazón me latía con fuerza mientras caminaba hacia el altar. Allí estaba él, mi futuro esposo, mirándome con una expresión que nunca había visto. No puedo describir lo que sentí en ese momento; era amor, emoción, una mezcla de felicidad absoluta que me envolvía por completo.
El tiempo se detuvo cuando nos miramos. En ese instante, supe que, a pesar de todo lo que el habia pasado, se notaba seguro.
Al llegar al altar mi padre entrego mi mano a mi futuro esposo y me dio su bendición y se fue a sentar al lado de mi madre.
—Eres la novia mas bella.
—Gracias mi amor, tu estas guapo—susurre alegre.
Despues de nuestro voto nupcial, salimos de la iglesia, tomados de la mano, me sentí envuelta en una felicidad que no recordaba haber experimentado antes. Las personas se acercaban para felicitarnos, y en medio de todas esas sonrisas y abrazos, miré a las niñas. Me agaché para besarlas y abrazarlas con fuerza, agradeciendo tenerlas en mi vida. Arthur las miró con orgullo y luego a mí, compartiendo un abrazo de esos que prometen un futuro lleno de amor.
La limusina llegó, y subimos junto con las niñas, quienes charlaban emocionadas sobre la fiesta que nos esperaba en la mansión. Mis padres y mis suegros ya se habían adelantado, preparándose para recibirnos. Al llegar, me quité el velo con ayuda de Arthur. Él extendió su mano para ayudarme a bajar, y luego hizo lo mismo con las niñas. En cuanto vieron a Lucrecia, corrieron hacia ella, quienes las recibió con cariño y risas.