La Nobleza del Alma: Un Romance Trágico

CAPÍTULO 2

—¿Qué significa esto, Daira?

Estaba congelada del miedo. Cada nervio de mi cuerpo me rogaba que debía tener muchísimo cuidado. Era peligroso. Ese hombre era realmente peligroso. Su mirada furibunda me daba a entender que estaba a punto de atacarme. Sus ansias de sangre me daban a entender que estaba a punto de asesinarme.

—¿Te atreves a faltarme al respeto, niña?

Empecé a sudar. Realmente podía sentir el profundo miedo que el cuerpo de Daira sentía al ver al Duque. No había forma alguna de que ese sujeto pudiera ser el padre de alguien. No. Era más bien como un animal. Un depredador. Una bestia sedienta de violencia. Una criatura nacida con el único propósito de matar…

Un Sword Master.

Cyrus Grai Thamel era un hombre demasiado alto. Era tan grande que su sombra consumía mi cuerpo por completo. Era la oscuridad misma hecha persona. Sus cabellos eran tan negros como una noche sin estrellas. Su barba era tan frondosa que casi desaparecía su boca. Y sus ojos…

Sus ojos eran de un azul tan apagado que parecía el cielo del Infierno.

Muerto.

Estaba frente a mí. Me miraba con tal repudio que no le hubiera sido distinto mirar a un mero insecto, como un verdugo observando a la próxima condenada a ser ejecutada. Si no decía algo en ese momento, nada lo detenía de desenvainar la espada que portaba.

—Creí que me habías llamado, padre —alcancé a balbucear.

—Alphonse me comentó que habías despertado —respondió él.

Yo hace días que ya había despertado.

—Me sorprende que, conociendo mi condición delicada, hayas decidido hacerme venir hasta tu oficina, padre.

—¿Eh? Pero si parece que estás rebosando en energía.

Retrocedí. Realmente fui muy impulsiva al ingresar de esa manera; sin embargo, jamás pensé que la reacción del Duque podría llegar a estos extremos. De hecho, de saberlo jamás me hubiera atrevido a entrar a su oficina. Porque nada garantizaba mi seguridad… Sobre todo cuando él me miraba de esa manera.

Me miraba como si realmente me odiara.

—Perdóneme, Su Excelencia, no le informé adecuadamente a la Princesa sobre su presencia.

—No fue la intención de la Princesa el ofenderlo, Su Excelencia. Es todo mi culpa.

Sin embargo, antes de que la situación pudiera escalar más, Betia y Alain entraron en mi defensa. A pesar del aura completamente intimidante del Duque, mi sirvienta y el soldado no dudaron en colocarse delante de mí para asumir la culpa.

Se pusieron de rodillas por mí, no podía creerlo. En especial, porque era evidente el miedo que le tenían al Duque. A Betia no paraban de temblarle las manos y casi se le quebró la voz mientras me excusaba.

Alain también sudaba por la frente; y si no fuera porque era un soldado de la mansión hasta me pareció notar que su mano derecha se inclinaba ligeramente en dirección hacia su espada…, como si se preparase para enfrentarse al Duque en caso fallase su persuasión.

Afortunadamente, hasta ahí llegó todo.

—Retírense —suspiró el Duque.

Y la hostilidad en el ambiente se relajó completamente. Con el Duque más calmado, Betia y Alain no tuvieron más remedio que obedecer y retirarse. Hicieron una gran reverencia y salieron cerrando las puertas.

Era claro que el peligro había desaparecido. Pero aún no podía bajar mi guardia. El Duque todavía no había expresado su razón de llamarme.

—Solo quería saber más sobre tu condición de amnesia —me dijo.

—No recuerdo nada. Es la verdad —contesté yo.

El Duque me miró durante algunos instantes.

—Ya veo… —finalmente habló.

Entonces, se dirigió hacia su escritorio y se acomodó. Procedió a coger algunos documentos que permanecían acumulados encima.

—Puedes retirarte —me dijo.

Sorpresa total.

—¿Qué…?

—Dije que puedes retirarte, Daira.

Fruncí el ceño.

—¿Solo me llamaste para eso?

—Sí —contestó él simplemente.

Y decidió ignorarme. Absolutamente todo lo que sucedió, desde que mandó a llamarme y hasta cómo se enojó de sobremanera por mi forma de ingresar, fue en vano.

Este hombre… no tenía interés alguno en mí.

—¿Qué diablos te pasa? —Apreté los puños.

El Duque se conmocionó.

—¿Qué dijiste?

Lo miré directamente a los ojos.

—Pregunté qué diablos te pasa, padre.

El Duque se levantó bastante enfadado.

—¡Modera tu forma de hablar conmigo, Daira!

—¡Casi muero ahogada y ni siquiera demuestras que te importa! ¡¿Cuál es tu problema conmigo?!

—¡No te voy a permitir que…!

—¡¿Y qué piensas hacer al respecto?! ¡¿Encerrarme?! Lo he estado todos estos días en mi habitación, sin recibir visita alguna por parte de nadie. Parece que no le importo a nadie. ¡¿Qué de diferente soy entonces de una prisionera?!




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