CAPÍTULO 9

¿Acaso fui… secuestrada?

Tenía que estarlo. No conocía en lo absoluto a ese hombre. No entendía qué diablos estaba pasando. Me puse demasiado nerviosa. En menos de un parpadeo desaparecí de la pastelería y reaparecí en una habitación oscura y llena de papeles arrugados y polvorientos.

Rápidamente me solté del hombre, quien no paraba de sonreír y verme con lo que parecía la curiosidad de un infante. Yo tenía mucho miedo. Jamás me había pasado algo parecido. Estaba sola. Estaba sola con ese sujeto.

—V-Voy a gritar —le amenacé.

—No le recomiendo que haga eso. Hay gente durmiendo en el piso de abajo. Sería muy cruel despertarlos después de haber trabajado toda la noche sin descanso.

—¡Devuélveme a la pastelería!

—Pero quiero conversar.

Fruncí el ceño.

—Mientes.

—Yo nunca miento —sonrió nuevamente.

—Pudiste hablar conmigo en la pastelería. No había necesidad alguna de traerme a este… lugar.

Se mostró sorprendido.

—¿Así de fácil?

Me estaba irritando. No sabía ya si él era un asesino serial o simplemente un reverendo pendejo. De todas formas, no tenía ganas de descubrirlo. Me fui alejando lentamente. Por ahí logré divisar una puerta.

—Qué más da. Lo hecho, hecho está —suspiró de tal forma que denotaba fatiga.

El hombre tomó asiento en uno de los sillones que estaban en medio del lugar. Prácticamente se desparramó por todo el mueble. Se relajó por completo.

—¿D-De qué quieres hablar? —intenté distraerlo.

—Ni idea.

En serio, si no acababa muerta iba a terminar loca.

—¿No me dijiste que querías conversar?

—Sí, pero como que ya se me quitaron las ganas.

Mi sangre empezó a hervir.

—¿De dónde me conoces? —le pregunté.

—¿Es una broma? ¿Quién no conoce a la Princesa Daira Grai Thamel en el territorio de… Thamel?

Ahora yo quería matarlo a él.

—Pero parece que tienes un interés particular en mí. ¿Acaso nos hemos visto en alguna ocasión anterior?

—Quién sabe… ¿No es usted quien debería de recordarlo mejor?

De pronto, sonrió.

—¿O el accidente que tuvo hace un tiempo le causó problemas a su memoria?

Fruncí el ceño. Maldición, ese sujeto me conocía. Debía tener mucho cuidado. Estaba claro que algo quería de mí. Sin embargo, no sabía qué. Fui retrocediendo cada vez más. Ya estaba muy cerca de la puerta.

—¿Qué quieres de mí? ¿Dinero?

—No. Tengo mucho de sobra.

Suerte. Belmont jamás hubiera pagado mi rescate.

—¿M-Mi cuerpo acaso? —me sonrojé.

—Nah… No eres mi tipo.

¿Acaso era gay?

—¿Entonces qué?

—No lo sé…

Y volvió a sonreír.

—¿Cuál es su valor, Princesa?

Fruncí el ceño.

—¿Es acaso una pregunta retórica?

—Lo digo muy seriamente.

—Puedo crear patógenos increíblemente contagiosos y mortales.

—¿Qué es un pató…?

Rápidamente agarré un libro que estaba tirado por ahí y se lo lancé a ese sujeto y corrí hacia la puerta para escapar.

—¡Ah! ¡No en mi cara de actor!

Estaba demasiado nerviosa. Intenté forzar la cerradura, pero por más que trataba no podía abrir la puerta. Parecía trancada.

—¡Empuja con más fuerza! ¡Esa puerta tiene truco! ¡Jala suave y luego empuja con fuerza y muy rápido!

Finalmente logré abrir la puerta. El sujeto no parecía que iba a seguirme, así que aproveché para correr con todas mis fuerzas lejos de él. Crucé por un pasadizo angosto hecho enteramente de madera. Al fondo había otra puerta. La abrí sin dificultad alguna y salí.

Pero…

—¿Volviste tan pronto?

Entré en el mismo lugar del que me fui. El hombre seguía sentado en el sillón. No entendía qué rayos estaba pasando.

—Tal vez con otra puerta tengas más suerte.

Había varias puertas en la habitación. Así que corrí hacia otra. Hice lo mismo. Crucé por el mismo pasadizo y abrí la puerta que estaba al fondo… solo para acabar nuevamente en la misma habitación.

—¿No?

La siguiente puerta fue igual. Y la siguiente también. Corrí por todas las puertas que vi y obtuve el mismo resultado en cada una de ellas. Al final, caí completamente exhausta en el suelo.

¡¿Qué mierda estaba pasando?!

—Al diablo… Solo mátame o viólame de una buena vez.

El hombre empezó a reír.